La reliquia de alma oriental que persisite en Toledo es lo más singular del venerable caserío. Siempre he protestado de que a Toledo se le considere como a una ciudad castellana, porque es una ciudad oriental, avanzada del oeste, que aspira a llegar al Atlántico misterioso, meta de todos los grandes sueños de entonces, y que sobre las rocas del Tajo se tendió a descansar; y allí quedó para siempre, petrificada en esa vida de arrabal de Oriente que constituye su encanto mayor.
(Gregorio Marañón. El Greco y Toledo. 1956)