LA GUERRA CIVIL CAMBIO LOS CONCEPTOS DE LA TAUROMAQUIAPor El ZubiLa guerra civil española llenó el país y a los españoles de ambos bandos de tragedia, hambres y sufrimiento, y como no, también llegaron sus secuelas, y de que manera, a la escena taurina, pues a la vez que se redujo drásticamente la actividad taurina, numeroso toreros, subalternos y ganaderos murieron en ambos bandos, bien en los campos de batalla o fusilados. A otros se les cortó la carrera en seco, como fue el caso de la torera madrileña Juanita Cruz, que en aquellos años previos a la contienda tenía ilusionada a toda la afición de España. También se dañó gravemente la cabaña ganadera, y como consecuencia de ello se introdujo tras la contienda un toro más pequeño, con menos trapío, bravura y poder que vino a cambiar muchos conceptos de la tauromaquia.Bartolomé Bennasar en su “Historia de la Tauromaquia” apunta que en 1935 la fiesta en España gozaba de muy buena salud. Los toros tienen presencia y poderío, y hombres como Domingo Ortega, Marcial Lalanda y Manolo Bienvenida, mantienen el brillo de la Fiesta. Sin embargo, la guerra civil (1936-1939) va a afectar duramente a la tauromaquia. Los toreros, en general, no se comprometieron en principio con ningún bando y demostraron a menudo bastante menos valor en la vida civil que en los ruedos. Cualesquiera que fuesen sus convicciones íntimas, las figuras del momento participaron en el espectáculo adaptándose a las consignas de la época, según la zona donde actuaban. En Madrid, por ejemplo, en un festival, El Niño de la Palma, Cagancho, El Estudiante y otros tres menos famosos, hicieron el paseíllo con el puño en alto y al son de la Internacional. En Valencia, el 30 de agosto de 1936, Domingo Ortega se vio obligado a participar en una “mini feria” organizada por los Milicianos. Tras la corrida se trasladó a Francia, a Dax, y aprovechó la ocasión para pasarse a la zona nacional. Las ganaderías caídas en zona republicana perdieron hasta su nombre en los carteles, y se anunciaban como “ganadería del Frente Popular”. En estos años algunas plazas de toros se convirtieron en huertos, como el ruedo de Las Ventas que durante 34 meses surtió de verduras y hortalizas a la población sitiada. Así se mantuvo, como huerto hasta la caída de Madrid, que hubo que habilitarlo para dar el 24 de mayo la corrida de la Victoria. Otras como la de Badajoz, sirvió como cárcel y de cómodo y cruel escenario para los fusilamientos masivos que allí se hicieron a las ordenes del teniente coronel Yagüe, como detalla el periodista portugués Mario Néves en su interesante libro “La matanza de Badajoz” y mas tarde el investigador local Francisco Pilo Ortiz, en su libro “Ellos lo vivieron”.
LA GUERRA CIVIL CAMBIO LOS CONCEPTOS DE LA TAUROMAQUIAPor El ZubiLa guerra civil española llenó el país y a los españoles de ambos bandos de tragedia, hambres y sufrimiento, y como no, también llegaron sus secuelas, y de que manera, a la escena taurina, pues a la vez que se redujo drásticamente la actividad taurina, numeroso toreros, subalternos y ganaderos murieron en ambos bandos, bien en los campos de batalla o fusilados. A otros se les cortó la carrera en seco, como fue el caso de la torera madrileña Juanita Cruz, que en aquellos años previos a la contienda tenía ilusionada a toda la afición de España. También se dañó gravemente la cabaña ganadera, y como consecuencia de ello se introdujo tras la contienda un toro más pequeño, con menos trapío, bravura y poder que vino a cambiar muchos conceptos de la tauromaquia.Bartolomé Bennasar en su “Historia de la Tauromaquia” apunta que en 1935 la fiesta en España gozaba de muy buena salud. Los toros tienen presencia y poderío, y hombres como Domingo Ortega, Marcial Lalanda y Manolo Bienvenida, mantienen el brillo de la Fiesta. Sin embargo, la guerra civil (1936-1939) va a afectar duramente a la tauromaquia. Los toreros, en general, no se comprometieron en principio con ningún bando y demostraron a menudo bastante menos valor en la vida civil que en los ruedos. Cualesquiera que fuesen sus convicciones íntimas, las figuras del momento participaron en el espectáculo adaptándose a las consignas de la época, según la zona donde actuaban. En Madrid, por ejemplo, en un festival, El Niño de la Palma, Cagancho, El Estudiante y otros tres menos famosos, hicieron el paseíllo con el puño en alto y al son de la Internacional. En Valencia, el 30 de agosto de 1936, Domingo Ortega se vio obligado a participar en una “mini feria” organizada por los Milicianos. Tras la corrida se trasladó a Francia, a Dax, y aprovechó la ocasión para pasarse a la zona nacional. Las ganaderías caídas en zona republicana perdieron hasta su nombre en los carteles, y se anunciaban como “ganadería del Frente Popular”. En estos años algunas plazas de toros se convirtieron en huertos, como el ruedo de Las Ventas que durante 34 meses surtió de verduras y hortalizas a la población sitiada. Así se mantuvo, como huerto hasta la caída de Madrid, que hubo que habilitarlo para dar el 24 de mayo la corrida de la Victoria. Otras como la de Badajoz, sirvió como cárcel y de cómodo y cruel escenario para los fusilamientos masivos que allí se hicieron a las ordenes del teniente coronel Yagüe, como detalla el periodista portugués Mario Néves en su interesante libro “La matanza de Badajoz” y mas tarde el investigador local Francisco Pilo Ortiz, en su libro “Ellos lo vivieron”.