Reseña de "Muro fantasma" de Sarah Moss

Publicado el 21 octubre 2020 por Rt

El padre de Silvie es un estudioso apasionado de la Edad de Hierro Británica, cuando el hombre vivía en cabañas, recogía los frutos que necesitaba del bosque, cazaba y cultivaba su pequeño terreno de tierra. Tal es su devoción hacia el pasado que todos los veranos arrastra a Silvie y a su madre a una pequeña cabaña en el campo, donde viven durante meses como los hombres del pasado. 

Su experimento atrae a un profesor de arqueología y a un grupo de estudiantes. Durante semanas, vivirán como auténticos hombres del pasado, prescindiendo de luz eléctrica, móviles, etc. Deberán recolectar o cazar su propia comida. Poco a poco, la familia y los estudiantes comienzan a involucrarse cada vez más en la recreación de este periodo histórico, llegando a celebrar sus propios rituales religiosos. Lo malo es que algunos pueden ser mortales. 

Muro fantasma (Editorial Sexto Piso) es una novela muy breve que se lee en nada porque atrapa desde las primeras páginas. Es también una novela poderosa, porque nos habla de los peligros de idealizar el pasado hasta el punto de la obsesión. Porque claro, en ese pasado hay implícitos otros conceptos como la preservación de la raza o incluso el castigo físico desmesurado a aquellos que contravenían las normas de la comunidad. 

No podemos regresar, y no nos gustaría volver, a la Edad del Hierro. Como Silvie señala, era poco frecuente vivir hasta los treinta años y la vida era tan incómoda como corta. Diría que las artes y artesanías de la Edad del Hierro son impresionantes, y tal vez podríamos reflexionar sobre esas tradiciones de fabricación y belleza.

Además, la nostalgia del pasado tiene otra consecuencia peligrosa. El pasado no fue como nos imaginamos que sucedió. Frente a la idílica vida campestre cultivando nuestra comida, elaborando nuestro pan o tejiendo nuestras ropas, hay que destacar la muerte en edad prematura de muchos niños, el inedecuado tratamiento de enfermedades, las infecciones no tratadas, etc.  

Porque además, Bill, el padre, es un sujeto obsesionado con sus propias ideas, que no duda en arrastrar a su familia y en contaminar al grupo visitante con su forma de ver la vida. Desde el principio, sospechamos que algo sucede, pero no sabemos qué es. Es la propia autora, con su maestría, quien nos va guiando por los vericuetos de una mente perturbada. Y lo bueno es que es capaz de hacerlo en menos de ciento cincuenta páginas, desarrollando una historia que nos tiene enganchados de principio a fin.