Reseña: ‘Cuentas Pendientes’, de Susana Hernández

Publicado el 01 septiembre 2016 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

Excelente novela negra que va más allá del género clásico, incluyendo dosis cómicas y de amor y otorgando un realismo al alcance de muy pocos

Por: Alberto Berenguer Twitter: @tukoberenguer

Cuando hace unos meses atrás recibí por correspondencia Cuentas Pendientes, la tercera entrega de la serie de la subinspectora Santana, no supe si empezar a leerla -sin haber leído sus dos predecesoras- sería lo más conveniente. Pensé que probablemente me perdería durante el relato. La nominación de Cuentas Pendientes a la mejor novela negra de 2015 -y posterior galardón otorgado por Cubelles Noir el pasado 20 de agosto- me ayudó a tomar la decisión. Puede que se me haya escapado algún detalle -no digo que no-, pero realmente no lo sabré hasta que lea Curvas Peligrosas y Contra las Cuerdas, pues la autora catalana Susana Hernández plantea tan bien las escenas -añadiendo pequeñas retrospecciones durante la narrativa- que otorgan a lectores como yo las pinceladas justas a la vez que necesarias para conocer la historia al completo, así como la posibilidad de leer Cuentas Pendientes en solitario -cosa que agradezco enormemente a la autora, y de paso, a la Editorial Alrevés por enviarme un ejemplar-.

"No bastaba con una muerte corriente [...]. Merecía un castigo mucho más cruel, a la altura de su terrible pasado". Así, casi sin darnos cuenta, comienza Cuentas Pendientes. Captando el interés y la atención de sus lectores con el suicidio de un joven de 17 años que decide terminar -de la manera más dolorosa posible- con su propia vida. Un caso aparentemente anodino para la Unidad de Homicidios que, sin embargo, tendrá una gran importancia para resolver los posteriores casos a los que Santana deberá hacer frente junto a sus compañeros de oficio: Crespo, Robles, Miriam...

Este es tan sólo uno de los tantos casos que encontraremos a lo largo de las 286 páginas que componen Cuentas Pendientes. Como trama principal, Susana Hernández ha decidido tratar uno de los temas de mayor crudeza en la actualidad: el tráfico de menores, rasgo que podemos ver reflejado fácilmente en la actitud e implicación de las subinspectoras Rebeca Santana y Miriam Vázquez.

La trama principal se desarrolla junto con numerosas subtramas que -lejos de convertir la lectura en un acto tedioso- dan ritmo y agilidad a la novela. De hecho, resulta inevitable preguntarse -e intentar adivinar- al inicio de cada capítulo cuál o cuáles de las subtramas serán desarrolladas, lo que incita a una lectura mucho más rápida. Este ha sido precisamente uno de los aspectos que más me ha sorprendido de la autora catalana. La capacidad de narrar varias historias -o deberíamos decir casos policiales-, 'mareando la perdiz' con pistas que podrían ser pero que finalmente no son o no llegan a nada y hacer que todas esas historias encajen perfectamente como si de un puzle se tratara. Susana Hernández trabaja muy ingeniosamente la trama principal con las diferentes subtramas, retroalimentándose mutuamente y resolviéndose unas junto a otras.

Pero no es el único punto fuerte que posee Cuentas Pendientes. En esta novela hay de todo: secuestros, rencores, asesinatos, drogas, persecuciones, chantajes, tiroteos... en fin, lo que toda buena novela negra ha de tener. Pero su autora va más allá introduciendo pequeñas dosis de comedia -hecho que se agradece dentro de un género tan triste y melancólico como este- que hace que esboces una pequeña sonrisa con las réplicas de algún que otro sospechoso durante un interrogatorio, o incluso con el sarcasmo de la propia Miriam Vázquez.

Cuentas Pendientes va claramente de menos a más, aumentando intriga y ritmo narrativo a medida que nos acercamos al final de la novela. Esto se debe a la construcción de la propia obra con una primera parte donde son los personajes los que llevan el mayor peso, por lo que lectores más afines a la acción pueden llegar a impacientarse hasta bien entrados en la narración. Por contra, los lectores que busquen algo más que pura acción -como historias transversales- premiarán la decisión de Susana Hernández.

Al margen de los casos de tráfico de menores, las tramas que más me han gustado han sido el secuestro de Puri -madre de Santana- y el caso de los gemelos Costa. El primero, porque vemos a la Rebeca Santana más humana y personal. A pesar de no llevarse bien con su madre -e incluso odiarla- es incapaz de no preocuparse por su desaparición. El segundo, porque es el primer caso importante -difícil, problemático y mediático- para Malena Montero en su nueva condición de fiscal. Además, guarda una cierta relación personal con este caso pues el padre de los gemelos resulta ser socio y amigo de su padre, por lo que las presiones por ambas partes no se harán esperar. Cabe destacar que todas y cada una de las tramas están bien resueltas. Podrán gustar más o menos al lector, pero ninguno de los casos investigados queda inconcluso.

Pero no todo son casos policiales. En Cuentas Pendientes también hay cabida para el amor. Susana Hernández ha sido capaz de formar dos personajes complejos, reales y actuales que sin duda otorgan un valor añadido a la obra. Será a través de su vida personal y su relación sentimental con Malena Montero -el gran amor de su vida- donde veremos a la Rebeca Santana más cercana y real. A lo largo de la novela podemos apreciar -y casi palpar- los miedos de Santana por perder a lo que más ama, así como sus celos e inseguridades por la cercanía que Malena tiene por momentos con Nerea -su expareja-.

Por último me gustaría resaltar el guiño que la escritora catalana ha hecho a su Ciudad Condal. Sin ser de Barcelona, he reconocido varios de los lugares que Susana Hernández menciona en Cuentas Pendientes, dando así un mayor dramatismo, realismo y cercanía a los casos investigados.

En resumen, Cuentas Pendientes es una excelente novela negra que va más allá del género clásico, incluyendo dosis cómicas y de amor y otorgando un realismo al alcance de muy pocos. El galardón otorgado hace escasas semanas como mejor novela negra de 2015 escrita por una mujer así lo avala.