En plena época de podadora económica, que se nota sobremanera en la cultura en general y la música en particular, la crisis parece más política que artística, pues sirve para apostar por lo de casa sin perder calidad y como dice el refrán, agudizando el ingenio.
No vamos a analizar la enorme calidad de una obra encajada perfectamente en el evento, aunque se quedase corta en duración e intención al faltarle la Eucaristía, con el oficio de Don Hilarión. Exigente en todos sus números, el coro estuvo por momentos en la cuerda floja y al límite de la afinación, calando levemente en alguna parte, así como la sensación de ir detrás del órgano (que no a la inversa a la vista del gesto directorial), estando más cómodo en las breves intervenciones a capella, pero totalmente entregado interpretativamente, dando muestras de una musicalidad a prueba de repertorio, con buena gama dinámica y el "pero" de la precisión con el diapasón.
Mejorable el color y emisión globales de esta formación pero comprendiendo el trabajo acumulado y el brusco paso de "La Corte del Faraón" a este Requiem donde la única coincidencia fue "El Casto". Al menos bisaron un Sanctus que resultó de lo mejor de este concierto. Y "vuelta a Egipto" tras un compromiso bien resuelto globalmente.