¿Qué le vamos a hacer? A veces me equivoco y en este caso lo hice de principio a fin porque yo no tenía intención alguna de leer esta novela. Y no tenía ninguna razón de peso, la verdad sea dicha, ni siquiera una de esas manías tontas que sin ton ni son me entran a veces con algunos libros, simplemente no había leído nada del autor nunca y como la sinopsis tampoco es que me llamara especialmente la atención, casi lo dejo pasar. Pero casi, porque afortunadamente lectores de cuyo criterio me fío mucho la recomendaron encarecidamente y menos mal porque si no, tonta de mí, me la habría perdido. Hoy os hablo de Rendición.
Sinopsis
¿Quiénes somos cuando nos cambian las circunstancias?La guerra dura una década y nadie sabe a ciencia cierta cómo transcurre, qué bando fue el agresor y cuál el agredido. En la comarca, la vida ha continuado entre el temor a la delación y la añoranza de los que fueron al frente.
Cuando llega el momento de evacuar la zona por seguridad, él emprende camino junto a su mujer y al niño Julio, que ayuda a amortiguar el dolor por la ausencia de los hijos soldados. Un futuro protegido parece aguardarles en la ciudad transparente, donde todo es de dominio público y extrañamente alegre.
Allí los recuerdos desaparecen; no existe ninguna intimidad -ni siquiera la de sentir miedo- hasta el momento en que la conciencia despierta y se impone asumir las consecuencias.
«Una historia kafkiana y orwelliana sobre la autoridad y la manipulación colectiva, una parábola de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos.»
Mi opinión
Me vais a permitir hoy que no haga mi habitual pequeño resumen sobre el argumento de la novela, casi mejor ir a ciegas o, como mucho, con la sinopsis tenéis suficiente. En cualquier caso creo que Rendición puede tener tantos argumentos como lectores. Ni de su protagonista ni del país en guerra en el que vive conocemos el nombre y con este anonimato nos adentramos, con la voz de un narrador protagonista, en una distopía que reivindica el derecho a dudar, el derecho a ser y pensar distinto y el derecho a la infelicidad, con una profunda reflexión sobre este mundo que nos hemos labrado, no sé si con pico y con pala, pero sí a conciencia buscando una ansiada felicidad que no siempre tiene por qué ser satisfactoria.
El desmoronamiento y la pérdida de todo aquello que había representado su vida y que una guerra, tan difusa que ni siquiera se sabe ya bien cómo comenzó, se ha llevado por delante, hacen que el protagonista de Rendición, junto a su mujer y el niño al que tienen acogido, emprenda la marcha hacia una ciudad de cristal en la que nada permanece oculto a los ojos del otro y así, con la seguridad añorada durante el largo tiempo del miedo y el desconocimiento, se ganan las voluntades de aquellos que ya despojados de lo intrínsecamente suyo solo aspiran a sobrevivir a costa de una carencia absoluta de la intimidad y usando sus propias emociones como moneda de pago a cambio de una felicidad absurda a la que no puede uno sustraerse.
Rendición nos habla de ausencias y de destierro, pero por encima de todo nos habla de manipulación social y de pérdida de la identidad. ¿Qué ocurre cuando nos despojan de todo lo que somos y aún así, mirando a nuestro alrededor, solo vemos gente satisfecha? Incluso nuestro protagonista se siente dichoso a pesar de tener en su mente aún un rescoldo que le recuerda que quizá no debería sentirse tan feliz y eso le crea un desasosiego que ya desde mucho antes comenzó a sentir el lector, cuando ya intuyó que Ray Loriga no tiene intención de despacharnos con un mundo distópico al uso con el que pasar un buen rato de entretenimiento, sino que quiere enfrentarnos a un futuro muy presente, poco probable en sus formas, pero muy posible en su fondo ¿o es que no son las redes sociales una forma más, voluntaria y solo impuesta por nosotros mismos para no ser distintos, de despojarnos de nuestros secretos?
Con esta metáfora la lectura de Rendición se convierte en un viaje incómodo, por momentos incluso desgarrador, de la mano de esa voz en primera persona que no solo es acertada, sino que resulta imprescindible y se me antoja la única posible para hacer llegar al lector a un fondo más profundo de lo que aparenta su desnudez narrativa. Un viaje que nos invita a reflexionar sobre nuestra exposición, a menudo de la forma más ilusa, al juicio de cualquieray al que el autor nos invita con una prosa sencilla, salpicada de notas de humor, un tono aséptico y un estilo tan directo que en ocasiones resulta abrupto. Un viaje con última parada en un final que, aun siendo cerrado, invita de nuevo al lector a su libre interpretación porque en la búsqueda de la libertad en ocasiones la línea que separa la rendición de la victoria se vuelve difusa.
Es difícil, a mí por lo menos me lo resulta, hablar de Rendición. No sé si he sido capaz de transmitir un poco de todo lo que podemos encontrar en esta novela que, como os decía al principio, encierra tantas historias y tantas reflexiones como lectores se enfrenten a su lectura. Yo os la recomiendo aun a sabiendas de que no es una lectura ni fácil ni cómoda.