Reseña #108: martina con vistas al mar

Publicado el 17 febrero 2018 por Alaluzdelasvelas

Reseña #108: Martina con vistas al mar
¡Hola, hola, hola! Lo sé, lo sé, tenía que haber subido esta entrada ayer, pero es que me fue sencillamente imposible. Eso y leer vuestras entradas, claro; pero bueno, aquí me tenéis, poniéndole remedio a la hora de la siesta – una que no me vendría nada mal ahora mismo, por cierto. Contadme, ¿habéis tenido una buena semana? ¿Habéis estado disfrutando de libros maravillosos? Yo por mi parte no puedo quejarme. Aunque llevo unas cuantas (demasiadas) lecturas a la vez, me están pareciendo todas maravillosas. Quería aprovechar para comentaros que, aunque esta semana quería publicar la reseña de Cariño, cuánto te odio – podéis echar un vistacito en mi perfil de GoodReads, pero os adelanto que me encantó y que, seguramente, pasa a ser uno de los libros más divertidos que he leído este año –, me fue, una vez más, imposible. Esperad, tiene sentido. No la tengo hecha todavía. Los días tendrían que tener más horas. Ay. La vida. ¡Pero hay algo bueno! Os traigo la reseña de un libro que, sinceramente, me gustó mucho. ¿Qué, empezamos? ¿Sí? ¿Todas preparadas, todos preparados? ¡Dentro reseña!
Ficha técnica

Título:(Horizonte Martina 1) Martina con vistas al mar
Autora:Elísabet Benavent
Editorial:SUMA
Número de páginas: 672
ISBN:9788483658482
Precio: 16,90SinopsisMartina trabaja en la cocina de un hotel y sueña con ser chef.Martina ama a Fer, su antiguo profesor de cocina, desde hace ya diez años, o eso cree.Martina recibe una sorpresa el día de su aniversario: Fer la invita a cenar a El Mar.Martina tiembla cuando Pablo Ruiz, excéntrico chef del restaurante, se acerca a saludar.Martina fantasea, teme, camina... Sabe que nada será igual a partir de ese encuentro.Mi opiniónTenía ganas de una novela amable. Una de esas que hacen que sonrías como una boba a cada página. Una de esas que haga que te replantees tu forma de entender las cosas, tu forma de ver las relaciones. Tenía ganas de sonreír y suspirar. Tal vez por eso fuera a la biblioteca con el nombre de esta autora bailando en mi mente.Antes de empezar a hablaros sobre la novela, quiero aclarar algo. He leído opiniones en las que se dice que esta es una de las novelas más “lentas” de la autora. Discrepo. Es más reflexiva, más dulce cuando debe serlo y más dura cuando la situación la merece. Pero no es aburrida. Ni siquiera “lenta”. Es maravillosa a su peculiar manera. Aclarado esto, hablemos un poquito de la trama.
Martina es una de esas chicas más bien paradas. Una de esas que siempre intenta hacer lo correcto. Una chica seria. Una chica formal, como diría Loquillo. Ahora bien, esto no quiere decir que sea una santurrona que ni siquiera quiere oír hablar de salir con sus amigas, de sexo y demás prejuicios absurdos. Pensad en vuestro grupo de amigas y localizad a la más seria. Posiblemente Martina sea, en cierto modo, esa chica.
Nuestra protagonista acaba de salir de una relación. Una en la que ambos han quedado como amigos, porque el único interés que tenía el uno en la otra era echar un polvo de vez en cuando. Pura necesidad. La ruptura comporta que nuestra pequeña Martina se vaya a vivir con Amaia, una de sus dos mejores amigas. Bueno, eso y que un día la llame Fer, su ex novio, para decirle que Pablo Ruíz, cocinero reconocido en el país – totalmente ficticio, no os llevéis las manos a la cabeza –, ha decidido concederle un período de prueba. El mar, su restaurante, tiene fama de ser, cuánto menos, original. Pasional. Visceral.
Me he reído a carcajadas. Elísabet Benavent tiene mucha verborrea, una señora con la que te podrías ir de cañas y desternillarte de la risa con sus idas de olla, estoy segura. El lenguaje es fluido, muy de la calle, muy de como hablamos todas y todos. No hay grandes discursos, aunque sí hay grandes reflexiones. Reflexiones que calan hondo, porque hablan de personas y relaciones. Relaciones oxidadas, relaciones que resultan subversivas, relaciones mal enfocadas… y no hablo sólo de amor. El amor, a fin de cuentas, está sobrevalorado.Pablo Ruíz resulta ser todo un personaje. Un cocinero, un genio de carácter amigable. Alguien que quiere que todo el mundo en su cocina esté a gusto – pese a que se dice que tiene muy mal humor en ocasiones –. Él no cree en los uniformes, las horas de trabajo sumidas en la monotonía o las malas caras entre compañeros. Crea una utopía que sólo él quiebra de forma puntual. Una utopía en la que Martina se siente como un pececillo fuera del agua. No pongáis los ojos en blanco. No digáis: “Carme, siempre lees lo mismo”. No, joder, dadme un momento. La historia es bonita, sí, pero también es un – perdonad lo soez de mi expresión. Allá va – descojone. Un descojoneque merece cada segundo de atención. Porque Martina vive en un circo. Un circo protagonizado por Amaia, la que en vez de una boca parece que tenga una pistola; Sandra, la ninipor antonomasia a la que la vida le da una señora hostia; y ella misma, que no tiene ni idea de lo que significa soltarse el pelo y vivir un poco. Vivir, sin entrar en los tópicos de “sois unos borrachos, unos inconscientes”. Vivir como hay que vivir. Vivir como si cada día fuera el último, porque la vida es un viaje y pasarlo pensando en lo que podríamos haber hecho es de ser rematadamente estúpido.
Decía que Martina vive con una nini. Sí, amigas y amigos, Sandra Sandrita, la chica que con treinta años vive en casa de sus padres como si se tratara de un hotel y no tiene ni las narices de quitarse las bragas para acostarse con su novio. Vamos a ver, no digo yo que esté mal que en un momento dado eso pase, pero, por amor de Dios, estando solos y en casa… ¿me explica alguien que clase de desgraciada hace que su novio se sienta como si se fuera a tirar a una maldita muñeca hinchable? Porque quien me hable de machismo cobra, así tal cual. Íñigo – que así se llama el desgraciado que vive los vientos por su novia, aunque ella no le quiera nada –, acaba hasta los kiwis y… corta con ella. Así que Sandra se va con Martina y Amaia… a aprender lo que es la vida.Antes de atiborraros a impresiones y spoilers (habrá muchos, perdonadme, pero hoy vengo con ganas), quiero decir dos cositas. La primera es que, si bien es cierto que Pablo es un tío demasiado intenso, Martina no tiene alma de santa precisamente. La segunda es que adoro a Amaia. Soy muy fan de esta chica. Está loca. Tremendamente loca. Y me encanta. Me maravilla, porque no se calla ni una. Dice lo que piensa, sin tapujos y, ¡maldita sea, cómo se agradece eso!
Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler

Tres relaciones. Tres errores. Quiero hablar de todas, así que empezaré por la que más me ha gustado. Os hablo de Amaia. Veréis, ella es muy amiga de Javi, un chico al que conoce desde hace un porrón de tiempo y con el que además trabaja. Resulta que aquí los amigos son enfermeros en la planta en la que trabaja Mario, un médico por el que Amaia bebe los vientos. Un tío que, aunque sea majo, no merece ni un segundo de su tiempo. No voy a hacer apología de nada, sólo os hablaré de mis impresiones. La entiendo. La entiendo y, precisamente porque sé por qué hace lo que hace, no puedo más que asentir con la cabeza aunque por dentro grite “idiota, idiota, idiota”. Lanzar al cubo de la basura una amistad tan bonita por esa gran palabra, por la más temida de todas, es… atroz. Una locura. Una locura mayúscula. Así que sí, amigas y amigos, Amaia es idiota. Idiota de remate. Pero es una idiota a la que yo entiendo. De estar en su situación, hubiera hecho exactamente lo mismo.
Pasando a otros temas, Sandra me cae como el culo. Yo tengo muy mal genio y no podría ser amiga de una tía que se cree que es el ombligo del universo. Un poco de humildad, gracias. Porque la chica tiene telita. Telita de la fina. Lleva un porrón de años con el mismo tío – aquí yo me llevo las manos a la cabeza –, uno que para más inri la adora. Respira por y para ella. ¿Y qué obtiene a cambio? Nada. Reproches, insultos e indiferencia. Nada, que la chica había nacido queriendo ser princesa y le han quitado el trono. Dos guantazos. ¡Y qué guantazos, desgraciadamente metafóricos, le da la vida! Me alegró ver que, aunque despacio, empezaba a entender cómo de ruin había sido. Pero no pongo tampoco el grito en el cielo. Esa chica sigue cagándola, por mucho que haya avanzado. Y ahora los grandes de la historia. Pablo y Martina. Martina y Pablo. Una relación que se cuece a la sombra de las dudas. Él, tan intenso. Ella, tan reprimida. Él, que vive al día. Ella, que lo tiene todo medido. La pareja que juega al despiste. Sexo desmedido para ocultar inseguridades y verdades. ¿Cuántas veces me he puesto hecha un basilisco con este tema? ¿Cuántas veces he dicho que hay que ir con la verdad por delante, sea cual sea? Pues nada, que nuestro Pablo Pablito tiene un secreto… y no, no es que ha clavado un clavito. El secreto, como no puede ser de otro modo, va acompañado del nombre de una mujer.
No me gustan las relaciones serias. Lo he dicho muchas veces. De hecho, os repito que yo soy de esas que tienen pavor al compromiso. Las cuerdas atan y a mí, sintiéndolo mucho, no me gustan nada. Estoy más en contra todavía de destrozar relaciones. Eso no se hace. Si algo no funciona, son las personas implicadas las que deben darse cuenta. Meter a alguien de por medio que, para más inri, vive en la más absoluta de las ignorancias… eso no tiene nombre. ¿Cómo va a dormir esa persona, eh? ¿Cómo se puede ser tan insensible?
Antes de llegar al punto que comento en el párrafo anterior, la historia es tierna y divertida. Un libro narrado desde muchos puntos de vista, porque aunque el mayor peso se lo lleve Martina, las escenas de Amaia y Sandra tienen mucha relevancia. No así, a mi juicio, lo que nos narra el propio Pablo. Páginas y páginas centradas en suspirar por el amor que siente, el hombre enamorado del amor – sí, yo estoy al borde del íctus –. Páginas en las que nos habla de su madre y de su relación con Malena. Una relación quebrada, hecha jirones… una relación que quema todo a su paso.Sabía cómo iba a acabar el libro. Había pinceladas, adelantos evidentes… y acaba mal. Sí, amigas y amigos, éste libro acaba mal. Para todo el mundo. Porque Amaia toma la decisión que toma y a Martina la verdad le da un santo guantazo a la altura del que recibe Sandra. Os digo una cosa. Si este libro hubiera acabado bien, yo no me lo hubiera creído. No soy tonta, sé que el siguiente será la solución y, aunque la espero, me da miedo que sea demasiado… fácil.
Con todo, Martina con vistas al mar es una historia divertida, dulce y, en ciertos momentos, desgarradora. Una historia que cuenta con dos protagonistas sencillamente maravillosos y un elenco de personajes secundarios no tan secundarios que deja con muchas ganas de más.
Nota: 4/5
Citas(…) Fer siempre lo dijo: el aburrimiento es la enfermedad que pudre las relaciones.(…)
(…) Lo peor es darte cuenta de que los errores que cometes son los que te llevan a puntos de no retorno de los que no sabes salir.(…)
(…)<<Si te acosa en plan mal, dínoslo. Tengo una navaja de mariposa metida en el bolso>>. Amaia.(…)
(…)-Mi padre siempre dice que las verdades a medias son las peores mentiras.(…)
(…)-¡¡Martina!! Es solo una fiestecita en casa. Ambiente distendido. Yo bebo, él bebe, me cuenta sus intenciones contigo, le rajo como a un cochino, escondemos el cadáver, haces salami con él para no nos pille la policía…(...)
(…)-Eso suena a falacia. Va a dar clase a una niña que no aprueba ni para atrás. ¿Por qué inventas? – le respondió Amaia. -¿Y tú por qué comes sin masticar como si fuera tu último día sobre la faz de la Tierra?-¡¡Porque me da la puta gana, perra de mierda!!(…)
(…)-Ha sido la antesala del infierno. El ensayo general para la función satánica del apocalipsis.-Sí. Tienes razón.(…)
(…)-Pablo…, lee a los clásicos y aprende algo que no sea amor romántico. Escribió Goethe que <<para calmar las ansias de lo lejano y lo futuro, ocúpate aquí y ahora, usando tus aptitudes>>.-Es justo lo que estoy tratando de hacer – le respondí.-No. Tú te crees que por correr más rápido ese futuro que tantas ganas tienes de vivir vendrá antes, pero ¿sabes qué? Que si sigues haciéndolo, llegarás cansado y no te esperarán más que los jirones de aquello que quisiste coger por el camino y que rompiste de tanto tirar.(…)
(…)-Ay, Martina, por Dios. – Se rio a carcajadas –. Fóllatelo y cómete su cabeza después, como las mantis religiosas.(...)