Como buena trasnochadora aplicada, he aprendido a compaginar mis labores blogueros, así que hoy amanezco pronto para traeros la reseña de Cinder, de Marissa Meyer, una apuesta de lo más interesante.
¿Y si el destino de la tierra dependiera de una sola chica? Cuando Cinder conoce a Kai, el príncipe de Nueva Pekín, el mundo está patas arriba. Una plaga mortal está causando estragos entre la población del reino, y los científicos trabajan contrarreloj para encontrar una posible vacuna. Tras la infección de Peony, la hermanastra y única amiga de Cinder, esta se ve obligada a trasladarse al hospital para participar como voluntaria en las pruebas médicas que está llevando a cabo el misterioso doctor Erland, unas pruebas a las que ningún otro participante ha sobrevivido. Pero, para sorpresa de todos, Cinder saldrá con vida? Y no solo eso: en el hospital se descubrirá un secreto de su pasado que podría cambiar el futuro del mundo? Y unir a Cinder y Kai de forma inesperada.
Opinión personal (sin spoilers)
Tenemos también una reina malvada (la Reina Lunar Levana), con maléficos poderes, y una curiosa relación con los espejos, algo que, no sé por qué, también me recuerda a cierta historia.
Pero, paradójicamente no puedo evitar, cuando pienso en Cinder, recordar a Nemo, con su aletilla deforme pero una férrea voluntad en conseguir sus objetivos.
Ojo: esto no significa que la historia no esté basada en Cenicienta, ni que el hecho de que vaya en kimono signifique que esté basada en Mulán. Es básicamente que hay guiños a distintos cuentos, cosa que hace de Cinder una historia más especial aún. Y si de cine hablamos, y de madre nacida en 1970 (espero que no lea esto, que si lo ve me mata jiji) cómo no evocar Star Wars, con Iko como C3PO y el androide del príncipe Kai, como R2D2, albergando información importante.
Pues todo ello, aunque al principio el ritmo sea algo lento, logra una trama de acción que va en aumento y desgrana secretos de nuestra protagonista (aunque algo previsibles) que van a derivar hacia un inesperado final. Final abierto (¡oh, no!) y que dista mucho de parecerse al de los cuentos. No hay perdices, y ni siquiera un colorín colorado, porque, definitivamente, las Crónicas Lunares no han acabado.
Nota final: