Debajo de “La Revelora” de Pepe Dámaso pudimos apreciar, y de qué manera, el recital que el artista colombiano Chabuco nos ofreció en el Teatro Consistorial de Gáldar. Esta bella galería se convirtió, por unos majestuosos momentos, en cuna de boleros, bossa-novas, merenguitos, salsas y algún que otro tango. Para un rockerito como yo, es un regalo cuando aprecias algo que, desde el principio, sabes que tiene un valor más allá del propio divertimento de la música. Chabuco, para mí, en este formato íntimo, es un trovador; un artista que te cuenta las canciones. Me gusta, que me canten como si me contaran una historia. Sin necesidad de florituras en esa voz cálida, él nos hace sentir que no tiene que adornar sus palabras. Esto hace que suenen honestas, cercanas y, eso, amigos, enamora.
Eso fue lo que consiguió con el público presente que llenó la platea. Mi relación con él se reducía a la entrevista que le hice la semana pasada en la que se me figuró una persona muy cercana. En el escenario, me lo pareció aún más. Les digo la verdad, al contarles que sentí que era alguien al que parecía conocer desde hace mucho más tiempo. Muy seguro en el micrófono, sabía que detrás, al piano, estaba haciendo crecer las vibraciones, el cubano Yoyi Lagarza. También arrancó alguna pasión, como comentaré más adelante. La escenografía sobria: piano negro, fondos negros, vestuario negro. Esto le sirve para destacar dos cosas importantes, la gestualidad de Chabuco al interpretar sus emociones y el tono rubio del pelo del joven, aunque sobradamente preparado, pianista.
Tras una brillante “intro” de piano, entró nuestro artista arrancándose con la canción «Nació mi poesía» en la que nos invita a ir a su Valledupar natal (donde el amor nace en mil corazones), trasladándose a los recuerdos de su niñez mezclados con lo que podríamos encontrar hoy. Aprovechó la ocasión para recordarnos los paralelismos de las formas de hablar de su tierra y la de los canarios. Como todo latino, en las islas, se encuentra como en casa y quiso reconocérselo al público.
La siguiente canción «Tú mi desengaño» es otro bolero con el que empezamos a entender que este concierto va de afectos. Aprovechando esta canción de Pablo Milanés, hubo un tramo de la misma en la que el pianista arrancó el aplauso del respetable con un momentazo, que no sería el único de la noche. Se aceleró un poco el ritmo con la siguiente canción «Nido de amor», con la que se lució para reverenciar al vallenato que tanto ha exportado Chabuco al mundo. El cuarto tema, «Te busco», como dijo el cantante, lo grabó para un spot comercial y narra una triste balada sobre la pérdida de una esposa secuestrada y que siempre será buscada por su amor y que, en su momento, también fue versionada por la mismísima Celia Cruz.
Siguió con una “intro”, a ritmo de tango, con el clásico «Toda una vida». Obvio que el público la reconoció fácil y se arrancó a acompañarla con las palmas. Tras ella, llegó la primera y espectacular sorpresa de la noche. Desde Ecuador se vino la cantante Patricia González para jurarse amistad (y amor) a Chabuco y, aunque tontearon con un beso en el pico que no se dieron, se evidenció el respeto que se tienen como artistas. Para mí, fue uno de los “momentazos” de la noche. Lo hicieron arrancándose con el cásico «Sabor a ti». Ella al principio y siguió él, con la siguiente estrofa. Cuando la canción se aceleró a ritmo de cha-cha-chá, el público hizo de coro y entramos en sintonía todos los presentes.
En esta canción, para despedir a la artista de Guayaquil, Chabuco le dedicó unos versos improvisados que me ganaron. Pocos saben lo dificilísimo que es improvisar una letra a golpe de piano en la que poder relatar las virtudes de una señora de la canción de su país. Pues lo hizo y lo bordó. Desde aquí le envío mis respetos a su trabajo, no les quepa duda. Sonó la mayor ovación de la noche.
Prosiguió con «Un bolero azul», de su disco “«Chabuco en La Habana» y, como reza la letra: “transparente, emocional, ideal para soñar”. Creo que esta canción, justo en el medio de la velada, resume el sentir del espectáculo. Entiendo que nos convocaron para entrar en un trance todos juntos. Y, amigos, vaya que si entramos. Tras esto, otra de las sorpresas de la noche al subir al escenario a formar dueto: Polito Ibáñez. Este cantante cubano, encuadrado dentro de lo que se denominó la “novísima trova cubana”, esa que sucedió a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés con tintes de rebeldía; compartió con el maestro el cásico «Contigo aprendí», apoyados por los coros del respetable.
A ritmo de salsa cubana, y dedicada a Patricia González, escuchamos «De qué callada manera» en la que el maestro Lagarza pudo, al piano, dejar brotar su corazón habanero con un solo después de que el público cantara, a solas, algunas frases de la canción. Es lo que tienen estos clásicos de la música cubana. Tras aprovechar la sintonía que se creó, el artista jugó con los asistentes, para terminar con unos versos improvisados hacia el recibimiento tan hospitalario que está recibiendo a lo largo de su gira por España.
Llegó el momento de presentar el disco que aparecerá el 31 de mayo próximo, «Chabuco Tango», grabado en Argentina. Lo hizo haciendo un dueto con el cantante de Buenos Aires, Cristian Larrosa. Juntos, llegaron a un nivel de complicidad con las voces que, la canción “Pétalo de Sal” empezó musicalmente como lánguido tango y se fue convirtiendo en una bonita balada. Llegó un momento en el que me pareció estar escuchando una canción de una banda sonora de Disney.
Y, la guitarra, que estuvo escuchando al fondo todo el repertorio, tomo el protagonismo para interpretar «Cambia», la canción que nos invita a revolucionar nuestra vida cuando llegamos un punto en el que no estamos siendo quiénes queremos ser. Y, antes de soltar la guitarra, nos regaló ”El arco iris”, como una golondrina pintada, la reciente creación lanzada como adelanto del nuevo disco y que es toda una declaración de intenciones de lo que va a ser su nuevo trabajo. Ya la pueden buscar en las plataformas digitales, por supuesto, para oírla más a ritmo de tango.
Y, para finalizar, este íntimo, emocionante y cómplice recital nos entregó “Camino”, una canción como recuerdo de vallenatos viejos y de canciones que formaron en su alma lo que hoy en día es Chabuco. El público en pie. No podía ser menos. Se lo había merecido. Todos quietos para recibir al artista cantar la canción por la que fue nominado a los Premios Grammy Latino 2021 a la Mejor Canción Tropical: “Más feliz que ayer” en un bis, cortito pero entregado. Hay que reconocer que esta era el cierre perfecto. Pronto, no lo olviden, nuevo disco. Eso sí, la misma voz que nos cautivó por su sinceridad, alejada de adornos que, a mí, siempre me gana.
Texto: LUIS ALBERTO SERRANO
Fotografías: TONY VENTURA
Producción: BE THE ONE (Artist and Music Services)