La escritora rusa Anna Starobinets me conquistó con su primer libro de relatos de terror titulado Una edad difícil y con su novela de Ciencia Ficción El Vivo. Ahora, gracias a Tienes que mirar (Editorial Impedimenta), he descubierto que sabe escribir de otro tipo de terror, más visceral y angustioso porque lo peor de todo es que es real.
Anna se encontraba en la semana dieciséis de embarazo cuando recibió la demoledora noticia de que su bebé presentaba un problema en los riñones al que no podría sobrevivir. La única solución es interrumpir el embarazo, una posibilidad de la que ella ni siquiera quiere oír hablar. Empieza así un rosario por ginecólogos buscando una segunda y una tercera opinión, que coinciden en lo mismo.
El sistema médico ruso se alza como un muro protocolario y cruel con el que la protagonista topa una y otra vez. Ginecólogos que gritan a la embarazada, médicos que hacen pasar a toda su clase a que la observen sin que ella haya dado permiso, matronas que hacen gala de falta de empatía, foros de madres que condenan a todas aquellas que practican el aborto a pesar de que así le ahorran sufrimiento al feto. Y por supuesto, ninguna frase de consuelo, ninguna asistencia psicológica, nada.
No solo el aborto tardío en sí mismo es un tabú, sino todo lo relacionado con los llamados “problemas de la mujer”. En mi caso (y en muchos otros casos de mujeres), por un lado, estás obligada a interrumpir este embarazo desafortunado y poco saludable, los médicos te presionan diciendo que no hay otra salida. Una vez que hayas hecho lo que te dijeron que hicieras, te darás cuenta de que a partir de ahora tienes que guardar silencio sobre tu pérdida porque “el verdadero dolor es silencioso”. Porque “debes ser fuerte y seguir adelante”. Y también debes guardar silencio porque lo que has hecho resulta ser algo feo y pecaminoso para la sociedad: algo así como «no nos enseñes tu maldita ropa interior sucia».
La pareja finalmente se ve abocada a abortar en un hospital de Berlín, donde el trato es muy diferente y humano. Aún así, Anna tendrá que pasar un infierno. Se niega a ver a su hijo muerto, a pesar de que le insisten que es necesario para el duelo. Es la parte más dura del libro, porque como madres y como mujeres podemos conectar perfectamente con ella, saber que está sufriendo lo indecible. Y que todavía tiene un buen trayecto para salir del infierno cuando regresa a Rusia, a causa de una neurosis que no la saben tratar. De nuevo volverá el desprecio de las instituciones hacia las enfermas mentales, el desapego de los psicólogos y las propuestas de internamiento.
Pero este libro no sólo lo sentirán las mujeres. De hecho, una de las principales críticas es que a los hombres no se les permite estar presentes cuando la mujer decide interrumpir el embarazo. Les dicen que "es sólo un embrión" y se les aparta de una vivencia tan íntima y a la vez tan dura como es un aborto, sobre todo si es por problemas que impiden la supervivencia del bebé y que la madre nunca ha pensado en ellos. Por eso la autora afirma que muchas parejas se separan tras vivir esta experiencia, porque cada uno se encuentra en un punto separado del dolor y no pueden comprenderse, no entienden ese territorio común de la pérdida.
Por el contrario, en el hospital alemán hacen partícipe al padre desde el primer momento, implicándole en lo que van a vivir. De esa forma, el dolor es común y une a la pareja. Anna reconoce que no podría haberlo hecho sin tener al lado a Sasha, su marido. Ha dejado los nombres de las instituciones que la maltrataron esperando lograr que algo cambie en su país y que la gente se dé cuenta de lo que ocurre. Que un trauma así es demasiado fuerte para soportarlo en soledad y para no poder hablar de ello, que es lo que se espera de la protagonista.
Es un libro fuerte, de terror en su estado más puro. Yo lo devoré en un par de tardes. Pero también es un canto de esperanza. Anna se aferra a la vida a pesar de que el mundo a su alrededor se desmorona. Y agarrándose con todas sus fuerzas a la pérdida y al duelo, es como logra salir adelante y cerrar una etapa negrísima de su vida.