Réplicas Relativas

Por Uriel

Hoy, en la anteúltima entrada (cuyo título vuelve a caer sobre el chiste malo) sobre Alber Einstein, les traigo dos anécdotas divertidas sobre el físico alemán.

El Zapato Perfecto

La primera es una historia muy divertida que nos demuestra que las mentes más brillantes algunas veces no se complican hasta con los inconvenientes más humildes.

Sucedió que allá por el año 1925, el físico tuvo un pequeño inconveniente con sus zapatos, por lo que debió  llamar de urgencia a su zapatero, llamado Peter Hulit.

Según Einstein le relato a Hulit, el problema que lo hizo que requiriera su presencia era la enorme incomodidad que le causaban sus zapatos, por lo que necesitaba unos nuevos.

Luego de relatarle el problema a su zapatero, Einstein saco de su bolsillo un papel y se lo mostro a Hulit explicándole que se trataba de los planos de lo que él pensaba serían los zapatos perfectos. Con ellos, argumentaba, nunca le dolerían los pies.

El zapatero observo detenidamente el dibujo del físico, y luego se fijó en los zapatos que este llevaba puestos. Luego de algunos minutos se enderezo y se dirigió al científico con total sencillez: “Profesor, me temo que lo único que usted necesita son unos zapatos de una talla mayor”. Einstein se le quedo viendo fijamente y a la final le dio la razón al zapatero.

Boceto de los zapatos diseñados por Einstein

Reírse del Trabajo de Otros

Otra curiosidad quizá desconocida del genio alemán, es la afición que este sentía por la música. Según se cuenta, el físico no sólo se manejaba bien en el mundo de la ciencia, sino que también se movía con elegancia en el mundo de las artes. Einstein era un acérrimo amante del violín, instrumento incluso que sabía tocar. Era frecuente que en las reuniones de amigos, Einstein sacara su instrumento y deleitara a los asistentes con un pequeño concierto. En cierta ocasión, un dibujante de viñetas que se encontraba presente mientras el físico daba un recital comenzó a reírse de su forma de tocar el instrumento. Ante esto, Einstein se le acercó y le increpo: “Está muy mal eso de reírse del trabajo de otros… yo nunca me rio con su trabajo”.

Einstein con una de sus aficiones: El Violin