Antes de que me preguntéis nada, no sé si realmente "Escoria" es el apellido de la autora o se trata de un nombre artístico. Y dicho esto, vamos al turrón.
Julia es una joven de catorce años que vive en Santa Bonita, California. Allí va al instituto, aunque no tiene muchos amigos. Pero está entre las mejores de su clase. Hasta que un día algo se rompe en su interior. Algo que ella califica como negro y oscuro comienza a invadirla y su vida cambia.
Intenta buscar refugio en las drogas y en el alcohol, en las interminables fiestas californianas, pero nada parece ayudarla. Es entonces cuando intenta suicidarse tomándose una sobredosis de pastillas. A partir de ese momento se encienden todas las alarmas, familiares, sociales y escolares. Julia es ingresada tres días y luego medicada. Tiene que ir a ver a un psicólogo con el que no congenia y que no empatiza nada con ella, como si sus síntomas fueran de manual y ella no fuera realmente una persona.
Desquiciada (Editorial Horror Vacui) es precisamente eso, un descenso a los infiernos no de la enfermedad mental en sí, sino de la incomprensión que general en la sociedad, sobre todo si es en adolescentes, a los que a su desazón se le une la sensación de desamparo y a la vez de mortalidad típica de esa edad.
Los adolescentes aparentemente "cuerdos" (hay que coger el término con alfileres) suelen coquetear con las pastillas, la autolesión y la tentación del suicidio. De modo que una adolescente como Julia, con bipolaridad de tipo uno, tiene muchos más riesgos de caer en tendencias destructivas. Pero hay belleza en los internados en los que es ingresada, en las amistades que hace, en el paisaje que la rodea.
Es un libro que me ha recordado a los primeros de Bret Easton Ellis, como Menos que cero o Los confidentes, en los que narraba esas fiestas eternas californianas donde abundaban las drogas y el alcohol, recorridas por personajes fantasmales adolescentes nihilistas que sólo buscaban sobrevivir a una existencia vacía y sin sentido. Afortunadamente, en ese sentido, Julia nos da toda una lección gracias a la cual podemos reflexionar sobre la fragilidad de la juventud y sobre la inagotable fortaleza de las personas aparentemente rotas.