Ahora que el género distópico ha irrumpido con fuerza en la Literatura Juvenil, ¿no es el mejor momento de leerse un clásico entre clásicos? Fahrenheit 451 lleva desde los años 50 dando guerra y hoy os contaré, con más pesar que alegría, lo que a mí me ha parecido esta cruenta y realista visión de un futuro, ojalá muy lejano.
FAHRENHEIT 451, de Ray Bradbury
Guy Montag es un bombero y el trabajo de un bombero es quemar libros, que están prohibidos porque son causa de discordia y sufrimiento. El Sabueso Mecánico del Departamento de Incendios, armado con una letal inyección hipodérmica, escoltado por helicópteros, está preparado para rastrear a los disidentes que aún conservan y leen libros. Como 1984, de George Orwell, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y el conformismo.
Bomberos que no apagan fuego, sino que los avivan. Y con libros, nada más y nada menos. Esta es la premisa de una de las novelas más famosas de la Historia de la Literatura. ¿Quién no ha oído hablar de Ray Bradbury? Ya sea por sus numerosos guiones de éxito, ya sea por el bombo que se le dio a su bibliografía cuando nos dejó en junio del año pasado (2012), lo cierto es que es una celebridad. Se forjó su carrera con mucho empeño, con sudor y lágrimas. Y todo lo bueno se le fue devuelto. Creo que todo empezó con Fahrenheit 451.
Pero un día conoce a una extraña niña llamada Clarisse, quien, con pocas y misteriosas palabras, consigue encender la bombilla dentro de Guy. A partir de ahí, su vida se irá torciendo cada vez más, hasta convertirse en un objetivo a eliminar de aquel gobierno al que tanto había amado y respetado.
No comprendí por qué todo había sucedido tan rápido. Por qué el autor no había intentado sacarle más partido a esta bomba que había creado. Creo que la idea es tan tremendamente buena que merecía más mimo y más páginas. Para que me entendáis, el relato real tiene apenas 130 páginas y está dividido en tres partes. Lo que completa el libro de mi edición son tres posfacios (tuve que buscar qué significa esta palabra y no la encontré ni en la RAE, pero que será como “prefacios”) que no me interesaron ni me entretuvieron en ningún momento. Cerré el libro con un gesto amargo marcando mi ceño. Pensé: ¡qué decepción! Bradbury había tenido la oportunidad de oro para dar respuesta a los miles de detalles que, finalmente, se quedan en anécdotas supérfluas por culpa de su correcorre literario.
Sin embargo, he de admitir que Fahrenheit 451 es un clásico de altísimo valor, tanto para la humanidad como para el lector que lo devore. Me enseñó cosas intensas y me hizo reflexionar sobre el mundo en el que vivo. Las sabias palabras de Bradbury no sólo me afectaron a mí, sino que os afectará a todos, porque su mensaje contiene tanto valor que sería de desagradecido no darle ese mérito. Sé que a vosotros no os pasará como a mí porque ya estáis advertidos, por lo que podréis deslizaros sin prejuicios en una historia que marcó una época. Una historia que, dejando atrás sus fallos técnicos, debe estar imperiosamente en los primeros puestos de vuestras wishlist de este año.
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Estudiante de letras y otaku apasionado. A parte de leer, jugar a videojuegos y ver películas, adora estudiar y enseñar japonés. Administra Mientras Lees desde hace tres años y su sueño es convertirse en librero. Podéis encontrarlo en su bitácora personal.