Los nombres de Pollie, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary-Jane no nos dicen nada. Sin embargo, todos conocemos a su asesino: Jack el Destripador. Estas cinco víctimas no se conocían entre sí, y tuvieron orígenes muy diversos, ya que no todas eran inglesas. Sin embargo, acabaron de la misma forma: viviendo en Whitechapel a finales de 1888, que fue el año en que se dieron los crímenes.
La forma de asesinar de Jack el Destripador, su maestría con el bisturí y el hecho de que no fuera nunca capturado rodeó su figura con un aura diabólica, despertando nuestra curiosidad aún hoy en día. Todos pensamos en su representación con capa y sombrero, en la carta que envió al comisario de Scotland Yard y en cómo se burló de la policía. Nunca le atraparon, pero aparecieron un gran número de teorías. Algunos decían que se trataba de un carnicero, o de un médico, mientras que otros sostenían que se trataba del pintor Whistler (como afirma Patricia Cornwell en su libro Caso cerrado) o incluso un miembro de la realeza.
Otra de las teorías es que se trataba de un hombre con sífilis, puesto que asesinaba a prostitutas como forma de venganza. Sin embargo, esto no es del todo cierto, ya que sólo la última de ellas, Mary-Jane, se dedicaba a la prostitución. El resto no eran más que mujeres alcohólicas que tuvieron la desgracia de caer en la miseria absoluta de Whitechapel, uno de los barrios más deprimidos de Londres. Ahí dormían en habitaciones comunales, cuando se lo podían permitir, o directamente al raso. De ahí que fueran presas fáciles.
Los infames Penny Dreadful
Las cinco mujeres: las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador (Roca Editorial) es un trabajo de investigación exquisito, en el que la autora ha consultado fuentes documentales y ha recreado la vida, los afectos, o las relaciones en la Inglaterra Victoriana, tantas veces retratada por Dickens como insalubre y miserable, en la que la esperanza de vida de las mujeres apenas llegaba a los cuarenta años.
Hallie Rubenhold ha unido piezas, ha consultado documentos, ha tirado de hilos y ha esclarecido pistas, creando un auténtico true crime de la época victoriana. Pero no ha sido para mostrarnos otra teoría sobre la identidad de Jack el Destripador, sino de sus víctimas. Porque fueron cinco mujeres cuya única falta fue la de salirse del sistema, y no tener a un hombre al lado que las protegiese. El asesino fue la forma que tuvo el sistema de preservarse a sí mismo, demostrando a las mujeres las cosas terribles que podían pasarles si no estaban en casa cuidando de sus familias, que era el lugar que les correspondía. Toda mujer descarriada o "perdida" acababa castigada con un terrible destino.
Si buscas detalles morbosos y cruentos, este libro no es para ti. Ni siquiera habla de los asesinatos en sí, sino de la vida de estas personas. Hay muchos libros que dan detalles escabrosos e incluso películas y series de televisión. Este libro no va por ahí, sino que abarca el aspecto humano de las víctimas, que quedaron relegadas a un segundo plano por la fama de su asesino. Y no debería ser así. Pero al ser humano le pierde el sensacionalismo más obsceno a veces.
La autora nos ha demostrado que fueron personas que sufrieron, rieron, se casaron, se separaron, tuvieron familias, compusieron baladas e intentaron sacar adelante a sus hijos como pudieron. De esta manera le quita el foco al asesino para hablarnos de sus víctimas, mujeres que tuvieron la desgracia de caer en los peldaños más bajos de una sociedad poco dada a conceder segundas oportunidades.