Reseña mía del libro recopilatorio de
Pier Paolo Pasolini, Cartas luteranas
(Madrid, Trotta, 1997).
Publicada en Lateral en algún número de 1997.
Encontraremos, pues, una denuncia descarnada y pesimista del hedonismo de finales de siglo: el hedonismo es la rebelión contra las formas del capitalismo rígido y disciplinario _que en Pasolini tiene nombre propio: fascismo. Pero piensa que esta rebelión está protagonizada por el propio capitalismo, que es la auténtica gran revolución de la derecha. Ser hedonista y rebelde era, en 1975, y ahora lo sería aún más, una forma de entrega absoluta al nuevo orden de cosas, un acto de obediencia, basado precisamente en la rentabilidad del desorden.
La de Pasolini resulta ser una visión contrapuesta al optimismo de Lipovetsky, autor de La era del vacío, que sostiene que la rebeldía y la ruptura frente al capitalismo disciplinario a través del hedonismo consumista, es la clave para la preservación de la paz y la sociabilidad, y que el hedonismo es la vacuna contra las guerras y el totalitarismo. La era del vacío es eso, un vacío casi deshumanizado, insulso y superficial, pero sin el peligro de las guerras y las tentaciones totalitarias. Pero Pasolini protesta precisamente contra este optimismo, porque es capaz de intuir que es posible la combinación entre hedonismo y fascismo, que es el tecno-fascismo. Y el protagonista de esa combinación es la Democracia Cristiana italiana, que representa a la nada ideológica mafiosa. Por eso pide insistentemente el procesamiento de sus dirigentes, adelantándose veinte años a los acontecimientos.
Como alternativa a la decadencia social que ha provocado el hedonismo consumista, Pasolini prefiere los valores tradicionales, el desorden, la pobreza y el vitalismo napolitanos al racionalismo padano; prefiere la mafia antigua, honesta consigo misma, al vandalismo criminaloide y sin sentido de la juventud italiana de mediados de los 70. Sabe que la revolución consumista y hedonista ha transformado el vitalismo de los valores subproletarios en la mediocre languidez clónica del pequeño burgués contemporáneo, contagiando al proletariado en su descenso a los infiernos del consumismo hedonista y fútil.
Es esta, pues, una reflexión sobre la decadencia de la burguesía italiana, asimilada a la necesaria masificación e instrumentalización del consumo. Recuerda por su talante al análisis que Italo Svevo realizara a principios de siglo en su trilogía triestina, retratando la languidez y senilidad de la burguesía del norte.
Precisamente por la anticipación de sus planteamientos, tenemos en las Cartas luteranas de Pasolini un libro imprescindible para interpretar qué ocurre en Italia y en Europa hoy mismo. Algunas de sus observaciones sobre las diferencias entre el Norte y el Sur de Italia resultan muy sugerentes en estos tiempos de separatismo padano, y permiten ver que las diferencias entre el Norte y el sur de Italia se remontan a la época de la industrialización, cuando el Norte recibió las inversiones necesarias y la mano de obra del Sur, y al mismo tiempo, en muchos locales de Turín se prohibía la entrada a los terroni, los emigrantes subproletarios del Sur.