Rescue me

Por Lamadretigre

No es que yo sea una fan incondicional de esta nueva moda de los rescates. En absoluto. Me rechinan un millón de cosas. Sin embargo, no puedo por más que aceptar el rescate bancario como inevitable en términos generales. Creo que cualquier gobierno, de cualquier color, hubiera optado por rescatar a la banca. No sólo en España. Tenemos ejemplos de nacionalizaciones y rescates en todo el mundo. Otra cosa es cómo se gestione el mismo y cómo de bien o de mal se utilice el rescate en sí. Eso es harina de otro costal.

Por eso me sorprende cuando me encuentro que economistas de tendencias opuestas como Juan Ramón Rallo y Eduardo Garzón Espinosa se oponen a la medida. Con razonamientos distintos y por motivos dispares, pero se oponen al fin y al cabo. El primero propone básicamente que se recapitalicen los bancos desde dentro. Es decir, que donde usted tenía un bono sin garantizar o una preferente de Bankia ahora tendrá acciones del banco y aquí paz y después gloria. En función del tipo de deuda que la entidad en cuestión tenga con usted le llegará o no el turno de convertir sus derechos de cobro en acciones según el tamaño del agujero. Con esas acciones podrá usted hacer lo que guste entre lo que se incluye limpiarse el trasero si llega el momento en que valgan su peso en papel. El segundo propone en cambio que se les deje quebrar como a cualquier otra empresa. Se venden los activos y también en función del tipo de deuda que tenga el banco con usted cobrará todo, parte o nada.

Visto así a mí me gustan ambos escenarios. Dónde hay que firmar. Pero algo me dice que ambos planteamientos cojean de la misma pata: Sólo los soporta el papel. No la realidad. El sistema financiero tal y como está planteado y regulado hoy en día vive en un precario equilibrio que se sustenta sobre un dogma de fe: La creencia que tenemos todos de que tan buenos son cinco euros en tu bolsillo como cinco euros en tu cuenta. Aquí está el quid de la cuestión: que los cinco euros de tu cuenta no se corresponden con un billetito de cinco euros que tenga el banco a buen recaudo en una caja fuerte. Ni en pintura. Si me pongo muy optimista por cada cinco euros que tú tengas en tu cuenta el banco tiene cincuenta céntimos caja. Como mucho.

Esta fe ciega en que el dinero en cuenta es igual de valioso que el dinero en efectivo es lo que mantiene viva a la banca comercial en general y a la Española en particular. La banca española no sólo ha sufrido una debacle en el valor contable de sus activos sino que además esto ha conllevado también un empeoramiento sustancial de la liquidez de los mismos. Por eso se ha desatado la guerra de pasivos entre la banca comercial, porque necesitan liquidez. A toda costa. Ni el planteamiento de Rallo, ni el de Garzón tienen esto en cuenta, ninguno de sus planteamientos soluciona el evidente problema de liquidez de la banca en apuros.

En mi humilde opinión el planteamiento de Rallo salva mejor la papeleta si nos creemos que esos bancos van a sobrevivir a la debacle. Pero plantea problemas de otra índole como que de facto bancos extranjeros o incluso el BCE se podrían convertir en accionistas mayoritarios de estos bancos y exigir el control sobre la gestión de los mismos. Lo que no es intrínsecamente malo pero habría que ver cómo se come eso. Lo peor de ese planteamiento es que no sé quién en el mundo mundial iba a financiar estos bancos después del precedente de que te convierten las deudas en acciones a la primera de cambio. Lo que viene siendo no me dé usted gato por liebre. Sin contar que los instrumentos de pasivo de otros bancos sufrirían una crisis por contagio. Todos los bancos españoles tendrían que sudar la camiseta para financiarse.

El planteamiento de Garzón tiene un problema añadido. Asume que las pérdidas no serán tan grandes como para afectar a los depósitos y cuentas de la gente de a pie. Esto quizá sea cierto a nivel contable, lo que no tiene en cuenta es que aunque hubiera activos para respaldar los depósitos a la vista estos no serían ni mucho menos líquidos. Es decir que igual usted no acabaría por  perder sus ahorros pero lo que está por ver es cuando se los iban a devolver. Reduciéndolo al absurdo sería como si tú fueras al cajero y en lugar de un billete de veinte euros te diera un vale por una quincuagésima parte de un apartamento sin terminar en Marina D’Or. Contablemente puede tener el mismo valor pero seguro que a usted no le parece lo mismo.

Una quiebra bancaria implicaría para empezar una congelación inmediata de todos los activos hasta que se decida cómo y cuándo se realizan y se reparten. Durante un tiempo usted no podría disponer de su saldo en cuenta. Si se quisiera evitar esto se necesitaría una línea de crédito de emergencia y quién se la iba a dar ¿los mismos bancos extranjeros a los que se les acaba de aplicar una quita del cien por cien de su deuda? Lo dudo. ¿El BCE que es uno de los mayores acreedores de estos bancos y que por lo tanto también habría sufrido una quita monstruosa amén de tener que rescatar a un par de bancos alemanes y franceses? Lo dudo también. ¿El Estado Español que no tiene ni para pipas? Poco probable.

Y ahora díganme ustedes qué pasaría en los demás bancos, que la gente perdería la fe en el dinero en cuenta y se lanzaría a los cajeros a por efectivo. Y adivinen qué: los bancos sanos tampoco tienen tesorería para soportar un aluvión tal.

No pasa nada, pensarán ustedes, siempre nos quedará el Fondo de Garantía de Depósitos. Pues no. Porque ese fondo liquidez lo que se dice liquidez tiene la justita. Como no se ha previsto tener que usarlo, con ese dinerito se ha comprado deuda Española. Así que no se preocupe que usted recuperará su dinero. Algún día. Entre tanto a ver si le fían las naranjas a cuenta de una bonita Letra del Tesoro.

Ya les digo que el rescate no me entusiasma pero de momento lo acepto como el menor de los males. En cualquier caso no tengo demasiado apego a mis opiniones. Ni soy economista. Así que no lo duden, sáquenme de mi ignorancia. Sin piedad.


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