Magistralmente divertida y perversamente lúcida. De justicia hubiese sido un premio al mejor guion, Cannes 2014, compartido entre los rusos Andrey Zvyagintsev y leg Negin por Leviathan (tremendo alegato contra la intimidación, el poder sin límites en sus abusos y la corrupción, en general), y el inspiradísimo argentino, Damián Szifrón, con su sublime análisis de la violencia de la actual sociedad deshumanizada, regida por las leyes más bestiales de un capitalismo trasnochado.Hacía tiempo que no se veía una escritura tan potente para estos alucinantes personajes. O un ritmo tan sostenido en un abanico tan acertado de actores (Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, Érica Rivas, Oscar Martínez, Rita Cortese, Julieta Zylberberg…), con tal excelencia en su dirección y mejor aún, si cabe, en su selección.La respuesta del público en Argentina no se ha hecho esperar, y en poco más de diez días, desde su estreno el pasado 21 de agosto, ya ha superado el millón de espectadores. Esta ola salvaje llegará a nuestras pantallas, si no se producen cambios de última hora, el próximo 17 de octubre, y un mes antes dentro de la sección Perlas del Festival de San Sebastián.Recogiendo la casi olvidada tradición de película de episodios, la crítica social de Francesco Rosi, Elio Petri y Ugo Pirro o la radicalidad de Marco Ferreri o Alex de la Iglesia, el tercer largometraje de Damián Szifrón decide desvelar los sutiles entresijos sobre los que reposan los valores más arcaicos y alienantes de nuestra existencia actual.En seis historias el cineasta pasa revista a las instituciones más sagradas e intocables: la familia, el trabajo, la riqueza o el matrimonio, o los valores y sentimientos más arraigados de nuestra cultura latina, la envidia, el abuso del más mínimo poder, el desprecio, la venganza…Todo un programa, trufado de referencias a las pinturas y grabados goyescos de los desastres, que el director ha tenido la feliz idea de presentar en tono de comedia negra, muy negra (risas a carcajadas en el patio de butacas y ambiente festivo de una gran bacanal). Seis historias sabrosas: una inquietante coincidencia en un avión de pasajeros, una particular receta de huevos con patatas fritas, la inestimable ayuda de un conductor frente a un imprevisto pinchazo, la eficacia en la resolución de crímenes por parte de los órganos judiciales, el perfecto funcionamiento de la grúa bonaerense o una agitada celebración de la fiesta de una boda, sirven como excusa para inclinar el espejo y enviarnos el retrato de unos individuos crispados, en una sociedad kafkina que ha olvidado para que se constituyó.Un puro momento de cine, un inteligente discurso sobre las desigualdades y, la `parte más emotiva de la película, un aliento a reaccionar frente a las continuas injusticias que sufrimos a diario. Eso sí, si es posible de otra manera… No son salvajes los relatos, somos nosotros los salvajes. Imprescindible.