Acabó la primera vuelta de una temporada que amenazaba ruina en verano tras la marcha de Neymar y el baño recibido en la supercopa ante el eterno rival. Los fichajes se tomaban a broma, y los culés nos preparábamos para un "annus horribilis", mientras en Madrid ya ladraban en la prensa abiertamente por el cambio de ciclo.
Y sin embargo, las vueltas que da la vida, pasadas 19 jornadas el equipo sigue imbatido en todas las competiciones, acaba de eliminar a un buien Celta con un rotundo 5-0, y ayer, ante el campo gafe, y tras un 2-0 al filo del descanso, el equipo sale reforzado con la remontada 2-4 y los golazos de Suárez y Leo Messi.
En la otra orilla están sin argumentos. Nunca habíamos visto a un Real Madrid tan irregular, tan inoperante de cara al gol. Otros años tal vez jugaran igual pero había penaltis raros, heroicas remontadas y parecía que ellos creían en el equipo, pero sobre todo había jugadores en el banquillo como Morata o James que en dosis puntuales eran capaces de remontar partidos casi perdidos.
Esta temporada la flor de Zidane parece marchitada y aquel Barça que en verano parecía un equipo triste, ha recuperado la sonrisa y no tiene miedo a nadie, ni a los rivales, ni a los arbitrajes ni a los goles fantasmas que no se le conceden.
Y Dembelé empieza a dar señales de su clase, y Coutinho está deseando participar en este equipazo, al que Valverde le ha dado su sello.
Ayer, en el 88 con la Real desmelenada arriba, un balón le llegó a Sergi Roberto y otro a Vermaelen, y en ambas ocasiones los despejaron a medio campo. Los puristas se sentirían decepcionados de que con 2-4 a favor ni el catalán ni el holandés salieran regateando y dando pases de tacón.
A muchos nos encantó la idea.