¿Sabíais que Charles Dickens tenía serios problemas de insomnio y vagaba por las calles de Londres durante la noche? Quizás a ello le debamos poder disfrutar de tal cantidad de obras salidas de su pluma...
Los métodos para el tratamiento del insomnio en la época victoriana eran de los más llamativos. No se relacionaba el cuerpo con la mente, y los estudios sobre insomnio se centraban en la sangre.
Los métodos, como decimos, eran de lo más variado. Dickens, por ejemplo, colocaba siempre la cabecera de su cama orientada hacia el norte, se acostaba exactamente en medio de la cama, con sus brazos extendidos, y que las manos estuviesen equidistantes del borde de la cama. Si tenía que dormir lejos de casa, siempre llevaba una brújula para conocer el norte. También creía en el mesmerismo y en otras técnicas como el tratamiento con imanes, que supuestamente se valía de los canales eléctricos que recorren el cuerpo humano. Mucho nos tememos que ninguno de esos remedios le fuese de gran ayuda.
Sin embargo, en la época en que Dickens murió, 1870, el tratamiento más común contra el insomnio era la ingesta de alcohol (a los que les escaseaban las libras bebían gin y los más acomodados bebían whisky o brandy), o el láudano. Menos conocida era la marihuana, aunque el médico de la reina Victoria llegó a administrársela en varias ocasiones a la soberana para sus problemas para conciliar el sueño.
En 1879 el Journal of Medical Science de Canadá recomendaba cicuta para solucionar los problemas de sueño. Vistos los efectos secundarios de esta planta venenosa, más bien debían referirse en este caso al sueño eterno...
También se solían recetar baños calientes o fríos, bebidas frías o calientes, largas caminatas descalzos, el embadurnarse la cabeza de jabón antes de acostarse,… El único consejo razonable y efectivo parece ser el que recomendaba no beber té después de las seis de la tarde.
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