Reseña #124: Volverás a Alaska
¡Hola, hola, hola!
El libro cayó en la lista de pendientes gracias a la reseña de Cris – que podéis leer haciendo clic aquí –, administradora del blog Bajo la piel de un lector. Si no conocéis su blog, no sé por qué no estáis yendo ahora mismo a echar un vistazo. No es sólo que vayáis a engrosar considerablemente vuestra lista de cositas para leer, que también; es que Cris es un amor. Estoy segura de que no os arrepentiréis de darle una oportunidad. Pasando a la entrada de hoy… pues que la tenía muy pendiente, sí, sí. ¿Vamos a ello?
Ficha técnica
Título:Volverás a AlaskaAutora:Kristin HannahTraductor:Jesús de la TorreEditorial:SUMANúmero de páginas: 560ISBN:9788491292371Preció libro físico: 19,90€Precio formato electrónico:9,49€ Sinopsis Ernt Allbright vuelve de la guerra de Vietnam convertido en un hombre distinto. Incapaz de mantener un trabajo, toma una decisión impulsiva: toda su familia comenzará una nueva vida en la salvaje Alaska, la última frontera.
Con apenas 13 años, su hija Leni ansía encontrar su lugar en el mundo, mientras que su mujer, Cora, estaría dispuesta a cualquier cosa por el hombre al que ama, aunque eso signifique seguirle en su aventura hacia lo desconocido. En una inhóspita y remota esquina del país, los Allbright encontrarán una pequeña comunidad de hombres aguerridos y mujeres aún más fuertes en la que labrarse un nuevo futuro. Allí, Leni tendrá que madurar muy deprisa, enfrentándose al desafío de una naturaleza desmesurada y cruel, a lo que oculta su propia familia y a la tormentosa relación de sus padres. Pero cuando el invierno llegue y el frío y la oscuridad lo invadan todo, madre e hija descubrirán que, en un entorno hostil, nadie puede salvarte más que tú mismo.Mi opinión
1974 – 1986
Hay un dicho: aquí arriba se puede cometer un error; el segundo te matará.
Leni y sus padres se mudan cada dos por tres, algo que empezó cuando él volvió de la guerra de Vietnam. El problema es que Ernt no volvió igual que se fue. Después de ser prisionero de guerra, el hombre está muy jodido. Tan jodido que las cosas en casa van fatal. Todo parece cambiar el día en que llega una carta del padre de su compañero muerto. En ella pone que le han dejado una casa en la salvaje e inhóspita Alaska. ¿Y quién dice que no es un buen momento para empezar de cero?
Alaska. La misma Alaska en la que los inviernos tienen noches de dieciocho horas. La misma en la que más vale que tengas la despensa llena “cuando se acerca el invierno”. Alaska, indómita. Alaska, misteriosa. Cora – la madre de Leni – y Ernt no tienen ni la más mínima idea de cómo se hacen allí las cosas. Ya no hablemos de la pobre Leni. Pero no están solos. La comunidad, la maravillosa comunidad, está allí para ponerles las cosas ni que sea un poquito más fáciles.
No había tenido el placer de leer nada de la autora. Después del éxito que cosechó El ruiseñor – libro que planeo leer, con suerte, este año -, me moría de ganas por hincarle el diente a esta joya. Joya, os cuento, porque me ha encantado. Kristin Hannah tiene una forma muy sencilla de narrar, una prosa que nos transporta de lleno a los paisajes de Alaska, esos helados, terroríficamente hermosos.Cora y Leni están deseosas de que todo salga bien. La llegada a Alaska parece haber serenado a Ernt, que ya no tiene terrores nocturnos y se parte el lomo trabajando codo con codo con Marge La Grande y otras personas de la comunidad. Pero no es oro todo lo que reluce y, cuando los Walker celebran una fiesta en una de las playas, empezamos a verle las orejitas al lobo. Un lobo que, sorpresa sorpresa, muerde con demasiada fuerza.
No os voy a mentir: el libro es duro. Claro que vais a sonreír, claro que vais a pensar que Alaska es un lugar duro y precioso al mismo tiempo… pero hay más. Mucho más. Ernt es un maltratador. Uno peligroso, para más inri. Un asqueroso animal que da palizas a su mujer. ¿Por qué?, os preguntaréis. Me gustaría deciros que hay un “solo motivo”, pero sería mentira. Ernt levanta los puños por cualquier cosa, algo que Leni tarda mucho en entender. A fin de cuentas, ella no es más que una niña de trece años. ¿Quién te va a decir que en casa cohabitas con una bestia?, ¿quién te va a decir, cuando eres pequeña, que tu padre es, en realidad, el problema del que hay que huir?
Sin adelantaros nada, os diré que la primera parte del libro se desarrolla en 1974. Un año muy duro para Cora y Leni. Nuestra pequeña protagonista conoce esos días a Matthew, un niño encantador que, por un suceso, se sumerge en una depresión muy profunda. Por supuesto, se va del pueblo en el que viven. Y Leni se queda sola. Sola con su madre, que quiere demasiado a su marido para aceptar todo lo que está pasando; sola con Marge La Grande y Tom Walker, que luchan con uñas y dientes por abrir los ojos a Cora. Sola en una casa en mitad de la nada, con el monstruo.
Hay que tener mucho tacto con el maltrato doméstico. Frivolizar un tema tan serio, tan sumamente oscuro, sería un error. Kristin Hannah no lo hace. Ella nos habla de ese amor enfermizo, de esas relaciones tóxicas que hacen que alguien deje de lado a su familia por seguirle el juego a un monstruo. Esas relaciones que desembocan en niños recién nacidos que no tienen ninguna culpa y, durante años, viven en la más horrible de las ignorancias. Lo descarnado de su prosa, la crudeza que desprende, esa brutalidad con la que nos habla del estado de Cora “después de él”, esa forma como Ernt alterna la cordura con la ira. Chapó. Sobra decir que yo le hubiera pateado las putas pelotas a ese cerdo de mierda. De hecho, le hubiera dejado tibia esa cara de cabrón que se gasta. Que le pagasen con la misma moneda, eso quería. Y que lo hiciera Cora. No sabéis la frustración, la impotencia, que se siente leyendo el libro. Ese runrún enfermizo que silba: “haz algo, joder, haz algo de una putísima vez”. Eso es Volverás a Alaska. Y lo es, no porque el libro nos hable en su totalidad de como alguien se somete a un maltratador; sino porque hay personas que plantan cara a la situación.
Supongo que todo estalla el día en que Marge La Grande y Tom buscan un “futuro” para la familia. Ahora bien, hay un problema con la gente como Ernt y es que, si ven que pierden poder, se las apañan para recuperarlo.
Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler
He llorado mucho. Así, tal cual. Ha sido horrible tantas veces, tantas jodidas veces, que no sé cómo empezar a contaros todo lo que me ha hecho sentir Volverás a Alaska. Así para empezar, una impotencia de campeonato. La llegada de Ernt a casa, con un despido escrito en los ojos, no me gustó. No me gustó nada. Como os comentaba un par de párrafos más arriba: es una excusa. “Le han despedido”, porque él no tiene problemas con el alcohol, ¡claro que no!, ni problemas de control de ira, ¡por favor! Qué asco. De verdad, qué asco.
La locura de Ernt roza límites peligrosos, pero ha tenido sus puntos buenos. Leni es una cazadora maravillosa, una chica que sabe cómo sacarse las castañas del fuego. Una chica que llega a los diecisiete años más sola de lo que le gustaría, y es que es muy triste no tener a nadie de tu edad con quién hablar de cosas tan absurdas como el tiempo o las últimas lecturas que has tenido.
El panorama sólo empeora la “cordura” de Ernt cuando Matthew Walker vuelve al pueblo. Después de años escribiéndose con Leni tras la muerte de su madre, el chico está enamorado. Muy enamorado, de hecho. Y es precioso, joder, porque alguien tan bueno con Mattie no se merecía nada de lo que le pasó. Ni una sola de las cosas que tuvo que soportar.
Creía que mi relación de “amor-odio” era con Cassandra Clare. Parece ser que Kristin Hannah se suma a la lista. No sabéis la mala hostia que me entró cuándo leí todo lo que pasó con Matthew. De verdad que no os hacéis una idea aproximada. Lo peor del tema es que para Ernt no deja de ser una victoria: ver mermada la calidad de vida del chico que está enamorado de su hija, saberse fuerte. Qué asco da tener que imponerse a golpe de puño.
No voy a mentir: se lo merecía. Ese cerdo hijo de malos padres se mereció lo que le hicieron. Cora, por una vez en todo el jodido libro, hizo lo que tenía que hacer. Ahora bien, hubo muchos daños colaterales. Tantos que no os los puedo contar por mucha zona spoiler que sea esto.
No recuerdo exactamente en qué punto supe que todo iba a ir a peor. La estabilidad que consigue Leni se va a la mismísima mierda con la caída de Matthew y la suerte que corre Ernt. Una estabilidad que le cuesta irse de Alaska y vivir a la sombra de las consecuencias, con la mentira incrustada en la piel.
El final… Joder, el final. ¡Qué final! Después de llorar como una magdalena por Cora, vi un rayito de esperanza. Uno pequeño, pero uno a fin de cuentas. La lealtad, la amistad desinteresada y el amor. Es un error creer que el amor nos lo debe la familia. Muchas veces, demasiadas, por desgracia; la familia tenemos que elegirla nosotras y nosotros, sin pensar en quién comparte lazos de sangre con quién. Marge La Grande, Tom Walker, Matthew y su hermana… esa es la familia de Leni. No sé qué más deciros para que lo leáis. Vale la pena. ¡Claro que vale la pena! Conocer la historia de Leni y Cora, ver cómo, con ganas y fuerza de voluntad; se pueden fabricar futuros buenos, sanos.
Con todo, Volverás a Alaska es una novela preciosa. Cruda, descarnada y evocadora. Kristin Hannah nos sumerge de lleno en la vida de Cora y Leni, dos mujeres que viven con un monstruo. Sin poesía, sin segundas intenciones. La realidad, con todo lo que ello implica. Dadle una oportunidad. De verdad, dádsela.
Nota: 5/5
Citas
(…)Ahora Leni era lo bastante mayor como para saber que, como todos los cuentos de hadas, el de ellos estaba lleno de matorrales, lugares oscuros y sueños rotos y también chicas que se escapan.
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O quizá se estuviese disculpando por algo que aún no había hecho pero que temía llegar a hacer.
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Se supone que uno está a salvo cuando está en casa, con sus padres. Se supone que ellos deben protegerte de los peligros del exterior.
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La verdad era esta: que el invierno no había hecho más que empezar. El frío y la oscuridad continuarían mucho, mucho tiempo y estarían allí solas, atrapadas en aquella cabaña con papá.Sin teléfono de emergencias al que llamar ni nadie a quien pedir ayuda. Todo es tiempo, papá le había estado enseñando a Leni los peligros del mundo exterior. Lo cierto era que que el mayor peligro estaba dentro de su propia casa.
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-Te quiero – dijo mamá. Ahora también lloraba y, de repente, Leni comprendió la realidad de su mundo, la verdad que Alaska y toda su hermosa dureza le había revelado. Estaban atrapadas, por el clima y por el dinero pero, sobre todo, por el amor enfermizo y retorcido que unía a sus padres.
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El miedo, según supo Leni, no era el pequeño armario oscuro que siempre había imaginado: pareces que se acercaban, un techo con el que te golpeabas la cabeza, un suelo frío al tacto.No.El miedo era una mansión, una habitación tras otra, conectadas por interminables pasillos.
(…)