Beckett me coloca al borde de la taquicardia. Me altera y me desordena, para después volver al mundo como si me hubiera desplazado de sitio. Todo es paz y silencio cuando cierro el libro. Sólo el sonido de las manillas del reloj.
Cuando leí En el cilindro, tuve pesadillas.
Cuando abrí una revista después de acabar otro de sus cuentos, tuve que tranquilizarme para bajar el ritmo y volver a leer de una manera normal.
Esta recopilación de relatos, que yo llamaría mejor "libro de posturas", es diferente a todo. Raros, extraños, desconcertantes. Beckett vomita y te describe con enfermiza exactitud la parte del suelo que ha ocupado su bilis.
Si sólo tienes un hueco pequeño para leer de vez en cuando, no lo hagas con él, no le busques. No, si te interesa leer sin que nadie te despeine.