Cuentos hacia el inconsciente
Sinopsis
Al calor de una hoguera invernal fluyen los relatos de Cuentos hacia el inconsciente. Son relatos de viajes, de descensos y ascensos, de descubrimientos y pruebas que tienen lugar en remotas y extrañas regiones y congregan una multitud de seres reales y fabulosos en el tránsito que los conduce a la sabiduría. Bajo la forma alegórica de los cuentos maravillosos, en este recorrido el lector se hace cómplice de los héroes y participa de sus descubrimientos, pues, al fin y al cabo, la verdad de uno de los seres que pueblan el mundo es también la verdad de todos. Así, la magia y la maravilla de estas historias se revierten sobre el lector para disipar en él, en una especie de terapéutica, los fantasmas desoladores del sufrimiento.
Una serie de relatos de corte fantástico pero nada evasivo, que ponen el acento en el autodescubrimiento, el vitalismo y la positividad con tal de ofrecer al lector un punto de vista existencial más proclive a la realización personal plena.
Antes de comenzar esta reseña, he de hacer hincapié en la variación que va a sufrir en su tono respecto a mis otros trabajos en este blog. Y es que siempre he intentado mantener la deíxis personal en los mismos al mínimo, camuflando mi presencia en mis propios textos con tal de dar una apariencia, una pátina, de objetividad a los mismos. Creo que esto es precisamente lo que debe hacerse, pues si uno quiere abordar el mundo de la crítica literaria con algo de enjundia y altura, ha de hacerlo desde el atril de lo universalizable, de lo que trasciende la barrera de lo subjetivo hasta poder ser compartido por todos sus lectores.
Ésto no va a darse aquí, por una razón sencilla: el libro que tengo entre manos es un libro que se dirige directamente al lector, de forma deliberada y buscando una respuesta directa y profunda. Yo, desde luego, me he visto interpelado por él, cosa que creo que es muy buena, y para reflejar esto voy a redactar su comentario en primera persona, con toda la carga inefable e intransferible que eso supone. Podéis tomar esto como mi experiencia del libro, más que un intento de transmitir el contenido del libro en sí.
El trabajo de J. G. González en esta obra se me antoja, a muchos niveles, similar al de Don Juan Manuel en su El conde Lucanor. Ambos abordan una tarea que va más allá de la meramente literaria de crear una obra digna de ser disfrutada por la belleza de sus formas, y se embarcan en la misión de crear historias que sirvan a propósitos más altos: en el caso de El conde Lucanor, el objetivo es de índole moralizante y didáctica, mientras que en el de Cuentos hacia el inconsciente, aunque se visita de vez en cuando el terreno de la moral, la mira está mucho más puesta en la transformación psicológica y existencial de su lector. Cualesquiera que sea el caso, el hecho de poner el talento literario de uno al servicio del bien de otros, con noble intención, me parece siempre loable.
También, otro nexo común entre ambas obras es el uso de un hilo ficcional que hilvana, aunque sea de forma tenue, los diferentes relatos que la componen. El uso de la muy agradable metáfora de la fogata como excusa argumental para presentar los relatos es de destacar, pues en cierta manera invitan a un estado de relajación y apertura a la sugestión que facilita el trabajo de los mismos. Por último, los dos títulos comparten la bien recibida costumbre de resumir la enseñanza de cada fragmento en un texto al final del mismo: si bien en esto González es, por mucho, más extenso que Juan Manuel y su breve pareado finalizador, siempre ayuda recibir del propio autor las claves para decodificar su propia obra.
De los relatos en sí, puedo decir que resultan muy agradables, pues están escritos con una prosa rica y variada, atractiva. Suelen ser breves, algunos de ellos en grado sumo, y por tanto muy amenos de leer. Varios de ellos tienen estructuras bastante originales y complejas de relatos dentro de relatos, como muñecas rusas, lo que los hace muy divertidos.
El argumento es siempre sencillo: nada de tramas demasiado elaboradas, metáforas rebuscadas o uso de imágenes surrealistas y oscuras, a la manera de otros autores de obras similares como Jodorowsky. Quizá en eso algún lector eche de menos un poco de riqueza narrativa, pues cada cuento está muy enfocado en la clave psicológica a transmitir, lo que hace que en ocasiones las descripciones y diálogos se vean forzados, artificiales. Sin embargo, en su conjunto resultan una colección muy disfrutable estéticamente, ofreciendo intuiciones e imágenes fantásticas de cierta belleza que gustarán a los soñadores.
Aquellos que, como yo, compartan la virtud y el defecto de la pedantería, pueden también echar de menos referencias a las teorías freudianas y adlerianas o a los arquetipos jungianos, por citar algo, en la obra de un autor formado en psicología y psicoanálisis; no obstante, tal vez al no incluir esa clase de influencias directas la obra crezca en originalidad y ofrezca una óptica más sincera y propia, lo cual es un valor en sí mismo.
"Siempre he pensado que alrededor de las hogueras se produce una magia mística que desata la imaginación, haciendo brotar las palabras. En las reuniones en torno a una chimenea encendida, las palabras fluyen libres, pues allí [...] se han contado las mejores historias. "
En cuanto a las claves del libro, seré honesto: hay algunas con las que estoy más de acuerdo que con otras. En aras de la sinceridad, creo que lo mejor es comenzar con los contras, para cerrar de manera positiva con los pros, pues me parece la forma más íntegra de hablar de libros así.
De hecho, he de decir que comencé el libro estando bastante en contra, filosóficamente hablando, con sus postulados. De buenas a primeras, me pareció que sugería un cariz quizá demasiado individualista, despojando al lector objetivo del peso de cualesquiera que fueran sus situaciones, desoyendo la famosa máxima de Ortega y Gasset de " yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo", y centrando la dualidad interior/exterior únicamente en esta primera. Aunque esto se palia conforme los relatos avanzan, al introducir a las personas exteriores al lector como elementos de peso en sus vivencias y crecimiento (si bien es cierto que de forma algo maniquea, pues son divididos según sus interacciones positivas o negativas), lo cierto es que la obra en general adolece de un tono más personalista y autosuficiente del que pueda ver razonable, aniquilando cualquier colectivismo o explicación sociocultural del facto individual.
Otro matiz que vi muy exagerado fue el de la aprobación absoluta e ilimitada de la forma de ser y naturaleza del lector objetivo, cualquiera que fuese ésta. No se hace una distinción suficiente y clara entre el talante, o primera naturaleza premoral de la persona, y el carácter, o segunda naturaleza completamente moral: el primero reúne las actitudes y respuestas que son naturales al individuo, mientras que el segundo es el constructo de personalidad que dicho individuo se forja a sí mismo en un acto de voluntad selectiva, y al que por tanto aprueba como bueno y válido.
Y, a pesar de que el libro presente al talante como siempre bueno, útil y valioso, me veo en la obligación de decir que esto no es siempre así, pues viola los postulados kantianos acerca de la formación de la moral: pongamos por caso a alguien con propensión a la ira, una naturaleza indeseable tanto para el propio individuo como para la sociedad que va a ser su seno. Lo razonable sería que, con fuerza de voluntad y mucho esfuerzo por su parte, esa persona se construyese un carácter que o paliase su ira excesiva, o la recondujese a algo útil, o la sublimase en algo que le permitiese realizarse mediante ella, como el arte. Sin embargo, salvo alguna pincelada aquí y allá, no he encontrado en la obra traza ninguna de criticismo hacia el talante natural de nadie.
Por último, el vitalismo tremendo, casi nietzscheano, de la obra, choca mucho conmigo. El libro apuesta decididamente por el valor, el movimiento vital y la acción, cosas que en sí no son malas ni mucho menos, pero que encuentro excesivas si no están templadas por virtudes como la sabiduría y la prudencia. Tal como decía Epicuro de Samos, " todo rasgo llevado a su extremo o a su defecto es nocivo, pero puede ser útil y bueno usado con moderación". El coraje que tanto defiende la obra, puede ser locura o insensatez si se coge sin cortapisas, mientras que el miedo o la reflexión (la "falta de movimiento"), tan atacados, pueden volverse consejeros prudentes si uno no se somete a ellos y los usa en su justa medida.
Incluso circunstancias presentadas como siempre nocivas, como pueda ser la crítica unánime y reiterada del entorno hacia los actos de un individuo, pueden ser indicadores de una problemática que, bien tomados, ayuden a dicho individuo a superarla y mejorar, en vez de ser unívocamente un ataque injustificado a la libre volición de esa persona. De nuevo, y para zanjar esta parte negativa de mi crítica, encuentro que el autor, en su apuesta denodada por sólo uno de los dos lados de la moneda, desdibuja el cuadro general que es el ser humano y sus innumerables complejidades hasta hacerlo borroso, siguiendo una visión parcialista que, aunque con una base bienintencionada, se aleja voluntariamente de cualquier intento de completitud.
"Somos muy complejos como para ser siempre de la misma manera. Pero eso es precisamente lo normal. Todos somos muchos diferentes, que moran en lo más hondo de nuestro ser. "
Reconozco que, hasta aquí, puedo haber pecado de demasiado severo e inflexible con ciertas cosas. De ser así, creo que podré compensarlo de sobras con los temas de la obra que me han gustado, pues con ellos he llegado a grandes acuerdos y los considero excelentes y muy necesarios para cualquiera.
Por encima de todo, me ha gustado el bosquejo que se hace del concepto de felicidad. Distanciándose de perversiones del término de raíz capitalista ( la felicidad como saciedad de bienes materiales y servicios), el libro conduce a una definición más en la línea de los griegos clásicos: la felicidad como plenitud de todas las potencialidades de la persona, esto es, la realización plena y completa de todo aquello que esa persona pueda hacer según sus capacidades. El libro no sólo resulta acertado en coger esta acepción del término, sino que lo veo muy adecuado en su forma de inculcársela al lector, pues en todo momento le invita a alcanzarla, a plantearse metas y comprometerse con ellas, a buscar sus propios y verdaderos límites e incluso tratar de rebasarlos. Su lectura resulta por ello muy estimulante, y desde luego deja las pilas bien cargadas: eso lo hace ideal para personas que encaran grandes proyectos y quieren librarse de dudas, miedo o vacilación.
Esto me conduce al otro gran acuerdo que he tenido con la obra, que tiene que ver con la dupla libertad/responsabilidad. El autor afirma denodadamente en multitud de ocasiones que cualquier sueño o deseo puede ser alcanzable, pero se cuida mucho también en señalar que esto requiere de trabajo, de esfuerzo, de un compromiso consciente y activo con la consecución de dicha meta. Y eso está muy bien, el rechazar las afirmaciones de imposibilidad pero siempre con la implicación de la responsabilidad en aquello ambicionado. Presenta, por tanto, una libertad real, consecuente y bien delimitada, que conduce necesaria e inequívocamente a un pacto responsable con aquello elegido desde dicha libertad. De nuevo, esto se aleja de manera saludable de muchas perversiones del concepto, como la libertad del "todo vale" o la libertad de indiferencia, y es positivo y muy necesario que haya obras que defiendan el verdadero significado de conceptos humanistas tan importantes, tan radicales para explicarnos a nosotros mismos.
En tercer lugar, y cerrando mis impresiones positivas, citaré la línea fuertemente indeterminista de la obra. Esto es algo que ya se ve en su afirmación de la libertad como algo posible y de hecho necesario en el ser humano, pero el libro va aún más allá. Otorga una importancia capital a la voluntad, o si se le prefiere dar otros nombres, la racionalidad o el deseo inteligente. Al autor no le tiembla el pulso en ningún momento al asegurar el poder de la fuerza de voluntad, de la capacidad del individuo de cambiarse a sí mismo según su raciocinio y su deseo. Cosas como modificar las propias programaciones o costumbres, adaptar las vivencias y circunstancias a la propia volición o transformar en última instancia una cosmovisión entera muestran el compromiso inequívoco del título con esta visión del hombre como su propio dueño. Cosa agradable, en un tiempo de auge cada vez mayor de explicaciones deterministas, sociodarwinistas y conductistas que reducen de manera ignominiosa a la humanidad a una mera marioneta de las leyes cósmicas, de sus genes o de sus impulsos.
"Al igual que tus respuestas no sean útiles para mí, las mías puede que no sean válidas para ti. [...] Lo que sí puedo ofrecerte son las herramientas para que tú encuentres tus propias respuestas. "
En conclusión, y como se puede ver, Cuentos hacia el inconsciente es una obra que desde luego no puede dejar indiferente. Sus fuertes posicionamientos y aseveraciones llamarán a acuerdos y desacuerdos como los que yo he tenido con ella aquí, y eso es siempre bueno, pues un libro que llame a la reflexión, al pensamiento crítico y al replanteamiento de ideas y posturas vitales le hará indefectiblemente un favor a su lector y lo volverá más sabio.
También anima a emprender, a ser activo y a asumir riesgos en pos de la consecución de una felicidad plena y verdadera, cosa que es siempre positiva. Resulta mucho más honesto como libro de autoayuda que muchos otros del género, pues no ofrece revelaciones catárticas ni vende humo, sino que basa su trabajo en la responsabilidad, el compromiso y la constancia.
Y aunque en muchos momentos haga la improbable promesa de que, mediante esto, cualquier persona puede realizar cualquier deseo y llegar a cualquier meta, sean cuales sean éstos, al menos ofrece la honradez de haber andado un camino constructivo del que siempre se podrá aprender algo bueno y sacar algún provecho.
En última instancia, y como ya dije, la naturaleza misma del libro hace que sólo pueda ofrecer mi visión sobre él: si en algún momento tú, que lees esto, te sentiste llamado por algo de lo dicho, únicamente tienes una alternativa. Cógelo, léelo, piénsalo. Lo único que puedo augurarte es que no perderás tu tiempo y que te hará, cuanto menos, algo de bien.