Los trabajadores de Nissan y Fiat han ratificado estos días que la clase obrera se ha rendido definitivamente ante el capital, y que los sindicatos no plantean ya condiciones para seguir trabajando, sino que aceptan las que les imponen para dejarles trabajar.
La globalización ha cambiado las relaciones entre obreros, empresas, mercado y plusvalías: la competencia de las compañías con ellas mismas y con otras marcas ha transformado al asalariado en parte del patrón capitalista.
Ni siquiera Karl Marx estudió la hipótesis de que el proletariado sufriera la rebaja de los salarios porque el patrón compitiera en un mercado mundial consigo mismo.
La mayoría de los 1.300 operarios de la fábrica de Nissan de Barcelona quedó desmoralizada en diciembre al saber que su empresa cerraría y los despediría por haber rechazado las reducciones salariales y sociales que les proponían para fabricar una nueva furgoneta que les daría trabajo diez años más.
En Italia, simultáneamente, Fiat advertía que despediría a 5.431 trabajadores de su fábrica de carrocerías de Mirafiori, Turín, y que llevaría el trabajo a otro país si no aceptaban la mengua de sus condiciones laborales.
Los españoles, sabiendo que Nissan recibía ofertas de otras plantas, tan competidoras entre ellas como la misma Nissan con otras marcas, se volvieron atrás y aceptaron hace unos días la oferta que congela sueldos, impide enfermarse mucho, exige importantes aumentos de productividad, y obliga a trabajar algunos fines de semana según desee la empresa.
A cambio, seguirán ocupados con la nueva furgoneta, como los italianos de Fiat, que acataron condiciones similares.
Y el trabajo que mantienen, subvencionando a sus empresas con el diferencial económico y social, como si también fueran patrones, supone su pérdida para los obreros de otros lugares.
Marx no se imaginaba lo sabio que sería el capitalismo.
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Ante esto, qué mejor que algo de SALAS: