¿Qué tal os fue el viernes día del Pilar y día de la Humanidad?A mí bastante bien, sobre todo porque era el cumpleaños de mi prima y porque hacía buen tiempo por aquí por mi ciudad, León.
En 1894, Paul Valéry escribía a André Gide: «Entre los libros realmente indispensables y que nadie escribirá, hojeo frecuentemente en mi espíritu la Historia y filosofía de la ingeniosidad.» Pues bien: aquí está. No lo he escrito por inspiración de Valéry, pero cito este texto porque es delicioso saberse tan esperado y necesario.¡Modesto, baja, que sube Marina! Decido tomarlo como una ingeniosidad y sigo p’alante:Este libro es un ejercicio de «psicoanálisis lingüístico». Sobre el diván está tendida la palabra «ingenio». Mejor dicho: un hablante que utiliza la palabra «ingenio» y que nos representa a todos. Así pues, el lector va a ser psicoanalizado a través de ese representante ideal.¡Si yo no puedo ni ver al psicoanálisis! Empezamos mal. A partir de aquí confieso haber leído el libro a la contra, pero el resto de páginas no consiguieron darle la vuelta a mis prejuicios. No es que el libro no valga nada, pero tampoco es que valga mucho.Como bien dice el título, empezamos por un elogio de las virtudes del ingenio: libertad, frescura, juego… una serie de características positivas que indudablemente parece poseer. Pero toda cara tiene su cruz, y el ingenio también: no profundiza, se queda en las meras apariencias, el placer estético… Ya tienen resumido el libro. Les prometo que no hay mucho más.Uno espera de un ensayo muchas cosas, y en particular que le iluminen el objeto del estudio. Marina ni clarifica, ni define, ni acota, ni tiene una teoría ni ataca a otra. No se limita a hacer un catálogo de ingeniosidades pero tampoco ofrece material para la discusión. Salvo un par de ideas (como que el problema del arte contemporáneo es que está basado en el ingenio) el resto es dar vueltas alrededor de lo que les he resumido en el párrafo anterior: algo que ni es nuevo ni merece un libro. Mucho juego etimológico que no pasa de mera anécdota. Aunque Marina afirma que esto es un prólogo a un ensayo más profundo acerca de la inteligencia creadora, ni es excusa ni me anima a seguir con sus libros.Personalmente, además, estoy en contra de mucho que lo que afirma sin más prueba que su palabra. Así, afirma que en la ciencia no tiene cabida el ingenio, por ser una disciplina cuadriculada. Veo muchos científicos llevándose las manos a la cabeza. Sí, en la ciencia y en la tecnología el ingenio está tan presente como en cualquier otra rama del saber humano. Recuerdo el ingenio de Arquímedes no sólo al descubrir su famoso principio (que quizá puede definirse como perspicacia) sino al recortar maderas con formas de círculos o secciones para averiguar, mediante el peso, cual es el valor de su área y a partir de ahí intentar deducirlo geométricamente.Se jacta también el autor de que una vez descubierto el truco es fácil imitar el ingenio y plantea un juego. En una lista mezcla frases de Oscar Wilde, greguerías de Gómez de la Serna y definiciones del diccionario de Coll con otras de su propia cosecha y reta al lector a distinguir el trigo de la paja. Confieso que fui incapaz de distinguir las greguerías, con las definiciones me fue mejor y en el caso de las frases de Wilde no fallé ni una. ¿Por qué? Porque además del truco hace falta tener talento, que a Wilde le sobraba y que Marina no tiene en la abundancia que se piensa.Soy de la opinión de que el ingenio es una más de las herramientas cognitivas que tiene nuestro cerebro para enfrentarse al mundo, y que al conjunto de todas las herramientas de las que disponemos le llamamos inteligencia. Tiene tanto sentido hacer un elogio y refutación del ingenio como hacerlo de la memoria.En definitiva, el libro tiene el peor defecto que el autor achaca al ingenio (no profundiza y se queda en las formas) pero carece de las virtudes del mismo (ni en sueños se podía calificar este libro como chispeante). Una decepción de la editorial de mis amores y un libro que, de más está decirlo, no puedo recomendarles.Extracto:[-]Resumiendo: con el juego, el sujeto pretende disfrutar de una libertad absoluta. Es, pues, un espejismo del paraíso. Sin normas, sin trabas, sin límites, sin peso, la conciencia se expande en un aire triunfal. Leo en Borges una línea de Petronio citada por Addison. Dice que el alma, cuando está libre de la carga del cuerpo, juega. En efecto, hay en el juego una nota de ingravidez, y también de utopía e inocencia. Niega la necesidad de una norma heterónoma, pues cree en el fair play, que es su aristocrática derivación ética. El jugador se percibe como sujeto activo, ejerciendo con exaltación su libertad y poderío, a salvo del mundo, que se le presenta enfurruñado bajo la severa figura de la seriedad, el orden de los fines, el interés y las consecuencias.
El afán lúdico ha guiado todos los movimientos contraculturales de este siglo, como expondré más adelante. Vivimos el momento de la «de-construcción», o lo que es igual, de la sistemática construcción del desguace, actividad contradictoria que se afirma negando y demuestra desmontando. En el fondo de su violencia alienta un concepto de libertad desligada. Toda religación implica una atadura, Nietzsche lo vio
con nitidez. Era necesario desprenderse de todos los valores acuñados, porque aniquilan nuestra libertad. Hay una religiosidad implícita en toda religación a una norma. Por ello el vigoroso y atormentado profeta de nuestra época escribió: «Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática.» Una fuerza tremenda nos acecha oculta en la sintaxis y la ortografía. Quien se preocupe de ellas acabará utilizando agua bendita. Un texto del mismo autor me convence de que las asociaciones señaladas en este capítulo no son arbitrarias. Lo escribió en Ecce homo, su autobiografía, y dice así: «No conozco ningún otro modo de tratar con tareas grandes que el juego.» Así anunciaba la aurora de una nueva época en la que el nacimiento y la desaparición de las figuras finitas y temporales se experimentarían como baile, como danza, como juego (Nietzsche, 1888; Fink, 1966).
Me reafirmo, pues, en mi tesis: el campo semántico del ingenio está unificado por ser un proyecto de existencia basado en la búsqueda de la libertad desligada, cuyo emblema y triunfo es el juego.Anexos (enlaces): http://html.rincondelvago.com/elogio-y-refutacion-del-ingenio_jose-antonio-marina.htmlhttp://www.casadellibro.com/libro-elogio-y-refutacion-del-ingenio-premio-anagrama-de-ensayo/9788433967749/970154http://www.anagrama-ed.es/autor/683Sobre el autor: http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Antonio_Marinahttp://www.joseantoniomarina.net/http://jose-antonio-marina.blogspot.com.es/