El transporte aéreo no afecta demasiado a las mujeres embarazadas y a sus fetos, pero no se puede decir lo mismo con respecto a los viajes espaciales. Se ha demostrado que los embriones de peces cebra criados en microgravedad han desarrollado defectos craneales.
Los cambios "no van representar aún un problema para la salud de este organismo", comenta Tamara Franz-Odendaal, bióloga del desarrollo en la Universidad Mount Saint Vincent en Halifax, Canadá. Esta experta sospecha que las anomalías están provocadas por cambios en las células de la cresta neural, que forman al cartílago y al hueso craneal. Con las sucesivas generaciones de individuos estos efectos podrían amplificarse, lo que no presagia nada bueno para las estancias prolongadas de los viajes espaciales.
Los múltiples problemas observados en animales en desarrollo ponen objeciones muy serias para la reproducción de seres humanos en el espacio
La investigación, presentada la semana pasada en la conferencia de la Sociedad de Biología Integrativa en Salt Lake City, Utah, se suma a las crecientes evidencias de que la reproducción y el espacio son incompatibles.
Para simular la ingravidez del espacio, el estudiante de postgrado de Franz-Odendaal, Sara Edsall situó huevos fecundados de pez cebra en un biorreactor, que hace girar los objetos en su interior creando un ambiente de microgravedad. Edsall comenzó a hacer girar entre 10 y 14 horas después de la fertilización, coincidiendo con una etapa clave en el desarrollo de las células de la cresta neural craneal, posteriormente se detuvo entre 12 y 96 después.
Después del nacimiento del pez, Edsall manchó el cartílago craneal de la mitad de ellos de color azul. A continuación, los comparó con peces que no habían permanecido en microgravedad en estado embrionarió, y descubrió que los arcos branquiales, trozos de cartílago que soportan las branquias y que corresponden a partes de la mandíbula en los seres humanos, parecen alterados. Para ver si estos problemas persistían en la edad adulta, Edsall volvió a manchar los peces del segundo grupo varios meses después. Los peces adultos también fueron anormales: el hueso en la base de su cráneo se dobló, por ejemplo.
En 2002, Stephen Moorman, ahora en la Escuela de Medicina Robert Johnson en Piscataway, Nueva Jersey, también encontró anomalías en los huevos de pez cebra que se habían desarrollado en condiciones de microgravedad. Esta vez se les hizo girar en un biorreactor 30 horas después de su fertilización. Moorman descubrió que los peces desarrollaron un déficit en sus sistemas vestibulares, responsables del equilibrio. Los peces murieron después de sólo dos semanas.
El acceso a misiones espaciales es limitado, por lo que estos biorreactores permiten que los investigadores realizacen investigaciones "espaciales" sin salir de la Tierra. Edsall espera llevar a cabo el experimento del pez cebra en el espacio en 2015.
El uso de biorreactores no está exento de controversia, sin embargo. Kenneth Souza, científico senior en Dynamac Corporation, que ayuda a la NASA, señala que los biorreactores imitan mal las condiciones del espacio, Souza señala que los peces medaka criados en el espacio en 1995 no mostraron anormalidades. Edsall explica que el estudio de 1995 no era tan detallado como el suyo, y por eso pueden haber pasado algo por alto.
Lo que sí parece claro es que el viaje espacial afecta la reproducción. Joseph Tash, biólogo de reproducción en la Universidad de Kansas Medical Center, examinó 16 ratones hembras que viajaron el año pasado a bordo de la misión del transbordador de la NASA STS-131. Tash descubrió que las hembras de ratones tenían ovarios encogidos, los folículos ováricos murieron y regularon de forma decreciente los genes de los estrógenos. Sus sistemas reproductivos "habían cerrado", señala Tash.
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