Relectura Psi/Cambiantes: Marcada a Fuego

Publicado el 09 marzo 2016 por Estefany Vasquez @effyvas

El domingo publique mis citas y detalles favoritos de Presa del Placer pero esa semana tocaba leer Marcada a Fuego, libro protagonizado por la única Centinela DarkRiver mujer Mercy Smith y *redoble de tambores por favor que esto es importante* el Teniente mas veterano de los SnowDancer Riley Kincaid, si como están leyendo una pareja entre las manadas de cambiantes depredadores mas influyentes del pais, y si una gato con un lobo que mezclaaaaaaa.

Este libro no tiene unos super detalles en cuanto a la historia de fondo pero lo que si tiene es que nos permiten conocer mas a los SnowDancer en especial a sus tenientes y al alfa por el que estamos babeando desde La Noche del Cazador. Aquí debo reconocer que amo mas a los SnowDancer *no me maten* que a los DarkRiver pero es que no se nunca he podido conectar del todo con Clay y Vaughn aunque amo a Mercy y Dorian, seguro que sabrán porque. Eso si este es el libro mas Hot hasta ahora, estan advertidos. 

Detalles: 


*Se conoce mas sobre las redes en que se basan los vínculos de sangre que hace cada alfa con sus centinelas o tenientes.

*Conocemos otros cambiantes en este caso halcones llamados WindHeaven.

*La Alianza Humana muestra sus cartas y uno de ellos Bowen será importante en otros libros.

*Lucas y Sascha dan un paso importante en su relación.

*La alianza entre los DarkRiver y los SnowDancer crece cada dia mas. 

*El consejo de los Psi está sufriendo diferencias y rupturas entre sus miembros.

Dos cambiantes dominantes inician una explosiva y apasionada relación mientras lideran juntos una arriesgada investigación. 

Mercy, centinela DarkRiver, es la única de su camada que todavía no se ha emparejado. Como todas las hembras dominantes, ella no desea un compañero sumiso, aunque tampoco está dispuesta a permitir que nadie le de órdenes. Lleva tiempo sufriendo por la falta del contacto físico que necesita, pero ninguno de los machos de su raza la satisface. El único que parece cumplir con todos los requisitos incumple sin embargo el principal: no es de los suyos, ni siquiera es un felino. Riley Kincaid es un macho igualmente dominante, un lobo SnowDancer. Desde que los dos clanes sellaron una alianza, la rivalidad entre Mercy y Riley ha sido patente. Mientras Riley no desaprovecha ninguna oportunidad para burlarse de ella, la reacción de Mercy eleva la tensión, y el conflicto se convierte en una atracción abrasadora que les sobrepasa. 
Cuando secuestran a un joven científico cambiante en territorio DarkRiver, Mercy y Riley son los encargados de liderar a las fuerzas conjuntas de sus respectivas camadas que investigan la desaparición. Al margen de los riesgos que conlleva una relación entre cambiantes igual de dominantes y apasionados, tendrán que procurar convertir esa fuerza irresistible que generan juntos en un arma para luchar en la guerra silenciosa e implacable que se está gestando contra todo lo que representan.

Citas Favoritas


—Clay echando miraditas amorosas a Tally, y no quiero ni hablar de Luc y Sascha —y los peores eran Nate y Tamsyn. ¿Cómo se atrevían a seguir locamente enamorados después de tantos años?—. Debería estar penado por la ley —farfulló.
No era nada malo ser una hembra dominante en la sociedad de los cambiantes. Las mujeres alfa eran tan comunes como los hombres. Pero ser una dominante en un clan de leopardos en el que ningún macho dominante le atraía sexualmente sí que era malo.
Había oído rumores de que no habían nacido así, que se les había entrenado para desterrar las emociones. Una completa estupidez, en su opinión. ¿Qué era la vida sin amor y sin risas? Sí, también había unas cuantas lágrimas en el camino, pero bueno, así era la vida.
Pero si lo haces de nuevo él empezará a pensar que tiene derechos sobre ti —conocía a los cambiantes depredadores. Les gustaba el control. Sobre todo les gustaba que sus mujeres claudicaran. Y Riley era un lobo enorme, un machote, un neandertal lleno de testosterona; lo más probable era que pensara que su sumisión era un derecho suyo. Soltó un bufido—. No en esta vida.
Necesitas un hombre duro, Mercy. De lo contrario le pisotearás el corazón y te lo comerás para desayunar.
Mercy se quedó boquiabierta. Imposible que hubiera oído bien. ¡Imposible que el formal, aburrido y estirado Riley Aedan Kincaid se hubiera atrevido a llamarla cobarde!
—No intentes salirte con la tuya porque quieras lucirte. —Espera un segundo —bajó la vista y la alzó de nuevo—. No, no me ha crecido una polla en los últimos minutos. Yo no necesito demostrar quién la tiene más grande.
Unos metros más y podría acabar con aquello sin hacer lo que jamás debería hacerse. Era un psi. No podía coger un arma y masacrar a hombres y mujeres inocentes.
—Hay promesas que uno ni siquiera se plantea romper.
—Espero que Mercy se las haga pasar canutas y logre traerle de vuelta. —Tu secuestro le cambió. Jamás volverá a ser el de antes. —Lo sé —frotó la mejilla contra su brazo—. Pero quiero que aprenda a ser feliz otra vez.
El lobo de Riley enseñó los dientes dentro de él. Deseaba a Mercy, la ansiaba tanto que se le formaba un doloroso nudo en el estómago. A esas alturas era mucho más que sexo, aunque la maldita gata no quisiera admitirlo. Pero dado que era obvio que un ataque frontal no iba a funcionar, adoptaría métodos felinos y la acecharía. Y si tenía que apartar con sus garras un poco de competencia… bueno, no deberían haberse interpuesto en su camino. Porque Mercy era suya.
Confiaba en que Riley no hiciera daño a sus hermanos, pero muchas cosas podían salir mal cuando los hombres se ponían en plan imbécil; sobre todo cuando esos hombres tenían garras y dientes preparados para cazar una presa.
Brenna le había preguntado una vez si no se había hartado de hacer de padre al tener que cargar con la responsabilidad de criarlos a Andrew y a ella, pero Riley jamás lo había visto de ese modo. Proteger y criar a un niño era un regalo.
—Quizá perdimos mucho más que nuestras emociones cuando abrazamos el Silencio —objetó Anthony—. Tal vez sacrificamos aquello que nos hacía luchar por nuestro derecho a vivir. —Si eso despierta de nuevo, lo hará de manera violenta.
Un hombre sólido, con los pies en la tierra. Pero se preguntaba si era demasiado sólido, demasiado pragmático para continuar cautivando a una mujer tan salvaje y brillante como Mercy. Y ¿por qué, si estaba decidido a encontrar a una mujer maternal como compañera, le importaba ser lo bastante fascinante para conquistar a una centinela?
—Sascha podría ayudar a la chica como había ayudado a Brenna después de que su hermana hubiera sido violada y casi hubieran quebrado su mente. Riley habría recibido una bala por la empática sin pensárselo dos veces; algunas deudas jamás podrían pagarse—.
Se sentía contenta mientras se movía. Aquello era quien era. Y le hacía sentir bien. Una danza del alma. Nadie tenía derecho a robárselo. Ni siquiera el hombre que hacía que sus instintos femeninos se pusieran alerta.
A Riley le encantaban las reglas. A ella no. A ver si su lobo podía bajar la guardia lo suficiente para tentar a una gata.
—¿Mercy te ha vencido alguna vez en combate? —Casi. Y sabía muy bien que si algún día iba a por él con intenciones letales, podría no ser el vencedor; las mujeres cambiantes depredadoras eran cazadoras implacables una vez que se decidían a hacer sangre. —¿Cómo se digiere eso? Riley comprendió que aquella era la pregunta más crucial de todas. Podría haber mentido, pero no lo hizo. —Como si fuera papel de lija.
Sé buena con él, Mercy. Tiene un corazón más grande que Texas; moriría por ti sin pensárselo dos veces. Pero no espera que alguien haga lo mismo por él.
—La mujer lo entiende —replicó con voz queda, rompiéndole el corazón a Riley con su sufrimiento—, pero el leopardo no. Lo único que sabe es que si acepto a mi lobo, podría perder todo aquello que siempre ha amado.
—Es porque el animal interior prefiere a los suyos. —Sí —Tammy se arrimó y le cogió la mano a Mercy, con los ojos brillantes—. Pero a veces el corazón humano ama tan profundamente que supera las objeciones del animal
—Los débiles no sobrevivirán sin el Silencio —se quebrarían bajo el peso de sus habilidades. —No —convino Judd—. Hay que darles libertad. No podemos tomar la decisión por ellos; solo podemos mostrarles que tal vez puedan encontrar otra manera. Las emociones son una herramienta poderosa.
Después de mantener un contacto prácticamente constante con ellos durante casi doce meses, me parece seguro sacar la siguiente conclusión: los psi-e son de las personas más afectuosas y acogedoras del planeta. Son una compañía encantadora y raras veces se les ve solas.
—Estoy de acuerdo —dejó escapar una burbujeante risa—. Míranos, en la cama y hablando de los asuntos del clan. Riley guardó silencio un instante. —Haces latir mi corazón, Mercy. El corazón de Mercy saltó a las manos de Riley una vez más. Era un hombre muy sereno y hacía aquellos comentarios, como si fueran hechos de la vida.
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Besos,