Todos conocemos a los vampiros occidentales, herederos directos del conde Drácula y de aquellos que le precedieron, como el de Polidori. Sin embargo, a pesar de su universalidad, la forma del vampiro puede variar según el territorio que dé lugar a la tradición.
Como además el cristianismo tuvo una presencia menor en Japón que en Europa, tampoco se podía recurrir al tradicional crucifijo. De hecho, el cierre cultura a toda influencia occidental que se estableció en Japón hizo que esta figura folklórica evolucionase de otro modo a espaldas del vampiro tradicional.
Fue tras la apertura y con la llegada de películas como Nosferatu, Drácula (encarnado por Bela Lugosi y después por Cristhopher Lee), etc., cuando comenzó en Japón la fiebre por los vampiros. Estas películas se adaptaron a la estética oriental y a sus costumbres, dando como resultado auténticos productos kitsch.
Otra de las fuentes de las que bebe este ensayo es de la figura de los yokai, relativamente nuevas en nuestro continente, pero que gracias de nuevo al manga y a los dibujos animados, van ganando presencia en nuestro país.
Vampire Hunter D
Daniel Aguilar hace un recorrido sesudo por todo el panorama vampírico japonés, acompañandolo además de una galería fotográfica impresionante. En ella podemos ver las primeras adaptaciones, más próximas al teatro Noh que a la imagen típica del depredador con capa. De hecho, este autor es una de las voces más autorizadas en cuanto al campo del terror en Japón. Es también autor de Japón sobrenatural: susurros desde la otra orilla (reseña aquí) donde analiza todo el suspense sobrenatural de este país.
La cuidadísima edición está completada por el prólogo de Hideyuki Kikuchi, creador de la serie Vampire Hunter D. También se incluyen entrevistas como grandes del género de terror y el bizarro, como Edowaga Rampo. En resumen, una pequeña joya que gustará por igual a los aficionados al vampirismo y a los amantes de la cultura japonesa en general.