Reseña #163: Drácula

Publicado el 26 octubre 2019 por Alaluzdelasvelas



Reseña
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Drácula
 ¡Hola, hola, hola!
 ¡Nos acercamos a Halloween! Sí, sí, queda menos de una semana. Decidme, ¿tenéis planes para ese día o echaréis la noche leyendo una buena historia de terror? Personalmente, me muero de ganas de que llegue, sí, sí; y, para ir abriendo boca, os traigo la reseña de una historia ideal para estas fechas. Si sois como yo y no habéis visto ninguna adaptación cinematográfica, estoy segura de que os interesará conocer un poquito más a nuestro conde. Y ahora…¡Dentro reseña!
Ficha técnicaTítulo:Drácula Autor:Bram Stoker Traductor:Juan Antonio Molina Foix Editorial:Austral Singular Número de páginas: 576 ISBN:9788408167891 Preció libro físico: 11,95€ (Tapa blanda) Precio libro electrónico:4,99€ (Versión digital
Sinopsis Si hay un mito literario que haya alcanzado la universalidad, sin duda es el de Drácula, el arquetipo del vampiro. Publicada a finales del siglo XIX y recibida todavía como una novela gótica tardía, sus repercusiones han desbordado con creces el ámbito cerrado del género, gracias a una hábil amalgama de folclore e historia auténtica. Dráculaes un clásico porque cuenta algo que puede suceder donde quiera que haya seres humanos: el miedo a la muerte y a los muertos, el sueño de la inmortalidad, la dialéctica psicológica y sexual en nuestro interior entre dominio y sentimiento, entre el deseo de herir a los que amamos y de ser heridos por ellos.Mi opiniónBienvenido a mi casa. Entre libremente. Pase sin temor. ¡Y deje en ella un poco de la felicidad que trae consigo!
 Jonathan Harker está de prácticas. O algo así. Siendo el ayudante de un famoso procurador, debe viajar a la intrigante Transilvania para reunirse con el conde Drácula. Lo que nuestro pobre protagonista no sabe es que va a caer en un lugar lleno de supersticiones, malos augurios y amuletos; un pueblo harto puritano, donde nadie quiere hablar de su destino. Cómo no puede ser de otra manera, nuestro chico inglés pasa de todas las advertencias. Él ha ido hasta allí para hablar con Drácula. Quéasí sea.
 El castillo es un lugar… diferente. Tras la archi-famosacita de Drácula dándole la bienvenida, Jonathan se instala en lo que podríamos considerar un edificio austero, terriblemente grande y… cerrado a cal y canto. Hay muy pocas puertas que nuestro protagonista pueda – o deba – cruzar.Ah, se me olvidaba algo que podría ser importante… Drácula huele raro, algo así como carne podrida, carne muerta; tiene las uñas ridículamente largas y unos colmillos puede que demasiado desarrollados.

 Lo más gracioso, sin embargo, es que a medida que pasan los días nuestro protagonista empieza a ser testigo de extraños acontecimientos – que no os pienso desvelar –. Situaciones que consiguen ponerle los pelos como escarpias, los mismos que hacen que, esta vez sí, se cuestione hasta qué punto esa gente que él había tildado de temerosa y puritana tenía razón.
 Hacía mucho tiempo que quería leer la gran obra de Bram Stoker. Tenía curiosidad, las cosas claras; porque estoy un poco harta de esta era de vampiros que cortan el hipo. Vamos, quería reencontrarme con el clásico, con el monstruo. Antes de nada, debo deciros que la historia es lenta. Muy pero que muy lenta. Evocadora, con un puntito melancólico rozando en lo oscuro que genera una atmósfera a ratos opresiva; Bram Stoker nos desmenuza, en forma de diario, la historia del señor Harker… y otros protagonistas.
 Si he de ser sincera, me quedé muerta con el salto del diario de Jonathan al de Mina, su prometida. Una chica encantadora, las cosas como son; mi protagonista favorita, eso también. ¿Y qué pasa con ella? Bueno, Mina está preocupada. Cada vez tiene menos noticias de Jonathan y, las pocas que tiene, son extrañas. Mensajes escuetos, casi impersonales; telegramas que hacen que se cuestione qué diablos está pasando. Así las cosas, pasar unos días con su mejor amiga, Lucy Westnra le parece una maravilla.
 Lucy es la típica chica preciosa que tiene a un montón de pobres idiotas suplicando su mano. El vencedor es el señor Holmwood – que luego tendrá un título nobiliario bastante importante –. Un hombre encantador y toda esa palabrería que queda tan mona cuando describimos a un galán de la época. Pero hay más: el doctor Seward, un consagrado psiquiatra; y el señor Morris, hombre americano ligeramente flemático, son los hombres a los que nuestra Lucy despacha de muy buenas maneras – sí, es asquerosamente educada, la chica –, pero que estarán presentes cuando… bueno, cuando las cosas se pongan feas de verdad.
 No os quiero contar nada más, porque considero que a Dráculaes mejor llegar a ciegas. Ahora bien, quiero advertiros dos cosas.La primera es que, si buscáis una epopeya romántica en la que el conde se redime a favor de un amor, os estáis equivocando de novela. No es romántica. En ningún condenado momento. La segunda es que hay que tener mucha paciencia. La historia avanza despacio y a ratos no puedes más que preguntarte cuándo demonios va a pasar algo que haga que te preguntes quién les ha mandado meterse dónde no les llaman. Pese a todo, creo que vale la pena. Como comentaba párrafos más arriba, la prosa de Stoker es sencillamente deliciosa, a ratos poética, a ratos tirando a cruda – hay una serie de descripciones que me revolvieron el estómago, ahí os lo dejo.  Vamos a abrir boca. Lucy últimamente está muy pálida. Parece que está perdiendo la energía. ¿Cuándo empezó? Oh, cuando Mina la encontró en mitad de la calle, tras un episodio de sonambulismo. Ah, ¿os he comentado que hay algo un poquito raro en su cuello?  Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER
 Dráculaestá desaprovechado. Hace poco hablaba con una amiga sobre el tema de que un personaje quede deslucido, siendo teóricamente protagonista, y ella dijo que “había invitados en su propia historia”. La descripción me gustó mucho, precisamente por lo acertada que es. Así he sentido yo a Drácula. Si bien es cierto que en los primeros capítulos lo vemos y escuchamos, disfrutando del miedo irracional – al menos en apariencia – que se va haciendo eco en Jonathan; sencillamente desaparece. Apariciones estelares, el continuo “está pero no lo vemos” y un final que, me vais a perdonar, me pareció bastante lamentable.
 No penséis que la novela no me ha gustado. Me mantuvo enganchada y el último tercio lo leí prácticamente del tirón para saber qué demonios pasaba con Mina y compañía. Y es aquí donde puedo romper una lanza a favor de Bram Stoker. En su novela, Mina Harker– ajá, la chica se nos casa – es la más inteligente del grupo. Intuitiva, terriblemente empática y muy locuaz en sus explicaciones; es la única que consigue anticipar, por esto y otros motivos de los que no os pienso hablar, los movimientos de Drácula. Es gracioso, porque es el doctor van Helsing – un tío al que, lo siento, no soporté – quién la tilda de “una mujer tan inteligente como un hombre” - bravo, amigo, eso es machismo gratuito y lo demás tonterías –; el mismo que ve desde el principio que es cosa de vampiros lo que está pasando en Inglaterra.
 Algo que me ha decepcionado es que la mayor parte de la trama transcurra en Inglaterra y no en Transilvania. Los bosques oscuros de los que se nos habla al principio, ese castillo prácticamente hechizado; pierde fuerza en favor de un empirismo inglés salpicado de verdades paranormales. Y eso estaría bien, claro, si no fuera porque, cuando por fin se ponen rumbo a “casa de Drácula”, vemos poco más que mar y sueños.  No creo que sea una novela para todo el mundo. Lo comenté con el grupo de lectura con el que leí la novela y os lo digo a vosotras y vosotros ahora: le sobran páginas. Muchas, de hecho. La historia es innecesariamente larga para lo que se nos cuenta, tanto que, lo siento, llegó un punto en el que me preguntaba para qué diablos servían todas las charlas insustanciales – e infumables – del doctor van Helsing, si después la acción duraba lo mismo que un parpadeo. Pese a todo, hay cosas maravillosas. Recuperar a un monstruo sanguinario, carente de empatía, que se comporta como un niño que no tiene ni idea de qué demonios está haciendo. Un crío, sí, que busca hacer el mayor daño posible a fin de obtener beneficios que él ni siquiera entiende.  Los personajes secundarios no estuvieron mal. El señor Morris me cayó bastante mejor que lord Holmwood y el señor Seward – ya no hablemos del doctor van Helsing -, pero quedan deslucidos. Para ellos, la pérdida de Lucy hace que necesiten una nueva figura femenina de la que enamorarse platónicamente, figura que, ¡cómo no!, encuentran en Mina. Es una pena, porque nuestra protagonista borda el papel de madre/mujer preocupada, accediendo a los ruegos de “esos hombres valientes” - qué enferma me pongo con estas cosas, de verdad os lo digo –; para luego demostrar que ella, al menos, tiene de verdad ganas de hacer bien las cosas, pese a sus… problemas – y no, tampoco os hablaré de esto, porque a mí me pilló por sorpresa.


Evocadora, con una prosa poética y ligeramente oscura, Dráculaes una de esas novelas que entretienen. Recuperamos al monstruo original a golpe de capítulos narrados en forma de diario. Si bien es cierto que la novela puede resultar algo lenta, vale la pena leerla.
Nota: 4/5