El hombre empeña su vida tratando de encontrar una solución a su existencia, de dar cura a su enfermedad, se esmera en llenar el vacío que hay en su ser, pero el único capaz de hacer esto es Jesucristo y nadie más. Para que Jesús intervenga y obre el milagro de sanarte tendras que convencerte de que para ello lo necesitas. "Por gracia sois salvados por medio de la fe" (Efesios 2,8), y por gracia te sanas por medio de la fe.
La curación es un regalo, pero en cierto sentido también un premio. Es el premio de la fe. La medida de fe que se requiere depende de la persona y de la situación. A algunos -por ejemplo, a quienes no tienen una estrecha relación con Dios- les facilita las condiciones lo más posible: solo les exije que crean y pidan. A veces hasta los sana en respuesta a las oraciones y la fe de otras personas. En cambio a quienes lo conocen y saben cómo desea que se conduzcan les exije más: les pide que manifiesten su fe actuando conforme a lo que saben.
No trates de ganarte a pulso la curación ni te inquietes pensando que no te la mereces. Nadie se la merece. Por eso Jesús a dispuesto que sea un regalo. Admite humildemente que necesitas sanación, cree que Dios te lo esta ofreciendo, acéptala y dale las gracias.
Si Cristo tuvo que hacer prodigios para que muchos creyeran en él, a los cristianos no nos queda otra que hacer prodigios, no para que muchos crean en nosotros, sino para que crean en el cristianismo.
La gente quiere ver si el cristianismo -el Evangelio- sirve para algo. Claro que nosotros no podemos hacer el prodigio de multiplicar panes, pero si podemos hacer el prodigio de repartir algo de los panes que tenemos, a los que no tienen pan...
Es obvio que nosotros no podamos decirle a los que no pueden caminar: "Levántate y anda", pero sí podemos conseguirles una silla de ruedas, un par de muletas o alguna prótesis.
Igualmente claro es que nosotros no podemos hacer que los muertos se levanten de sus tumbas, pero sí podemos ayudar a los vivos a que se levanten de sus vicios o de su extrema pobreza o de sus desalientos..., que son otras maneras de estar muertos en vida.
Tu Amigo, Daniel Espinoza ¡Consuela a mi Pueblo! Blog