Es agradable leer historias de fantasmas. Pero lo es más todavía cuando el autor ha sabido dar una vuelta de tuerca a un género que tiende a repetirse y a perder efectismo.
Esto lo sabe bien Paul Tremblay, quien juega con los fantasmas, la posesión y la enfermedad mental. E imbrica las posibles explicaciones de una manera tan magistal que al final no estamos convencidos del todo y tendremos que rellenar los huecos.
Una cabeza llena de fantasmas (Nocturna Ediciones) nos cuenta la historia de los Barrett, una familia normal en un barrio normal. No obstante, esto quedará interrumpido cuando su hija Marjorie, de catorce años, da muestras de una extraña enfermedad. Al ifual que le sucedía a la pobre Reagan Theresa en El Exorcista de William Blatty, será sometida a todo tipo de pruebas médicas hasta llegar a la comclusión que el mal que sufre la chica no es de índole terrenal, sino que se debe a una posesión.
El padre pide ayuda a un sacerdote para curar a su hija. Pero, dados sus problemas económicos, decide llevar a cabo una maniobra aún más arriesgada: llamar a la televisión y convertir la posesión de su hija en un reality show, que muestra la vida de la familia, las crisis de Marjorie, etc.
Es un libro sobre fantasmas dentro de la cabeza, sobre posesiones infernales y sobre todo, sobre la verdadera naturaleza del mal. ¿Qué es peor, la obra del diablo o la del hombre cuya codicia no conoce límites y que es capaz de vender la intimidad de su familia al mejor postor? ¿Y qué papel desempeñan los medios de comunicación, que son los supuestos guardianes de la libertad? ¿De verdad todo vale en el mundo de la televisión para ganar audiencia? ¿Cuál es el límite? ¿Quién lo pone?
«Tengo la cabeza llena de fantasmas y estoy intentando expulsarlos».
Paul Tremblay, narrador avezado que ha escrito una novela a cuatro manos con el mismísimo Stephen King, es un narrador de primera, que sabe cómo manejar los tiempos y dosificar la intriga para que sea imposible abandonar el libro una vez comenzado. Muy buena la traducción de Manuel de los Reyes.