Partiendo de esta premisa, el profesor del IESE Santiago Álvarez de Mon simula en los 7 capítulos (escepticismo, conflicto, a la defensiva, crisis, miedos, silencio-paz y una decisión) de su libro No soy superman una conversación entre un directivo y su coach que, en definitiva, no resulta ser sino la conversación interior del primero.
Superada la tentación de parecer lo que no se es (un superhombre), sólo queda la realidad, con sus luces y sombras. Y está bien que así sea, puesto que estas luces y estas sombras son complementarias, sólo tienen sentido las unas con respecto a las otras.
Cualquier persona tiene miedo: miedo a quedarnos sin trabajo, miedo a las deslocalizaciones masivas, miedo al cambio... Nos sentimos frágiles y vulnerables, pero si somos conscientes de nuestros miedos, eso habla de nuestra fortaleza. Para Santiago Álvarez de Mon, la humildad es la cualidad fundamental de un ejecutivo: "ésta permite gestionar el éxito, levantarse tras el fracaso, preguntar y descubrir el talento". Además, también es importante el optimismo, "para dirigir con energía positiva; la constancia; la integridad; y la curiosidad, para ver inquisitivamente la realidad".
Más allá de las cualidades personales, el profesor señala las prioridades que deben regir la actividad del directivo: "Ha de construir un equipo en donde todos, desde la diversidad personal, crean en un proyecto común y remen en la misma dirección. Además, debe conocer la historia de la empresa, visionar estrategias de negocio y gestionar bien el tiempo". En resumen, debe ser un buen director de orquesta que, si sus músicos están a la altura, consigue que el todo suene armónico. Se trata pues de un talento interdependiente porque ¿qué es el talento de dirigir sino liberar o generar más talento? Así como un entrenador no compite con sus jugadores, el directivo tampoco debería competir con sus empleados.
En No soy superman se recogen otras claves para gestionar eficazmente si dar una imagen pulcra y exquisita a lo "Superman", y que no son otras que tener paciencia y una mentalidad de largo plazo: saber cuándo es momento de correr y cuándo de recuperar. Una dimensión temporal que resulta fundamental para que el ejecutivo encuentre momentos para invertir en sí mismo: "el directivo debe cuidar su base filosófica. Invertir en una cultura sana que permita relativizar todo gracias a la posesión de unas cuantas ideas firmes. No cabe el gobierno de una empresa sin imperar sobre ti mismo", explica Álvarez de Mon.
En No soy superman, como ya se tratase en su anterior libro La lógica del corazón (lee reseña), el autor apuesta por tomar decisiones sin atender a lo que en principio llamamos racionalidad. Porque a veces, si se piensa demasiado, el momento puede pasar y se puede acabar perdiendo. Porque lógica y emoción no son antagonistas, sino que deben ir de la mano. Porque la vida -y el oficio de dirigir es parte de la vida- no es una línea continua; la vida son momentos, y vivir es un arte.
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