Yo me quedé sentado en la cama. El tiempo pasaba y pasaba. Dentro de mí había algo que no andaba bien, lo notaba en el estómago y no sabía qué hacer. Así que me tumbé en el suelo. Estiré el índice y me lo llevé a la cabeza. Y doblé el pulgar. Y me maté.
Cuando yo tenía cinco años, me maté, de Howard Buten
Burt sólo tiene ocho años, pero su pequeño corazón ya ha conocido grandes sentimientos. Demasiado grandes. Demasiado fuertes. Ahora vive recluido en un Centro de Internamiento Infantil por lo que le hizo a Jessica. Solo, contra la estupidez de los adultos que convierten sus sueños en síntomas clínicos y su amor en un delito. Solo, en una fortaleza de silencio. ¿Quién lo sacará de allí? Pura emoción, en una prosa maravillosamente conseguida.
Burt es un niño que solo tiene ocho años. ¿Qué es lo que hace un niño a esta edad? Juega, pelea, tiene rabietas, va a a la escuela y juega con sus amigos y pasa tiempo con su familia. Pero Burt no es un niño de ocho años común. Burt está recluido en un centro de internamiento infantil. Burt está condenado por algo que le hizo a Jessica y nadie más que él mismo podrá ayudarnos a entender qué pasa por su cabeza, qué lo llevó a hacer aquello tan horrible… o bien nos ayudará a terminar más perdidos en una mente sencilla y a la vez tan complicada como la es la de un niño de ocho años con verdaderos problemas.
En las primeras páginas conoceremos a un Burt de cinco años, a quien, de inmediato, notaremos un cierto aire diferente, distinto a la de otros niños. Puede que sea más sensible de lo normal ya que odia las noticias, las cuales pueden hacerle casi romper en llanto, causándole tanto impacto que, un día, sube a su habitación y se mata. Pero no creáis que se suicida de verdad, sólo asistiremos a un asesinato metafórico. Cuando pasamos al Burt actual, al recluido de ocho años, nos damos cuenta de que algo ha pasado y ha cambiado toda la imagen mental que nos pudimos haber hecho con aquel niñito de cinco años que conocimos en el primer capítulo. En cierta parte, en momentos concretos creemos estar leyendo al mismo niño llorón del principio y cuando ya nos damos cuenta de que realmente no es así, pensaremos en lo más lógico: “Lo más probable es que tiene un ligero retraso mental”. Y volveros a estar equivocados. Porque sí, Burt tiene problemas, pero mucho más graves que tener un ligero retraso. Burt tiene esa clase de problemas que ni los mayores nos atrevemos a tratar.
Esta novela está contada desde el punto de vista de Burt, nunca por la visión de un adulto. Burt es el único con voz en la novela y si alguna vez conocemos los pensamientos de un adulto será mediante estratagemas que el autor se saca de la manga, como el robo de su propio informe psiquiátrico. Este estilo narrativo, contado desde la perspectiva del niño enfermo, es lo que hace de “Cuando yo tenía cinco años, me maté” en una joya de la literatura contemporánea. El autor tiene la maestría de mostrarnos lo complicado que es para un niño pequeño entender a un adulto y también a través de él podemos ver de una forma más que magistral que los adultos también se equivocan, que los niños sí que saben expresar lo que realmente sienten o lo que quieren, pero los adultos nos creemos ya muy instruidos como para escuchar a los críos y muchas veces los críos son los único que sí son capaces de ver lo que realmente pasa frente a nuestras narices. Por lo mismo, no os equivoquéis, este no es un libro infantil y tampoco me atrevería a calificarlo como juvenil. No es un libro contado desde el prisma del niño que todos hemos sido, hemos querido ser o del que queremos que sean nuestros hijos o hermanos más pequeños; es el prisma de un niño realmente enfermo, con problemas graves de percepción y de personalidad, un niño que comprende la vida desde un ángulo muy personal, un niño que es capaz de unir en el mismo diálogo frases como “qué suave es la mejilla de mi madre” o “la quiero matar”.
Cuando llegamos al meollo del asunto, ese “algo” tan terrible que le hizo a Jessica, –cuyas pistas están desperdigadas por toda la historia que Burt nos va contando–, ya hasta nos da igual o nos deja indiferente, y no porque no esté a la altura de las expectativas, porque lo está, sino más bien porque has disfrutado tantísimo con la historia de Burt que ya el morbo por saber qué es lo que hizo no es tan importante como al principio. Sabes que eso desencadenará el fin del libro y lo que tú quieres es seguir leyendo más sobre Burt, saber por qué está ahí metido, por qué llegó hasta ese punto de locura, cómo es posible que un niño haga lo que él hizo.
Como ya he dicho, a pesar de ser un libro ligero y fácil de leer, recomiendo no tomarlo tan a la ligera, pues el trasfondo es poderoso, un tema que muchas veces parece invisible, parece que nadie quiere tratar o todos queremos esconder, y es que a veces los niños hacen cosas malas, muchas veces no saben lo que están haciendo y otras veces sí, muchas veces hay un rayo de esperanza, pero si no los atajamos a tiempo es cuando ocurre lo inevitable. Es cuando los “Burts” ocultos crecen y se convierten en los Lobos de la historia.
- Os gustará este libro si:
Está claro que debéis leer este libro. Todos y cada uno de vosotros merece pasar por la increíble experiencia de conocer a Burt, de conocer su historia y de sufrir y reír con las idas y venidas de un niño muy diferente a los otros que habéis conocido. Tenéis derecho a sumergiros en una historia maravillosamente contada, de conocer un problema que la sociedad quiere ocultar y que existe y se cobra muchas vidas hoy en día; si sois lectores voraces, tenéis la obligación de pasar por Cuando tenía cinco años, me maté, de Howard Buten.
- No os gustará este libro si:
Si lo que estáis buscando es algo morboso, crudo o rebuscado, gráfico o hasta gore, no os recomiendo buscarlo en esta novela, porque sólo encontraréis a un niño que solo quiere saber de Jessica, porque le hizo algo muy malo y debemos ayudarle a entenderlo y quizás, solo quizás, ayudar a los que rodean a Burt a entender por qué hizo lo que hizo. No encontraréis nada más allá, yo no os engaño.
Concluyo esta “pequeña” reseña rogándoos de rodillas que le deis una oportunidad a esta novela. Se trata de una historia increíble, poco tratada en la literatura y, aunque cuenta con una continuación llamada “Le Coeur sous le rouleau compresseur” y una adaptación cinematográfica del año 1994, en España es una novela totalmente desconocida y merece un hueco en vuestras estanterías, en vuestros corazones y en vuestras memorias. Si le dais esa oportunidad, os aseguro que no os vais a arrepentir. Yo no me he arrepentido, al contrario, ahora mismo volvería a leerlo y una vez más trataría de entender a nuestro gran y diminuto protagonista.
Ainosuke Kanon
Kanon es una chica soñadora y muy sensible que se deja llevar por la magia de las letras. Es la fundadora de Mientras Lees, y se dedica a escribir novelas y relatos a tiempo completo. Comenzó su andadura en la literatura con Mujercitas, y no ha conseguido parar. Actualmente trabaja como diseñadora web y promotora editorial.