Reseña #97: la magia de ser sofía

Publicado el 03 noviembre 2017 por Alaluzdelasvelas

RESEÑA #97: LA MAGIA DE SER SOFÍA
¡Hola, hola, hola! Para cuando se suba esta entrada yo estaré haciendo un examen, así que… ¡Deseadme suerte! Dicho esto, hoy os traigo una reseña de uno de esos libros que hacen que quieras abrir la ventana y lanzarlo. Sí, sí, tal cual. De antemano os digo que yo siempre respeto todas las opiniones, así que espero que hagáis lo mismo con la mía. El libro ha tenido muy buena prensa, lo sé y lo acepto; pero no es para mí. ¿Os cuento por qué? ¡Dentro reseña!Ficha técnica
Título:(Sofía 1) La magia de ser SofíaAutora:Elísabet BenaventEditorial: SumaNúmero de páginas: 528ISBN: 9788491291107Precio: 16,90SinopsisSofía tiene tres amores: su gata Holly, los libros y El café de Alejandría.Sofía trabaja allí como camarera y es feliz.Sofía no tiene pareja y tampoco la busca, aunque desearía encontrar la magia.Sofía experimenta un chispazo cuando él cruza por primera vez la puerta.Él aparece por casualidad guiado por el aroma de las partículas de café......o tal vez por el destino.Él se llama Héctor y está a punto de descubrir dónde reside la magia.Mi opinión
Lo primero que tengo que decir es que, aunque he suspendido el libro, no lo he hecho porque sea esencialmente malo. Si este libro se ha llevado un dos sobre cinco ha sido, principalmente, porque el final me ha cabreado. Y mucho.Supongo que esta no es la forma correcta de empezar una reseña; a fin de cuentas, es ley de vida que, por mucho que nos guste un autor, una autora para el caso, haya decepciones. La que yo me llevo con La magia de ser Sofíaes mayúscula. Dejad que me explique. Hay dos cosas que no soporto y que no perdono a nadie: la hipocresía y la cobardía. Ahora sí, dicho esto, vamos con la reseña.
El Alejandría es una cafetería maravillosa. Un lugar cargado de magia. En cada rincón, mezcla de olor a café, magdalenas, tartas y papel; se respira magia. En cada rincón, haya silencio, música, o el murmullo de conversaciones. Un lugar maravilloso.Un lugar al que me fascinaría ir porque, ¿a quién no le gusta ese rollo de local con luces suaves, ambiente relajado y buen café? En el Alejandría las normas son… peculiares. Los clientes son algo así como una gran familia y los camareros y camareras, consejeros, amigos y perfectos profesionales. No en vano, Lolo, el dueño, pide que sus trabajadoras y trabajadores tengan magia.Ay, la magia. Un concepto precioso. Una idea maravillosa. No sabéis la rabia que me da haber tenido que dar tan mala nota al libro.
Sofía lleva ya unos cuantos años trabajando en la cafetería de la magia. Un lugar que le roba el aliento. Un lugar en el que se encontró a sí misma después de una ruptura nada amistosa. Sí, Sofía es de esas chicas que ha vivido en primera persona lo que es que te pongan los cuernos.Tal vez esta sea mi primera queja. Vamos a ver, entiendo que los cuernos no son graciosos. De verdad que lo entiendo. Ahora bien, ¿vale la pena flagelarse tanto por una relación fallida?Porque, sintiéndolo mucho, antes de los cuernos hay un distanciamiento muy salvaje en la pareja. Sí, levantad las cejas y decid que no hago más que decir (escribir) gilipolleces porque aún soy joven, pero pensad en ello. Cuando la personita con la que estáis no quiere saber nada de sexo, ni de estar con vosotras o con vosotros… ¿no os da que pensar? Porque a mí, sintiéndolo mucho, sí.
Decía que eso era el primer punto que me chirrió. Lo mantengo. Pero subo la puja.Héctor ha dejado a su novia en Ginebra (Suiza). Lucía, una chica de éxito con la que realmente ya ni siquiera se entiende. Ella cobra un pastón cada mes. Él no. Ella es de esas personas que quieren vivir a todo trapo. Él no. Dieciocho años juntos. Dieciocho años que, tal vez, hayan sido una pérdida de tiempo.
Me gusta que una persona llegue, escriba un libro con el que nos levante todos los prejuicios y nos deje desnudas y desnudos ante la más cruda de las verdad. Me gusta y eso es algo que en esta novela no pasa. Es evidente, desde el minuto cero, que Héctor realmente no quiere a Lucía. Igual de evidente que es en sentido contrario, no vayamos a empezar con la cancioncilla de que él es un cabróny ella una mártir, porque me sale el lado feminista y me pongo muy borde. A lo que voy. Si ambos saben que la relación no funciona, ¿por qué siguen? Por el error de todos los idiotas que habemos en este mundo: la comodidad.Venga, que estoy de mala leche y tengo ganas de hablar de más. La comodidad y la felicidad son cosas totalmente antagónicas, al menos la mayor parte del tiempo. Dicho esto, me parece el colmo de lo lamentable que dos personas están juntas sólo porque no quieran abrir horizontes. Si algo no te hace feliz, si algo no consigue que te mueras de ganas por seguir con ello, dale una patada. Una muy fuerte. Una que haga que te duela el pie, pero que te aparezca una sonrisa cuando te sientas libre. Porque sí, amigas y amigos, Lucía y Héctor no son más que carceleros, el uno de la otra y la otra del uno. Bravo. No creo que sorprenda a nadie que un día Héctor entre en el Alejandría. A fin de cuentas, se ha ido a Madrid para empezar a asentar el terreno de lo que será su nueva vida con Lucía en España. No creo que sorprenda, porque para más colmo vive con una vieja amiga, Estela, en el bloque de enfrente. Ahora bien, puede que sí sorprenda que Sofía le monte un pollo de esos que a mí me lo cuenta una amiga y le pregunto si está mal de la cabeza o si es que no se ha sacado la escoba del culo todavía. ¡Esperad! Hay más. La pelea deriva en una disculpa. Disculpa que llega en forma de ofrenda de paz por parte de Héctor. Dicen que el roce hace el cariño. Dicen que pasar mucho tiempo con una persona hace que al final se sepa demasiado. Héctor tiene su habitación justo enfrente de la de Sofía. Decidme, ¿cómo creéis que va a acabar eso? Antes de pasar a la zona spoiler – a despotricar a gusto –, quiero hablaros de un personaje que también tiene peso en la historia. Oliver, el mejor amigo de Sofía, alguien que no cree en el amor, que no quiere ni oír hablar de relaciones serias… hasta que un día se lleva un guantazo de realidad, de esos que pican. Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la Zona Spoiler

Hipocresía y cobardía. Vaya mezcla. Me encanta lo hipócrita que es Sofía cuando dice que ella no quiere que ninguna mujer pase por lo que ha pasado ella. Ojo, que yo no la juzgo. A mí el amor libre me parece la pera, ahora bien, los discursos morales adaptados a la situación ya no me hacen tanta gracia. Pero no es nuestra dulce Sofía la única hipócrita. Héctor encarna todo lo que me ha puesto de mala leche en la novela.Voy a explicarme, que parece que vaya a mandarlos a los dos a la horca y no es el caso ni de lejos.
Es más que evidente que la relación se les va de las manos. Pasan de sonrisas, consejos y sueños a besos y sexo. Un resumen esclarecedor y carente de poesía, que ya sabéis que para esto yo prefiero ser pragmática. Es común confundir el sexo con amor. Eso fue lo primero que pensé cuando, después de un polvazo de estos que te mueres de aburrimiento leyendo– porque no sé a vosotras, pero a mí me aburre sobremanera leer las escenas de sexo: son todas iguales –, tanto él como ella empezaron a sentirde verdadque se querían. Ojo, que nuestra querida Benavent gestiona muy bien el asunto. Ya sabéis que me pirran sus historias, más que nada por ese lenguaje tan directo, ese tan de la calle, tan nuestro. Por eso mismo me pareció fantástico que jugara con los tiempos, con las canciones y los paseos para hacernos sentir más “real” ese amor que se estaba gestando.Y eso es lo último bonito que digo, porque yo me puse muy cínica.
Contestadme a algo, o no lo hagáis, pero al menos concedeme unos minutos y pensad en ello. ¿Alguna vez os habéis enamorado de una persona a la que conocéis a duras penas de unas semanas? Mi respuesta es un no rotundo. Por el amor de Dios, de la virgen, del crío que dormía tranquilo en la cuna y de todos los santos, ¡¿es qué nos hemos vuelto locos?! Enamorarse. Hablar de amor durante páginas y páginas. Saber cómo querer y hacerlo bien. Pues perdonad mi cinismo, mi mala leche y mi sarcasmo, pero a mí esos discursos edulcorados que podemos transferir de persona cada vez que algo sale mal… ni me impresionan, ni me interesan. Así de sencillo. Querer, querer de verdad es de ser muy valiente, porque cuando las cosas se ponen feas, salir corriendo es la opción de los cobardes.
Ahí radica el error, a mi juicio, del libro. Lo que empieza siendo una lección, lo que empieza siendo un plumazo para toda la gente que considera que que te pongan los cuernos es una aberración, termina siendo un jodido sí como la copa de un pino. Porque Héctor es un cobarde. Un cobarde y un gilipollas, si queréis mi opinión. Lo sé, lo sé, últimamente me paso de directa, pero ya os dije que estaba harta de tener que endulzar las palabras. A lo que iba. Héctor es una personita que no sabe lo que quiere. No quiero hacer el spoiler mayor, ya que todo lo que me ha puesto enferma pasa en las últimas cuarenta páginas, pero sí quiero invitaros a que reflexionéis conmigo a cerca de unas cuantas cosas.
Tres cosas. La primera es que me toca muchísimo la moral eso de poner nota a la gente. Decidme, ¿vosotras y vosotros sois tan mezquinos de poner nota a la gente? Y, en caso de hacerlo, ¿con qué derecho? Porque aquí se dice que Lucía es un diez. Me parece genial. Genial y maravilloso. Tanto que me parece la hostia que luego nos hablen de Sofía y Héctor, por no ponerle nota, diga que era perfecta para él. ¡Venga, hasta luego, campeón, como cierras la boca cuando no te interesa! Un guantazo. Un guantazo de esos que te caes al suelo de la impresión.Más cosas. Los celos. No puedo con los celos. El numerito lamentable de Sofía comparándose con Lucía me puso histérica. Hay que aceptarse, joder. ¿Qué más da? ¿Qué más da si estás gorda, delgada o si te gusta arrancarte los pelos de la nariz de uno en uno con unas pinzas? Es que ni lo entiendo ni tengo intención de hacerlo. Lección de vida: a quién no le guste, que le den por el orto. Y si le da gustito que le den más fuerte, que a lo mejor hasta le hacen un favor.Último apunte: Héctor, el rey de los cobardes. Me alegro. Así de claro. Me alegro de que sepa que acaba de joderse, palabras textuales, a sí mismo la vida. Porque es un cobarde. Porque no tiene las narices necesarias para decir lo que le hace feliz. Porque hay gente que, sintiéndolo mucho, ni siquiera vale la pena. No, no voy a leer la segunda parte. No, no me importa cómo empiece o acabe. Para mí, la historia de Sofía ha sido una decepción. Una que me ha sentado como un tiro. Buena suerte a todas aquellas, a todos aquellos, que os aventuréis a leerla. Yo me bajo del barco y os deseo buen viaje.

Con todo, La magia de ser Sofía es un libro con un planteamiento erróneo. Cargado de lecciones morales que viran en función de quién las protagoniza, nos encontramos con unos protagonistas que, pese a haber podido ofrecer mucho, se quedan cortos.
Nota: 2/5
Citas
(…)-No sé qué hacer con ellas, de verdad lo digo. ¡Qué suerte que sean mellizas, decían! ¡Las dos criadas a la vez! ¿Y la adolescencia qué? Porque me han pedido el disco de los Gemeliers y les ha dado igual que amenace con morirme.(…)
(…)-¿Y eso te ha pasado en Ginebra?-¡Sal de aquí y cierra la puta puerta! ¡Estoy desnudo, joder!-En serio, ¿eso te ha pasado en Ginebra?-¿¡El qué?!-¿Fue por vía oral o rectal?-¿De qué coño hablas, Estela? ¿Puedes pirarte y dejar que me suba los gayumbos? -Del palo que llevas incrustado…, creo que en el culo, estirado de los cojones.(…)
(…)-O pecamos de conformismo o de soñar demasiado. Nos enseñan a aspirar a más pero no a ser felices con lo que hay.(…)
(…) Nunca eres tan sincero con alguien como cuando ya has hecho el peor de los ridículos.(…)
(…)-Esta cabrona se ríe porque ya se sabe la historia. Fumé otra vez en Ámsterdam. -¿Vomitaste?-Qué va. Peor. Me entró una paranoia horrible y…-Se pasó la noche gritando. Como un crío. Cada vez que alguien pasaba detrás de nosotros él gritaba como si se hubiera encontrado a la muerte y quisiera llevarlo con él.(…)
(…)-La suerte es una cosa curiosa. Huye muy lejos si siente que la persigues con demasiado ahínco. Hay que despistarla…, ir buscándola sin avaricia.(…)
(…)-Ay, Oliver – Me puse frente a él con cara de circunstancias y suspiré –. Hay batallas que tienes que perder tú solo para que la moraleja sirva de algo.(…)
(…) Los besos no tienen conciencia, no sé si me explico. Los besos son cosas que no piensan. Se sienten. Y si los piensas, dejan de existir.(…)
(…) Así entendí que juzgar no tiene sentido, que la vida no es o blanca o negra y que hablar del camino de otro si no lo has andado con sus mismos zapatos es absurdo.(…)
(…) Las niñas estaban emocionadas y un tanto molestas porque no habían podido ir a dormir a la puerta del recinto dos semanas antes para hacer cola. Mamen les dijo que, claro que sí, que fueran, que les llevaría termos con hostias como panes para que no pasaran frío por las noches. Les quedó bastante claro.(…)
(…)Es frustrante que las palabras se queden tan cortas a la hora de describir un beso. Es como si se quedara por el camino. Como si la sensación cálida en mi pecho se desvaneciera. Contarte cómo fue me hace olvidarlo un poco, creo. Porque fue un beso en el que te encuentras y no hacen falta palabras para ciertos reencuentros.(…)
(…) Nunca, prométetelo, pongas el bienestar de nadie por delante del tuyo en la lista de prioridades, porque el resultado es el mismo que empezar una escalera por el último escalón.(…)
(…) Si te sirve un consejo mío… no pienses demasiado en todo lo que puede salir mal porque a la mala suerte no le hace falta que le facilites las cosas.
(...)