Lo único que Simon quiere es disfrutar de su último año en Watford antes de morir como un héroe, pero no hay manera. Su novia truena con él, su mejor amiga quiere que huya, su mentor lo evita... y Baz, su archienemigo, se la pasaría en grande a su costa, pero este año ni siquiera se ha dignado a aparecer por la escuela, el muy idiota. Y Baz será malvado y un vampiro y un imbécil, pero tiene razón: la mayor parte del tiempo Simon ni siquiera puede controlar su magia, ¿y se supone que va a salvar al mundo?
El principio sí se me hizo algo pesado.
Simon se pasó toda la primera parte obsesionado con saber la ubicación de Baz, y la historia simplemente no empezaba como debía. Tenía temor de que me fuese a quedar estancada ahí y que todo el libro fuese a ser así, pero no. Cuando llega la segunda parte, y aparece Baz, la historia, por fin, toma su curso y empieza a agilizar. Al fin podemos ir conociendo más del mundo que nos plantea Rowell, y de lo parecido y, a la vez, diferente que es de Harry Potter. Tiene los mismos elementos del chico mago, huérfano, que va a un colegio de magia. Y hay un ser malvado que quiere acabar con él. Pero, a partir de eso, las historias empiezan a diferir una de otra.El libro es contado desde diferentes puntos de vista, pero no solo los dos protagonistas, sino como desde la mayoría de los que hacen parte de la historia. Por lo que conocemos diferentes partes de la historia y entendemos más que el mismo Simon de lo que puede estar pasando. El problema aquí, para mí, fue que narraban muchos personajes y habían partes que no me parecieron relevantes. Se podrían evitar y la historia seguiría igual.Con respecto al romance, una parte a la que le tenía algo de miedo, me terminó encantando. Rowell no lo plantea como si fuese un gran dilema. Lo hace parecer muy natural, que para esta época es algo que apenas se está aceptando.Tampoco llega a ser nada cursi, lo cual aprecio mucho.