RESEÑA: El coleccionista de libros.

Publicado el 19 junio 2018 por Jimenada
EL COLECCIONISTA DE LIBROSTítulo: El coleccionista de libros.
Autora: Alice Thompson, nacida en Edimburgo, además de Justine, que en 1996 recibió el ex aequo con Graham Swift el premio James Tait Black Memorial a la mejor ópera prima, ha publicado otras seis novelas. A lo largo de su carrera ha recibido becas del Creative Scotland y del Scottish Arts Council. En la actualidad, trabaja como profesora de Escritura Creativa en su ciudad natal.

Editorial: Siruela.
Idioma: inglés.
Traductor: Raquel G. Rojas.
Sinopsis: en la Inglaterra eduardiana, Violet parece llevar una vida de ensueño: un marido caballeroso, un hijo adorable, una lujosa residencia...Pero la creciente obsesión por uno de los preciados libros que colecciona su esposo - un misterioso volumen de cuentos de hadas guardado bajo llave - hará que su idílica existencia comience a tambalearse. Asediada por unas perturbadoras alucinaciones que amenazan su cordura, ingresa temporalmente en un sanatorio. Pero cuando, a su regreso, descubre que una bella y enigmática niñera ha ocupado su lugar, los horrores padecidos durante su internamiento no serán nada en comparación con lo que su propio hogar le tiene reservados...
Su lectura me ha parecido: sencilla, rápida, misteriosa, reflexiva, envolvente, ejemplo de toda esta corriente de renovación del género gótico, original aunque con claros homenajes...Queridas lectoras y lectoras que me leéis, como bien sabréis en el mundo hay muchos tipos de lectores. Los hay fieles a un género concreto, a una autora o autor, a una temática, a un periodo histórico o incluso a un personaje literario concreto. Existen los que leen por las noches antes de sucumbir al peso de los párpados, los que prefieren el día para deleitarse con una buena lectura, los que entran en parada cardiaca cuando se encuentran un libro subrayado, los que no toleran que se doblen las páginas a modo de marcapáginas, los que les cuesta prestar cualquiera de sus apreciados títulos, los que por el contrario no tienen problemas en prestar las novelas que más le han gustado para que otro las disfrute, los que no dudan en escribir comentarios en los márgenes, los que inundan de posits cada página. Y en lo que al acto de leer se refiere no debemos olvidarnos de los que no pueden dejar de leer hasta que no hayan acabado el capítulo, los que no sucumben a las manías lectoras y van leyendo a su bola, los que piensan que perder el marcapáginas es equivalente al fin del mundo o los que directamente son capaces de acordarse de la página en la que van sin necesidad de que un papel que señale por que página vas (de esa clase de lectores conocí una vez a uno en la facultad y todavía a día de hoy sigue sorprendiéndome su privilegiada memoria). Sin embargo, en la humanidad existen mayoritariamente dos tipos de lectores. En primer lugar, los que compran libros para leerlos en profundidad, saborearlos, manosearlos, olerlos si hace falta. En definitiva, los que se preocupan por su contenido y lo que éste pueda aportar a su vida o a su curiosidad intelectual. Y en segundo lugar, los que adquieren libros para directamente coleccionarlos y no para leerlos, sin otra utilidad que tenerlos expuestos en la estantería de turno, bien colocaditos y a la vista de todos. En el libro que hoy tengo el placer de reseñar hacen acto de presencia estos dos últimos especímenes de lectores, tan extremos que ambos pueden rozar la locura pero que le sirven a la autora, Alice Thompson, para construir una novela de lo más interesante y recomendable. El coleccionista de libros: la Rebecca Eduardiana.

La historia de como El coleccionista de libros llegó a mi manos fue fruto del interés puramente personal. Aunque tengo que confesar que al principio este libro estuvo a punto de no formar parte de mi apreciada y adorada estantería. Me explico. Como habéis podido comprobar a raíz de mis últimas reseñas, me ha dado por adentrarme en la literatura de un periodo histórico en el que pensé que no volvería a adentrarme con tanta pasión: el siglo XIX. Primero fueron las novelas de Jane Austen, las cuales sirven como transición intelectual entre el XVIII y el XIX. Después vinieron una serie de escritoras anglosajonas de la era victoriana para mi desconocidas hasta el momento que vieron publicados sus relatos en diferentes periódicos. Luego crucé al otro lado del charco y me adentré en las novelas de fantasmas estadounidenses, descubriendo así la faceta menos conocida de Louisa May Alcott. Más adelante, y cuando creí que ya el futuro no me podía deparar más sorpresas, voy y me animo a releer Cumbres borrascosas, sí, ese libro que tanto destrocé hace unas cuantas semanas pero que me sirvió para comprender mejor ciertos aspectos de la época. Y por si fuera poco, además de leer artículos que han brotado a raíz del bicentenario de Frankenstein, no he podido evitar sumarme a esa corriente tan imperante en los últimos meses, a esa moda literaria que nos está dando muchas alegrías pero también alguna que otra picia. Críticas a parte, he de confesaros que ya iba siendo hora de que irrumpiese en el panorama novelístico a nivel mundial estas influencias literarias tan típicas del XIX. Es posible que Frankenstein y Emily Brontë hayan tenido parte de culpa de todo esto, ¿pero sabéis qué? Que me alegro, porque una servidora ya estaba un poco hastiada de los vampiros, los zombis y la novela erótica de pésima calidad. Como comentaba, esta nueva moda literaria ha traído consigo la publicación y traducción al castellano de infinidad de novelas que, imitando o inspirándose en las novelas del XIX, especialmente en la tradición victoriana, han conseguido cosechar gran éxito de crítica y público. Y entre ellas, El coleccionista de libros, escrito por Alice Thompson, destacaba enormemente, ya que a diferencia de otros libros del mismo estilo (es decir, en los que lo sobrenatural o lo inquietante esta muy presente en la trama) éste estaba colocado donde en la sección que le correspondía, en concreto en la de terror. Librería a la que ibas encontrabas ese consenso respecto al libro, ni siquiera el volumen de relatos Damas oscuras (en donde los fenómenos paranormales eran continuos) logró codearse con libros de Poe o Lovecraft en una misma estantería. Esta particularidad, junto con las críticas de Stephen King e Ian Rankin me abrumaron e hicieron que al principio rechazase la idea de leerlo. ¿La razón? Básicamente porque muchas veces me ha pasado que por fiarme de la opinión de X autora o autor me he llevado verdaderas decepciones. ¿Qué lo cambió todo? El enterarme de que El coleccionista de libros homenajeaba a uno de esos eternos pendientes y que aún me duele no haber leído: Rebecca de Daphne du Maurier. No sabía lo que Alice Thompson podía aportarme con su novela, como también desconocía si saldría ilesa de su lectura. Lo que si sabía era que aquello no podía perdérmelo. Por esa misma razón, El coleccionista de libros acabó llegando a mi estantería y acompañándome, junto con otras lecturas, en mi reciente viaje a tierras británicas. Una elección totalmente acertada ya que ha conseguido colarse en la lista de lo mejor que he leído este año.

Centrándonos en la crítica propiamente dicha, vamos a ser sinceros. Si existe un adjetivo que defina a la perfección la lectura de El coleccionista de libros ese es voraz. Las páginas vuelan en manos del lector, hasta el punto de que éste ni siquiera se da cuenta de que éste se ha leído de golpe unas treinta aproximadamente. Sin embargo, el que su lectura sea extraordinariamente rápida no quiere decir que estilísticamente no merezca una reseña, pues ésta, a pesar de no destacar por su belleza o su prosa retórica, debo reconocer que es bastante sencilla y ligera. Tanto que el que se adentra en su lectura puede situarse en pocas líneas en el meollo del asunto, trasladarse de época histórica o incluso comenzar a empatizar con los personajes. Todo esto, junto con el hecho de que El coleccionista de libros sobrepasa por muy poco las 200 páginas, podría hacernos pensar que el destino de este libro es el de vender mucho para luego acabar recogiendo polvo en los estantes de las concurridas librerías. Y en cierto modo su extremada sencillez narrativa y la facilidad que tiene la autora para ir al grano, algo que se agradece en ocasiones por cierto, podría jugarle una mala pasada. Sin embargo, en mi caso no ocurrió eso, pues gracias a una serie de características que desgranaremos a continuación, ésta ha conseguido rápidamente alojarse en mi memoria. Una novela que aloja en su interior una narración para nada compleja y compuesta de pequeñas y breves descripciones, pues 203 páginas no dan para mucho más, debe tener algo más para que resulte al más atractiva para el lector. La incógnita se desvela cuando de pronto el lector se topa con unos personajes tan singulares como siniestros. En El coleccionista de libros, Thomspon demuestra que se le da verdaderamente bien construir personajes, así como su mundo particular, el que los rodea, con sus manías, contradicciones incluso objetos fetiche. Cuando te adentras en esta novela experimentas constantemente la sensación de que no estás dentro de un libro, sino en medio de una película de las que se hacían antes, esas que duraban una eternidad pero que sin embargo eres incapaz de apartar la mirada de ellas. La trama es sencilla: Violet, la protagonista, vive la vida que siempre quiso tener en una bonita casa,  junto a su marido Archie (un hombre misterioso y de carácter perturbador que colecciona libros de gran antigüedad) y su hijo Félix. Parece una existencia idílica hasta que un día descubre un volumen de cuentos de hadas que su marido tenía guardado bajo llave, el cual debió pertenecer a Rose, su primera esposa. A partir de ahí, Violet comienza a experimentar alucinaciones y ataques de celos, por lo que su marido toma la decisión de ingresarla temporalmente en un centro psiquiátrico. A su vuelta a casa, tras la traumática experiencia que vive durante su estancia en el sanatorio, descubre que su marido ha contratado a una niñera llamada Clara, la cual parece haber ocupado poco a poco su lugar en la familia. Soy incapaz de seguir resumiendo la trama de la novela, pues a partir de este punto estaría entrando en terreno peliagudo por la cantidad de spoilers que tendría que revelar, pero lo que estoy dispuesta a deciros que El coleccionista de libros es una mezcla entre Rebecca y los cuentos más inquietantes de la gran Angela Carter. Esta influencia va más allá de aspectos de la trama o el estilo, constituyendo verdaderos homenajes literarios a dos de los pilares literarios de esta escritora. En el caso de Rebecca no hay más que releer la sinopsis de la novela y detenerse en los enfermizos celos de la protagonista para darse cuenta de que es casi un calco de la mítica novela de Du Maurier. Y respecto a Angela Carter, el que la trama gire entorno a un libro de cuentos, y de hadas más concretamente, no hace sino confirmar que Carter sigue influyendo en las nuevas generaciones de escritoras y escritores británicos. Estamos por tanto ante una novela metaliteraria, en la que una vez más se reflexiona entorno al inmenso poder de la literatura y a como los libros pueden influir en las personas, hasta el punto de llevarles a la locura. Ya lo vimos en El Quijote o en Madame Bovary y El coleccionista de libros parece renovar esta reflexión con un estilo fresco y desde lo más terrenal. En cuanto a los personajes, por fin me he topado con dos realmente atractivos: Violet y Archie. Parecen polos opuestos, y en realidad lo son, viviendo cada uno en su propia esfera inculcada por los roles de género (pública y doméstica). De este modo, cuando ambos personajes chocan, la novela gana interés. Una simple conversación entre ambos es suficiente para apreciar que es más lo que los separa que lo que los une. De los dos me quedo con Violet, pues aunque la enfermiza obsesión que tiene Archie con su colección de libros es muy interesante, Violet representa una realidad que merece toda nuestra atención como lectores y que no escapa de la volatilidad de la locura, una locura que a diferencia de su marido, tiene más que ver con el contenido de una lectura que con la mera exhibición de poder intelectual. Por último, decir que El coleccionista de libros no da miedo. A veces las editoriales suelen crear muchas expectativas respecto a ciertas lecturas, algo que sucede con esta novela. Es misteriosa, perturbadora, inquietante incluso estaría dispuesta aceptar el calificativo de "espectáculo gótico" que Stephen King utiliza para describir esta lectura. Pero terrorífico no, porque de verdad, no lo es. Y si no me creéis, adentraros en él, que en última instancia es lo que recomiendo que hagáis.  

Si El coleccionista de libros resulta atractivo para el lector, además de por lo que hemos comentado antes, también lo es por la época en la que Alice Thompson ha decidido ambientar la novela. La historia, como se explica en la contraportada, transcurre en la conocida como época eduardiana. Un periodo que arranca con la muerte de reina inglesa Victoria I, por tanto con el fin de la era victoriana, y la coronación de su hijo Eduardo VII y que se extiende más allá de la muerte del monarca en 1910 hasta llegar al fin de la I Guerra Mundial. Este periodo dentro de la historia de Reino Unido se caracteriza en primer lugar por un carácter de transición, en el que pasamos del esplendor del imperio de la era victoriana a la progresiva desintegración del mismo hasta desembocar en el primer gran conflicto bélico a nivel mundial. La época eduardiana fue sinónimo de cambios en el plano político (un creciente interés por las ideas socialistas y la irrupción de los movimientos sufragistas), en el social (la aparición del ocio) y en lo cultural (el modernismo tiñe de vanguardia muchos países europeos). Pero también la era eduardiana, como todas las eras anteriores a ella, refleja como la mujer sigue sufriendo las consecuencias de un patriarcado que evoluciona al compás de los cambios, en especial, a la par que los avances científicos o psicológicos. No debemos olvidar que es en esta época en la que la psicología como disciplina médica gana gran popularidad, sobre todo entre las clases más pudientes, las cuales no dudaban  en abrirse ante un especialista en el campo y dejarse guiar por sus consejos, como si éstos fueran los más importantes. Es en estos años en los que Sigmund Freud irrumpe con el psicoanálisis y libros como La interpretación de los sueños, en el que plantea que los sueños representan la realización alucinatoria de los deseos del ser humano, y por consecuencia, una vía de acceso al inconsciente mediante el empleo de la "asociación libre" de los símbolos más importantes del sueño. A su vez, Sigmund Freud abordó en sus estudios el tratamiento de la Histeria, y es en este punto concreto en donde lo verídico y lo que se narra en El coleccionista de libros parecen darse la mano. Como he comentado en el anterior párrafo, Violet, la compleja protagonista de esta novela sufre una serie de episodios alucinógenos producto de su enfermiza obsesión por un libro propiedad de su marido, el cual debió pertenecer en realidad a Rose, la primera mujer de este. Ante esta situación, el marido no se lo piensa dos veces y decide mandarla a un sanatorio, eufemismo de psiquiátrico o manicomio, en donde piensa que la curarán de su dolencia. Todo esto, por supuesto, sin preguntarle directamente a ella y sin saber en realidad lo que le sucede. Cuando Violet llega a este lugar contempla espantada los métodos que emplean los médicos con las internas (entre los que se encuentran las agresivas terapias de electroshoks, encierros prolongados en habitaciones minúsculas o interminables sesiones de psicoanálisis). Al igual que Violet, muchas de estas mujeres no tienen realmente un problema mental serio, sino que en realidad se trata de mujeres incomprendidas a las que, por haberse saltado las normas, las convenciones sociales o por no responder correctamente a las obligaciones de su papel como esposa o madre, se les interna para intentar corregir esa incorrecta actitud. En pocas palabras, en realidad lo que estas mujeres tenían era una depresión de proporciones estratosféricas, pero nadie les hacía caso, ni siquiera quisieron escucharlas, simplemente por el mero hecho de que no se concebía un matrimonio o una maternidad imperfecta. Todo tenían que ser sonrisas, disponibilidad, diligencia, felicidad...Y si no, entonces eras una histérica o algo mucho peor. En este punto no puedo evitar acordarme de lo que le sucedió por ejemplo a la escritora norteamericana Charlotte Perkins Gilman, cuando un médico le prohibió escribir para poder recuperarse completamente tras ser diagnosticada de agotamiento nervioso cuando en realidad lo que padecía era una depresión postparto. Como tampoco desentenderme de lo que hacían con las sufragistas que encarcelaban tras las redadas durante las manifestaciones. Desde que estaban histéricas hasta decir que directamente tenían el demonio dentro de su cuerpo. Tampoco es casualidad la histeria esté representada por una mujer en el famoso cuadro titulado La lección en la Salpêtrière. Nada es producto del azar o de la mera coincidencia. A las mujeres, y lo digo así de claro, se las quería sumisas, quietas, dedicadas a sus labores. Pero cuando de pronto una de ellas manifestaba públicamente su disconformidad o mostraba actitudes que hacían peligrar la convivencia en el hogar, entonces había que enderezarla, tratar de hacerle entrar en razón ¿y qué mejor manera de hacer entrar en razón a una mujer que internarla en un psiquiátrico? Por fortuna esa época ya pasó y la mujer ha avanzado en muchos campos, incluso en campos como la medicina o la psicología. Sin embargo, todavía hay mucho machistas sueltos, y con gran adicción a las redes sociales, que desean que las mujeres no tengamos ni criterio, ni opinión y que se supriman todos nuestros derechos adquiridos. Y eso chicas y chicos, da mucho miedo. El coleccionista de libros: una historia de celos, traición, obsesión, enfermedad, incomprensión, envidia...Una novela que te atrapa y no te suelta hasta que pones punto y final a su lectura.
Frases o párrafos favoritos:
"Estaba deseando que su marido, Archie, regresara de Londres. Las doradas cabezas de los narcisos que bordeaban la entrada permanecían inmóviles. Más tarde, quizá un criado les llevase algo de beber a la salita y Archie se recostaría en el sillón junto a la chimenea y le contaría como le había ido el día en el trabajo. Mientras aguardaba, volvió a el llanto que procedía de la habitación del bebé."
Película/Canción: como no hay noticias de lo primero, he optado por adjuntar una bella pieza de música clásica que de seguro os trasportará a la casa de este particular matrimonio formado por Violet y Archie, así como a los lomos de su particular colección de libros.

¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Siruela