Reseña | Cristina Campos es capaz de llevarte al lugar en que transcurre la historia con una facilidad asombrosa. A medida que lees, sientes que conoces Mallorca como si tú mismo hubieses vivido allí largo tiempo. Y no sólo la isla, sino cualquier otro lugar en el que ponga Marina, una de las protagonistas, sus inquietos pies. Acompañarla es sencillamente algo natural que cualquier lector apreciará sin duda.
Marina, cooperante de una ONG, médico, mujer fiel a sus convicciones, sencilla y algo parca en su forma de expresar sentimientos, únicamente necesita a su pareja y un lugar en el mundo en el que ayudar a los enfermos. Por el contrario, su hermana Anna, quien sigue en la isla mallorquina, tiene una hija, un esposo, una mansión con el limonero de la abuela en el jardín, una vida acomodada y ha vivido fielmente las enseñanzas de su madre. A pesar de todo lo que tiene, no ha alcanzado la verdadera felicidad. Su carácter es totalmente opuesto al de Marina, así como lo son sus vidas, las cuales han disfrutado alejadas una de la otra hasta que, sin esperarlo, una extraña herencia las une de nuevo.
Deberás sumergirte en esta historia para descubrir, junto a ellas, su pasado y su presente, sus avances y retrocesos, el pueblo mallorquín en el que vuelven a unir sus vidas y, por supuesto, el misterio de la herencia. No tiene pérdida. Además, en cada capítulo, descubrirás una nueva receta panadera, incluida la del aparentemente delicioso pan de limón con semillas de amapola.
Algo más de cuatrocientas páginas cargadas de mil sentimientos, personajes con los que es sencillo identificarse y detalles relativos a la maquetación que sorprenden. La autora ha hecho un buen trabajo y, sin duda, volveré a dejar que me maraville con sus próximas incursiones literarias. Os recomiendo esta novela, es fácil de seguir y muy adictiva ya que no paran de aparecer nuevos detalles que mantienen al lector con las manos llenas y el corazón agitado.