Siempre he sido muy fan de la obra de Jane Austen y, ni que decir tiene, de las novelas de terror en general y de vampiros en particular. Pero nunca se me hubiese ocurrido poder disfrutar de una especie de simbiosis de ambas cosas, como la que nos ofrece Laura Blanco Villalba en su libro La Sirin. Una historia de fantasía costumbrista con tintes góticos ambientada en la Inglaterra de principios del siglo XIX y presentada en una preciosa y muy cuidada edición de la editorial Valhalla, que me ha tenido absorta de principio a fin y que ahora quiero compartir contigo.
En La Sirin se superponen dos historias separadas entre sí en el tiempo, que acaban estando vinculadas de una manera muy original. Por un lado, Laura nos presenta a dos vampiros (Fanque y Marcos), que en el Boston del siglo XX están recopilando pruebas para testificar en el “Caso Blackbird”, un proceso judicial que, por una serie de motivos, tiene gran trascendencia para la comunidad vampírica. Para nuestra sorpresa, la manera de recibir esta información acerca de hechos del pasado es mediante la lectura de la sangre, puesto que Fanque es lo que se denomina Escriba de Sangre, y Marcos su aprendiz en este curioso arte que consiste en beber la sangre de un mortal o de un descendiente del mismo para así poder conocer sus recuerdos. Por otro lado, viajamos a la Regencia Inglesa, donde una vecindad provinciana pero acomodada anda muy revuelta tras la llegada de un aristócrata tan rico y atractivo como enigmático y peculiar. El “joven” Gilles nunca es visto a la luz del día, suele ausentarse largos periodos de tiempo y, coincidiendo con su mudanza, han empezado a producirse desapariciones, asesinatos y algunas personas presentan extrañas marcas en el cuello… Así que el señor Gilles tiene toda la pinta de ser un vampiro, pero ¿cómo reconocer a este ser sobrenatural cuando su figura todavía no forma parte de la cultura popular?
A través de los ojos de Mary Benedict (un personaje que parece directamente salido de la obra de Austen, en un claro homenaje de Laura a la célebre escritora) veremos cómo la apacible vida de esta pequeña vecindad empieza a volverse truculenta. Mientras ella reniega de un matrimonio en el que ya por edad debe empezar a pensar según los cánones de la época, se ve obligada a reprobar que Julia, una prima a la que quiere como a una hermana, se deje conquistar por los encantos de Gilles, a quien ella aborrece desde el día en que lo conoció. La joven y encantadora Julia no es la única que cae en las garras del no-muerto y los acontecimientos irán tornándose cada vez más dramáticos hasta un final en el que se nos devuelve al siglo XX para conocer la resolución del juicio vampírico, no exento de sorpresas y revelaciones de gran importancia.
Además de por estar magníficamente escrito y presentar una cuidada trama, La Sirin me ha enamorado por la multitud de guiños literarios que su autora hace continuamente. No sólo tenemos referencias obvias a Jane Austen o Bram Stoker, sino también a otros escritores como Mary Shelley, Lord Byron o Polidori. Lo cual hace las delicias de cualquier lector asiduo a la literatura gótica y de terror. Pero lo mejor de todo es que la historia contenida en La Sirin no acaba aquí. Los últimos compases del libro prometen que habrá una continuación en la que (imagino) se profundizará más en esta sociedad vampírica recreada por Laura y, posiblemente, conozcamos otros relatos a través de la lectura de la sangre.
De momento me toca esperar, pero tú ya no tienes excusa para no adentrarte en los recuerdos que la sangre puede ofrecer. ¿Te animas a leerlos?
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