Reseña #127:
Al final de la calle 118
¡Hola, hola, hola!
¡Una semana más que se nos va! Ahora sí que empieza la cuenta atrás. Aquí una servidora en dos semanas justas empieza las clases. Deseadme suerte de antemano, ¿sí? Me da en la nariz que la voy a necesitar – ¡¡sed muy generos@s!! Bromas a parte, ¿qué andáis leyendo? Yo la verdad es que estoy un poquito (
¡Ya paro, ya paro! Hoy quería traeros la reseña de una de las grandes lecturas del verano, sí, sí. ¡Dentro reseña!
Ficha técnica
Sinopsis Vivir al final de la calle 118 no es fácil. La madre de Valeria y Raven las abandonó hace años sin dar explicaciones y ambas han tenido que aprender a ganarse la vida. Mientras Valeria tiene un insignificante trabajo como modelo, su hermana patea la ciudad en busca de hombres a los que seducir para pagar el alquiler a cambio de sus servicios. Valeria pensaba que todo seguiría así para siempre, hasta que escucha la música de aquel chico al final de la calle, junto a su casa, y sus miradas se cruzan. Desde ese momento, una serie de curiosas coincidencias llevará a los personajes de esta novela a cambiar sus vidas como nunca se hubieran imaginado.Mi opinión
Llevaba mucho tiempo queriendo leer algo de esta autora. Precisamente fue con esta novela,
Al final de la calle 118, con la que ganó el premio Plataforma Neo (La Caixa) y, qué queréis que os diga, lo tenía bien merecido. Clara Cortés nos cuenta la historia de Raven y Valeria, dos chicas que lo perdieron todo siendo demasiado jóvenes y que ahora malviven en un motel, precisamente al final de la calle 118. El caso es que la madre de nuestras dos hermanas las abandonó cuando Valeria sólo tenía diez años y Raven apenas los dieciocho. ¿Y cómo se han mantenido a flote? Esta es la parte dura. Raven es prostituta; Valeria dejó el instituto a los dieciséis y es modelo comercial. Trabajos que a duras penas les dan para llegar a fin de mes, honra decir.Cuando empecé la novela, no sabía lo que me iba a encontrar. Desde luego, un inicio así no. Ojo, a mí el libro me ha encantado. Me gusta el tono cínico, ese punto de sarcasmo que hace a Valeria una protagonista maravillosa.Y es que nuestra chica está harta de todo. De la vida de mierda que llevan, de cómo Rachel pasó a ser Raven, porque no soportaba la disociación de su propio cuerpo cada vez que tiene que dejar que la toquen; de cómo el dinero escasea y, joder, de que la felicidad, para ellas, ha muerto.
Es precisamente en esas circunstancias en las que Valeria conoce a Simon. Va bajando la calle, rozando con la punta de los dedos la verja del orfanato en el que tal vez esté su sobrina aún– sí, amigas y amigos, la pobre Raven llevó allí a su hija porque, evidentemente, no podía mantenerla -, cuando escucha la música. Una guitarra, un chico tímido y una protagonista con muy malas pulgas, ese es el cóctel.
Siempre hablo de (
Valeria no es simpática con Simon, ni mucho menos. El pobre chico tiene vergüenza hasta de su propia sombra y nuestra protagonista, lejos de ponérselo fácil, se dedica a lanzar dentelladas cada vez que cree que la cosa se le va a ir de las manos.Es gracioso, porque habla demasiado. Tanto que un día se ve a sí misma diciendo que, cuando recogió a su hermana en comisaría, enseñó un carné falso. ¿Y qué pinta Simon en eso?, me preguntaréis. Pues sólo es el hijo del jefe de policía.
Sin desvelar demasiado, os diré(
Cuando acabé el libro, estuve echando un ojo a las opiniones de Good Reads. Os cuento esto porque, al parecer, había mucha gente que había leído spoilers sobre el final. Yo no. Como siempre, llegaba tarde a la fiesta – tres años tarde, para ser exactos -. Así las cosas, me llevé un disgusto de la hostia.¿Sabéis eso de volver a leer la misma página una y otra vez? Sí, ese momento en el que te quedas en shock y te repites “no puede ser”, volviendo a leer. ¡Cómo si eso cambiara algo! Es tan gracioso como buscar tu nota en un tablón, ver un suspenso y decir “no es mío”. Creo que ha quedado claro. Bien. Os lo voy a escribir claro: me cago en el puto final. ¡Qué injusto, qué jodidamente injusto!
No, no os lo pienso contar. Si sois como yo y no sabéis quépasa, por favor, ¡no busquéis! Leedlo, porque, aunque duela horrores, vale la pena.Aclarado esto… sigamos. Valeria acaba trabajando para un tío harto extravagante. Un hombre que, aunque es buena gente, parece algo así como un híbrido entre el Sombrero Loco y Jack Sparrow en los días malos. Un amor, cuidado, con una hija que deja a Valeria al borde de un infarto.
Creo que hacía tiempo que no leía sobre una relación que se cuece tan despacito, con tanta dulzura que no puedes más que sonreír.Si con Fangirl– podéis leer la reseña haciendo clic aquí – se me caía la baba, con Simon y Valeria no puedo más que suplicaros que deis una oportunidad a la novela. Ella es bastante… bruta. Sí, bruta. Habla sin florituras, de forma contundente y directa. Él no. Es tan dulce, tanto, que es imposible odiarlo. Algo que me ha gustado mucho es cómo la autora nos habla del mundo de la salud mental. Ver cómo la mezcla de antidepresivos y ansiolíticos colapsan a Raven poco a poco, de forma tan sutil que, para cuando Valeria se da cuenta, el mal está hecho. Eso, las palizas, el sexo descarnado, sucio y humillante. El vacío de Rachel. Clara Cortés nos habla de una chica que se ha perdido, ocultándose tras un avatar que no existe. Rachel a salvo, Raven dando la cara. Me encanta. A lo largo de la novela hay algunas sorpresas. Y palabras muy duras. De esas hay a patadas. Mordiscos que hacen diana cuando Valeria menos lo necesita. Supongo que es ley de vida. Pese a todo, ella avanza. Avanza pisando con fuerza, buscando soluciones, resolviendo los problemas. Si no avanzas, mueres; y nuestra chica eso lo tiene muy claro.
Si lo pienso fríamente, la novela tiene el final que merece. No estamos hablando de dos chicos que se conocen en clase, que empiezan a tontear y se van de cervezas antes de echar un polvo. Estamos hablando de dos personas rotas, pero de formas diferentes; de gente que sólo necesita que la escuchen y que sabe buscarse la vida cuando todo parece llegar en contra.Si bien Raven no es un ejemplo de buena conducta– y no hablo de su trabajo, creedme -, es una persona muy fuerte. Alguien que sacó a su hermana de la desgracia. Si eso no es tener un par de ovarios, yo ya no sé qué queréis que os cuente. Espero que le deis una oportunidad. Yo, personalmente, estoy segura de que leeré más libros de esta autora.
Con todo, Al final de la calle 118es un libro duro, cargado de momentos que hacen que el corazón se salte un par de latidos. Palabras crudas, una prosa preciosa y descarnada a un tiempo. Clara Cortés se luce, os lo aseguro.
Nota: 5/5