RESEÑA: Damas oscuras.

Publicado el 18 mayo 2018 por Jimenada
DAMAS OSCURAS
Título: Damas oscuras. Cuentos de fantasmas de escritoras victorianas eminentes.
Autoras: Charlotte Brontë (1816-1855), Elizabeth Gaskell (1810-1865), Dinah Mulock,Mrs Craik (1826-1887), Catherine Crowe (1803-1876), Mary Elizabeth Branddon (1835-1915), Rosa Mulholland (1841-1921), Amelia B. Edwards (1831-1892), Rhoda Broughton (1840-1920), Mrs Henry Wood (1814-1887), Vernon Lee (1856-1935), Charlotte Riddell (1832-1906), Margaret Oliphant (1828-1897), Lanoe Falconer (1848-1908), Louisa Baldwin (1856-1922), Violet Hunt (1862-1942), Mary Cholmondeley (1859-1925), Ella D´Arcy (1856-1939), Gertrude Athernon (1857-1948), Willa Cather (1873-1947) y Mary E. Wilkins Freeman (1852-1930).
Editorial: Impedimenta.
Idioma: inglés.
Traductoras: Alicia Frieyro, Olalla García, Sara Lekanda, Magdalena Palmer y Consuelo Rubio.
Sinopsis: si hay algo que caracteriza a los victorianos es su maestría a la hora de contar cuentos de fantasmas. Un campo en el que muchas eminentes damas novelistas, conocedoras de lo escalofríante, marcaron tendencia. Las veinte historias incluidas en este volumen abarcan el reinado de Victoria y cuentan con aportaciones de autoras clásicas como Charlotte Brontë, Vernon Lee, Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant o Willa Cather, junto con otras no menos especialistas en lo tenebroso y sobrenatural. Ambientadas en los páramos de Irlanda, en una villa mediterránea o en la tétrica mansión de Londres, estos relatos evidencian la fascinación victoriana por la muerte y por lo que había más allá, con atmósferas sugerentes, ingenio y mucho humor.
Su historia me ha parecido: extensa, completa, interesante, titánica, enormemente reflexiva, perfectamente presentada, cuyo esfuerzo editorial no aprecias hasta que no te adentras en él...Queridas lectoras y estimados lectores, todos sabemos que mayo es el mes más esperado por muchos. Es el momento en el que comienzan a florecer los jardines y parques que pueblan las ciudades, en el que el sol pasa más tiempo a nuestro lado y e el que, a pesar de que durante ese mes se produce un repunte en las alergias, lo acogemos con los brazos abiertos. En mayo es tiempo de dar largos paseos, de realizar salidas al campo, de organizar algún picnic en la hierba, de quitarnos la primera capa de ropa, de recorrer la ciudad en bicicleta o de cazar insectos. En mayo tienen lugar infinidad de festividades, en su mayoría religiosas, que toman las principales arterias de las ciudades durante unos días. Pero también, en mayo, tiene lugar un curioso fenómeno, el cual sólo experimentan quienes durante ese mes tienen que hincar los codos, y es que no aprendemos, siempre tenemos que dejarlo todo para el último momento. Además de todo eso, las semanas de mayo son tal vez las más reflexivas, pues cada vez queda menos para dar por finalizado un nuevo ciclo, ya sea laboral, social, personal, profesional...Y es durante esas soleadas jornadas cuando uno se detiene, se sienta y es consciente de que el verano está a la vuelta de la esquina y que en algunas ocasiones, el futuro sigue estando en el aire. Todo parece perfecto, bonito, idílico; como esas fotos que todos nos hacemos en actitud festiva y alegre. Sin embargo, tras esos rostros rebosantes de felicidad, tras esos ojos que se iluminan a la luz de los rallos de sol, tras esas amplias sonrisas, la perturbación puede aflorar en el momento menos oportuno, transformando lo que era un día típico de primavera en una jornada tormentosa. Nuestras preocupaciones, miedos e inseguridades, nuestros fantasmas al fin y al cabo, nos asaltan trastocando todo a su paso. De eso precisamente van los cuentos de los que hoy tengo el placer de hablaros y que, reunidos en un extraordinario volumen, constituyen el más amplio testimonio, no sólo de una época, sino de toda una tradición literaria. Damas oscuras: veinte historias de fantasmas, veinte ejemplos de insubordinación intelectual.

La historia de como este volumen de relatos llegó a mis manos es bien sencilla. Aunque para seros sincera comenzó a raíz de un interés intelectual todavía insatisfecho y que tiene mucho que ver con el redescubrimiento del siglo XIX. Durante las clases de historia del instituto, además de la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial, el siglo XIX no me entusiasmaba demasiado. Y aunque si bien es cierto que la historia social de aquel tiempo me provocaba más curiosidad que fascinación, solía pasar los exámenes sobre la Revolución Industrial y la era del Imperialismo con nota. Sin embargo, creo que fue durante el traumático segundo de bachillerato cuando de verdad logré cogerle tirria al siglo XIX, y más concretamente al siglo XIX español. El estrés que todos vivimos durante ese curso, la presión por el examen de selectividad, la extraordinaria complejidad de esta materia en concreto y un profesor de historia que dejaba mucho que desear contribuyeron a que las clases de historia contemporánea de España, en concreto los temas del siglo XIX, se me hiciesen soporíferas. De hecho, la situación llegó hasta el punto de que decidí decantarme por filosofía en lugar de por historia a pocas semanas de realizar el examen más importante de mi vida. Ironías del destino, mi intención era conseguir con mi resultado entrar en la carrera de Historia. En los años siguientes, ya encontrándome sumida entre clases magistrales, apuntes, almuerzos en la cafetería y búsquedas de libros en la biblioteca de humanidades, mi relación con el siglo XIX no es que mejorase, sino que fue a peor. En una carrera como la de Historia lo lógico hubiese sido toparte con profesores apasionados por su trabajo, pero sobre todo, por la época de la que son especialistas y que tienen el honor de explicar ante una abarrotada clase de alumnos ávidos de conocimiento. Pero la realidad fue que quien me tuvo que explicar el siglo XIX en el marco de Historia Universal de segundo curso no lo hizo adecuadamente, es más, parecía que le importaba un pimiento la asignatura y si los alumnos aprendíamos algo. A medida que avanzaban los cursos la cosa mejoró, y a pesar de que en tercero me tocó otra profesora bastante peculiar, por lo menos la segunda mitad del XIX español me quedó bastante clara. Luego en el Master fue otra cosa, no voy a decir que los encargados en impartir la asignatura sobre ese siglo fuesen impecables, pero mejores que aquel profesor de segundo sí. Una vez acabé mi etapa universitaria vino entonces mi acercamiento a esta época histórica a través de la literatura. Es cierto que ya había leído libros escritos en el XIX, de hecho, Madame Bovary y Frankenstein siempre estarán entre mis imprescindibles. Sin embargo, no fue hasta aquel crucial curso de escritura y el reencuentro con una amiga a la que hacía mucho tiempo que no veía los que me empujaron a leer más a fondo estos libros. Y gracias a todo ello, pude dar con la literatura victoriana, a la que durante este mes le estamos dedicando un importante espacio, y especialmente con el relato gótico. Un formato que al principio cuesta amoldarse pero al que poco a poco el lector consigue engancharse. Teniendo en cuenta todos estos antecedentes ¿Cómo no sucumbir ante Damas oscuras? Cuya presencia ya impone y atrae al mismo tiempo. Tardé bastante hacerme con un ejemplar, sin embargo, en cuanto inicié su lectura, y encima coincidiendo con una noche de tormenta, supe al instante que todos esos días de eterna espera habían merecido la pena.

Antes de centrarnos en la reseña propiamente dicha, me gustaría comentar que Damas oscuras tiene el honor de ser el libro de relatos más voluminoso en páginas y en contenido jamás reseñado en Jimena de la Almena. Un total de veinte relatos componen el libro, cada uno escrito por una autora diferente, cuya única conexión entre ellas, además de excepcionales lazos de amistad que unían a algunas de estas autoras, son las fechas de sus respectivos nacimientos (todos comprendidos a lo largo del siglo XIX), su lugar de procedencia (la mayoría nacidas en Gran Bretaña excepto tres de ellas) y el tipo de cuento, que no es otro que el cuento de fantasmas gótico puro y duro. Cada una con su estilo y peculiaridades literarias, pero todas sucumbidas ante el atractivo filón que por aquel entonces tenía escribir sobre lo sobrenatural y la delgada línea que separa la vida de la muerte. La edición que nos presenta Impedimenta no puede estar hecha con más amor, empezando por el cuidadísimo diseño de portada (el cual no puede ser más Dickensiana al combinar lo fantasmagórico con elementos que recuerdan a la Navidad) y acabando por la ordenación y presentación de cada uno de los relatos. Los cuales vienen precedidos de una pequeña biografía de la autora que ha escrito el relato. Tras una útil introducción por parte de los editores apuntando las características básicas del contexto histórico en el que nacieron cada uno de los escritos, el volumen arranca de la forma más potente posible, con un relato de la mismísima Charlotte Brontë. Una decisión que sin duda no ha sido fruto ni del azar ni de la casualidad, pues al iniciar el libro con este relato en particular se lanzan dos mensajes: primero, que el texto de Charlotte Brontë es el más antiguo en comparación al resto, el primero que se escribió. Y segundo, impresionar al lector que se adentre en Damas Oscuras, pues más allá de Jane Eyre y algunas novelas menores, muy pocos son los que saben que la mayor de las hermanas Brontë escribió poesía y no pocos cuentos, algunos de ellos de fantasmas, como el que inaugura este recopilatorio literario. Un relato extraordinariamente breve para la época en el que, sorpresa, pone en evidencia al mismísimo Napoleón Bonaparte de una forma realmente brillante. Tras ella le sigue otra de las grandes, Elizabeth Gaskell con un relato protagonizado por una peculiar niñera que lejos queda de los afables personajes de Norte y Sur. A estas insignes escritoras le siguen otras por desgracia menos conocidas pero igual de interesantes. Tales son los casos de Mary Elizabeth Branddon (fundadora de las revistas literarias Belgravia Magazine y Temple Bar Magazine), Amelia B. Edwards (afamada arqueóloga y Egiptóloga, hasta el punto de fundar la Egypt Exploration Society aún vigente en la actualidad), Rosa Mulholland (a quien el mismísimo Charles Dickens animó y aconsejó en sus inicios como escritora), Rhoda Broughton (a quien la sombra de su tío, Joseph Sheridan Le Fanu, condenó a un segundo puesto), Mrs Henry Wood (Ellen Price, escribió gran parte de su obra sentada en una silla especial debido a unos problemas de espalda que la acompañaron toda su vida) o Vernon Lee (pseudónimo Violet Paget, fue pionera en abordar públicamente su homosexualidad, además de ser la pareja de Amy Levy, primera mujer judía en ser aceptada por la Universidad de Cambridge) entre otras. Así mismo, en Damas oscuras también encontramos presencia norteamericana de la mano de autoras como Gertrude Athernon (en cuya biografía encontramos detalles tan curiosos como que Oscar Wilde le resultaba físicamente repulsivo y sus escritos poco viriles, su anticomunismo o su pertenencia a la League of American Writers a favor de Franco siendo la única mujer), Willa Cather (quien consiguió fama y reconocimiento como escritora en vida al tiempo que rompía esquemas al convivir con su pareja, Edith Lewis, bajo un mismo techo)y Mary E. Wilkins Freeman (primera mujer en recibir la medalla Howells de Ficción por parte de la Academia Americana de las Artes y las Letras) cuyo estilo que mezcla la inspiración victoriana y aspectos de la cultura estadounidense de aquellos años las convierten en escritoras singulares dentro del panorama literario del XIX. La estructura de todos los relatos es muy similar: entorno proclive (castillo, mansión...), con unos personajes extremadamente apasionados y en los que una presencia sobrenatural quebranta la aparente armonía del lugar, afectando de forma decisiva al devenir de cada personaje. El estilo es diferente en cada relato, al igual que la calidad literaria o los puntos de vista desde los que se narra la historia. Sin embargo, en su conjunto podríamos decir que confeccionan un amplio mapa de las posibilidades del terror dentro de una tradición tan específica como la del cuento de fantasmas victoriano. Por ir finalizando este apartado diré que éste no es un libro fácil de leer. Es más, Damas oscuras no permite una lectura seguida de hecho os aconsejo que lo cojáis con tiempo e incluso que lo compaginéis con otra lectura totalmente distinta. Así como el hecho de que si eres un amante de la literatura victoriana, éste libro no puede faltar en tu biblioteca.

El XIX británico fue realmente fascinante. Bajo lo que posteriormente se conocería como "época victoriana" se asocian una serie de acontecimientos clave. Tales como la consolidación de una economía industrializada, el desarrollo y asentamiento de la burguesía como consecuencia de la implantación del sistema fabril, el masivo éxodo rural, la transformación de las grandes ciudades (Londres especialmente), la aparición de otros núcleos urbanos nacidos al calor de la Revolución Industrial (como puede ser el cado de Manchester y Liverpoool), la aparición de nuevos barrios (unos destinados a la burguesía a las afueras de las ciudades y otros a los obreros situados en pleno corazón de éstas) el imparable crecimiento de la población, la expansión imperialista, el nacimiento del movimiento obrero, la consolidación del liberalismo o el surgimiento de las primeras reivindicaciones sufragistas entre otros. Luego, conforme nos vamos aproximando al conocimiento de esta etapa del pasado, vamos añadiendo más aspectos que lo caracterizaron, como por ejemplo los avances científicos (tanto tecnológicos como los concernientes a la biología). No debemos olvidar que es durante el siglo XIX cuando Charles Darwin escribe El origen de las especies, causando un verdadero cataclismo en la sociedad del momento. El XIX británico también fue testigo de los numerosos descubrimientos geográficos que exploradores (y alguna exploradora) llevaron a cabo por las colonias. Como consecuencia de ello, también se produjeron otro tipo de descubrimientos, más relacionados con el campo de la arqueología, especialmente en lugares como Egipto, lugar que en pocos años se convirtió en la meca de muchos entusiastas por la historia y el mundo antiguo. Lástima que todo ese afán de conocimiento acabase derivando en un masivo expolio. Pero sin duda, no se puede hablar de la era victoriana sin mencionar el auge que durante aquel siglo experimentó la cultura, en especial las letras, teniendo a Charles Dickens como su máximo exponente y siendo el que mejor ha descrito dicha época en sus novelas. Sin embargo, y eso Damas oscuras lo demuestra, existieron muchas escritoras, la mayoría británicas y algunas nacidas al otro lado del charco, que no quisieron quedarse atrás ejerciendo el papel de dulce esposa y apostaron por labrarse una carrera literaria a la altura de sus colegas varones. Y fueron los cuentos de fantasmas a través de los cuales algunas de estas autoras lograron fama y reconocimiento. La respuesta al por qué de la popularización de estos relatos la encontramos primero en el creciente interés por lo oculto. Es durante esa época cuando se popularizan las sesiones de espiritismo (sobre todo en las clases más pudientes) y en la que la figura de la o el médium cobra importancia. Y segundo, en algo clave: el surgimiento del Romanticismo como reacción a los dictados de la razón y la ilustración. Es así como el fantasma, como personaje literario, se usan para reivindicar el carácter folclórico de toda sociedad y para perturbar las cuadriculadas vidas de las clases acomodadas. Todo eso en un contexto en el que, a pesar de que se reivindicasen las raíces de los pueblos, éstos hacía mucho tiempo que las habían arrancado en el imparable camino del progreso. Por tanto, el carácter subversivo del fantasma fue la excusa perfecta para que estas escritoras lo usasen para alterar el orden y reivindicarse en un mundo de hombres. Sería hipócrita decir que las autoras no se sentían identificadas con sus fantasmas literarios, pues, esa invisibilidad a la que la sociedad les había condenado (convirtiéndolas en "ángeles del hogar" recluidas en el ámbito doméstico) tenía que ser visibilizada, denunciada, mostrada. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que a través de un relato de fantasmas clásico? En definitiva, este libro, plagado de historias (algunas de ellas para no dormir) lanza tres mensajes: uno, que la literatura victoriana aún nos puede dar muchas sorpresas. Dos, que a través de los cuentos se puede conocer las costumbres sociales de una época histórica del pasado. Y tres, que las mujeres también sabemos escribir relatos de terror. Damas oscuras: veinte relatos de desasosiego, perturbación, casas encantadas, villas mediterráneas, parajes inhóspitos, sucesos sobrenaturales, reflexión...Un libro que reivindica y ensalza el papel de la mujer escritora.
Frases o párrafos favoritos:
"Acompañado por el espectro, recorrió las calles desiertas hasta llegar a una mansión que se alzaba a orillas del Sena. Una vez allí, su guía se detuvo, y cuando las puertas se abrieron para recibirlos, entraron en un amplio vestíbulo de mármol que ocultaba parcialmente una cortina, por cuyos pliegues transparentes penetraba una intensa luz de ardía con un brillo cegador. Una hilera de figuras femeninas fastuosamente vestidas y tocadas con guirnaldas de las flores más hermosas, aunque con rostros ocultos por unas espantosas máscaras de calavera, se alineaba ante el cortinaje."
Película/Canción: como no podía ser de otra manera, os adjunto la pieza de música clásica que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Tan conocida como impactante, consigue que un escalofrío recorra tu cuerpo de arriba abajo.

¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Impedimenta