¡Hola, hola, hola! ¿Qué tal ha empezado la vuelta a la rutina? Espero que un poquito menos caótica que la mía. La verdad es que esperaba pasar más tiempo en casa. Ay, gajes del oficio. Pero bueno, ya es sábado, así que vamos a aparcar las quejas bien lejos. ¡Nos quedamos con lo bueno! ¿Y qué mejor manera de dar la bienvenida al mes de las vueltas a clase que con una reseña de un libro maravilloso? Ninguna. Si ya lo decía yo… ¡Dentro reseña!Ficha técnica
Una delicia. Eso es la lectura.No sólo porque ellos sean maravillosos, sino porque cada paso que dan, cada momento, te deja con una sonrisa en los labios. Creo que no me equivoco cuando digo que, en esta tercera parte, Nora Roberts ha jugado muy bien sus cartas.No nos ha regalado una historia que responda al patrón de sus debuts anteriores. No nos brinda una chica con miedo al compromiso, un chico que sólo quiere casarse, o al revés. Nos brinda una historia de nuevos límites, una en la que la amistad anterior, lo más parecido a la fraternidad, va un paso más allá.El hecho de que Del y Laurel se hayan criado juntos deja poco por saber, o al menos eso es lo primero que piensan nuestros protagonistas.Si queréis mi opinión, yo les di quince días.Quince días, ¿para qué?, me preguntaréis. Para acostarse juntos. Veréis, nuestro abogado quiere ser un perfecto caballero y, para no convertir su atracción hacia Laurel en un mero juego sexual, decide proponerle salir juntos durante un mes. Sin sexo. Y así llegamos a los quince días. El resto de la tropa apuesta, siendo la puja de Carter – el adorable y dulce Carter – de 24 días. Un bote de, ¡atención!, novecientos dólares, amigas y amigos, porque hasta la propia Laurel participa. Sobra decir que Parker hace de tesorera.Dios le libre de hacer algo que no sea políticamente correcto. No sé vosotras, ni vosotros, pero yo me muero por ver cómo esa chica tan remilgada se suelta, ni que sea un poquito, la melena.Evidentemente, pierden, haciendo novecientos dólares más rico a Malcolm. El cuatro de julio, después de un día tranquilo al aire libre viendo los fuegos artificiales, Laurel y Del deciden que ya ha pasado tiempo suficiente. Debo decir que me sorprendió cómo Laurel intentó justificar que, en cierto modo, ya había pasado el mes – muy ingenioso, sin duda.La historia, en general, es bonita. No hay grandes sobresaltos, no hay ni ex novias celosas ni ex novios insoportables, algo que, sinceramente, agradecí. Y mucho. Lo que sí sucede, y sobre lo que quiero hablaros, es que la desgraciada de Linda aparece. ¡Cómo no! La insoportable madre de Mac, la mujer de la lengua viperina. Me pareció horrible todo lo que dijo. Que tachase a Del de hombre que se lo haría con cualquiera antes de darle una patada, que dijera que nuestra protagonista no es más que una caza fortunas… Asqueroso. Asqueroso e innecesario. Eso fue. Hubo algo, sin embargo, que me gustó mucho de esa escena. El papel que desempeña la amistad, el hecho de que siempre se tenga alguien con quién poder desahogarse, alguien en quien apoyarse. Porque Emma, nuestra dulce y encantadora florista, tiene el don de la oportunidad.Lo mejor del libro es el final. Ese viaje a la casa de la playa, donde nuestros ocho personajes favoritos– sí, sí, también vemos allí a Malcolm – pasan unas bien merecidas vacaciones. Momentos que a mí me dejaron con los ojos haciendo chiribitas, aunque no os pienso decir(
Nota: 4,5/5
Citas
(…)Cuando las cosas no cambian, se estancan y se pudren.(…)
(…)-Buenos días – dijo Carter sonriéndole –. ¿Qué le ha pasado a tu cabeza?-Del me la golpeó contra la escalera.-Después de que ella me pegara y me arrancara la camisa.-Porque estabas borracho y me tiraste al suelo.-No estaba borracho, fuiste tú quien se cayó.-Porque tú lo dices.(…)
(…)-¡Menuda bobada! – Parker levantó los ojos al cielo –. Te vas a cabrear como a Mac no le guste.-Tienes razón. Si no le gusta, es que es imbécil, y eso significa que hace más de veinte años que tengo una amiga imbécil.(…)
(…)-¡Por Dios! ¡Das más miedo que un rottweiler! (…)
(…)-Aplaudo que seas impulsiva, pero cuando salgo con una mujer, la acompaño siempre a su casa. Considera que estamos aplicando la regla general Brown.Laurel consideró sus palabras sin dejar de tamborilear con los dedos sobre la rodilla.-Es decir, que si hubieras seguido tú el impulso, yo estaría obligada a llevarte a casa.-No. Y no considero mi regla sexista, sino elemental – Del la miró con ojos adormilados mientras conducía bajo la lluvia –. Estoy a favor de la igual de derechos, de salarios, de elecciones, de oportunidades, de lo que sea… pero cuando salgo con una mujer, la acompaño a su casa. No me gusta que tenga que conducir en mitad de la noche ni que vaya sola por ahí a las cinco y media de la mañana si puedo evitarlo.-Porque tienes un pene.-Sí, y lo conservo.-¿Ése pene te protege de los accidentes, las averías y los pinchazos?-Lo interesante de ti, y reconozco que a veces me fastidia, es que eres capaz de complicar lo más sencillo.(…)
(…)-Para mí no es así. No necesito el anillo, el libro de familia o un vestido blanco espectacular. No es el hecho de casarme lo que me importa, ni mucho menos. Es la promesa. Es saber que alguien quiere que yo forme parte de su vida, que me quiera, que sienta que soy la elegida. No es que me baste, es que eso lo es todo para mí.(…)