Han pasado dos años desde esa noche pero Kate sigue sin poder olvidar ni pasar página, ha optado por vivir dentro de ella misma y olvidarse de los demás y no contar qué le ocurre, especialmente a su madre y a Beau, su mejor amigo. Cuando éste se va a la universidad Kate siente que se va una parte muy importante de ella pero de repente aparece Asher, un chico nuevo en el pueblo y con cosas que ocultar. ¿Qué le ha pasado a Kate? ¿Es Asher alguien en quien se puede confiar?
Sin palabras. Así me he quedado después de leer de un tirón más de la mitad del libro porque necesitaba saber qué iba a pasar y cómo lo iba a desarrollar la autora. Sin duda no esperaba que me gustase tanto y se ha convertido en uno de mis favoritos de este año.
Tengo que reconocer que Asher al principio no me convencía, sobre todo al principio es muy misterioso y no se sabe bien por qué está allí pero poco a poco vi que era un personaje bastante especial y los detalles que tiene con Kate, su manera de pensar, de ponerse en el lugar del otro hicieron que me ganase totalmente incluso llegando a desplazar a Beau en algunos momentos.
Por otro lado, el personaje de Beau me gustó desde el primer momento, es un chico muy protector, divertido, que se preocupa por Kate y que haría todo lo posible para que ella esté bien, aunque para Kate supone un problema porque no es capaz de darle todo lo que él se merece.
No solo es una novela de amor, sino también de reconocer y afrontar nuestros miedos, plantar cara a la realidad y la necesidad que tenemos muchas veces de tener a alguien a nuestro lado que nos haga ver las cosas buenas de la vida y que nos dé razones para dejar las malas atrás.
En definitiva, me ha sorprendido. No esperaba tanto de este libro, que tratase los temas de los que habla y cómo lo hace, es inevitable pensar y sentir cómo se siente Kate y las decisiones que va tomando a lo largo de la historia.