Título: El espectro del abad.
Autora: Louisa May Alcott (Germantown, Pensylvania 1832- Boston 1888) hija del reformista pedagogo Amos Bronston Alcott, su infancia y adolescencia transcurrió en los círculos trascendentalistas de Boston y de Concord (Massachusetts), siendo alumna de Emerson y de Thoreau, cuyas enseñanzas humanistas ejercieron una gran influencia en su pensamiento y en sus obras literarias. Tras el fracaso de su padre en la fundación de una comunidad utópica en Harvard, Louisa se vio obligada a impartir clases y a trabajar como costurera y asistenta. Sin embargo, éstas circunstancias no le impidieron desarrollar una carrera literaria que abarca más de trescientas obras, entre las que destacan. Mujercitas es su obra más conocida, y la que le permitió saldar las deudas de la familia, pero también destacan Estado de Ánimo, Hombrecitos, Los muchachos de Jo, Un moderno Mistófeles, Un susurro en la Oscuridad o Flower fables (publicado en 1854 y que la convirtió en pionera del cuento de hadas americano). Desde 1868 a 1870 dirigió la revista infantil Merry´s Museum.
Idioma: inglés.
Traductor: Oscar Mariscal.
Sinopsis: reunirse en Navidad es el pretexto que congrega a un grupo de personajes en la antigua abadía, ahora convertida en mansión. Cada uno tiene que lidiar con los problemas propios de su posición: una herencia, un compromiso...Todo queda relegado para juntarse en torno al hogar y contar historias de fantasmas. Pero lo que empieza como un mero entretenimiento, acabará en tragedia...
Su lectura me ha parecido: breve, bien resuelta aunque con un importante cabo suelto, de inspiración victoriana, sencilla, envolvente, clásica, sencilla de leer...Queridas lectoras y lectores, si habéis leído las anteriores reseñas habréis comprobado que últimamente en Jimena de la Almena me he vuelto especialmente monotemática. Y no es para menos, dado el abundante número de libros de terror que inundan las librerías desde hace unos cuantos meses, éste hecho no podía pasar desapercibido en este espacio de crítica y debate. La moda (porque en realidad eso es lo que es, una moda literaria) ha hecho posible dos cosas: la primera, que nuevas escritoras y escritores se estén dando a conocer internacionalmente gracias a novelas o bien de inspiración gótico-victoriana o directamente tratando de emular al mismísimo Charles Dickens. Y la segunda, que muchas editoriales se hayan puesto manos a la obra en la titánica labor de recuperación de textos publicados durante el siglo XIX, de traducción de los mismos y de difusión a través de las redes sociales. Algo que, como no podía ser de otra forma, se ha traducido en éxitos editoriales casi inmediatos. En tiempos de reflexión y en los que la auto ficción y el ensayo copan por primera vez en mucho tiempo el interés de los lectores, parece curioso como un volumen de relatos como Damas oscuras, editado por Impedimenta, haya arrasado en ventas durante las pasadas navidades. Es evidente que como sociedad necesitamos evasión, y este hecho lo demuestra, o tal vez los fantasmas se hayan vuelto a convertir en la metáfora de nuestros errores y mayores temores como sociedad imbuida en la era del ultrasónico progreso. Aunque por otro lado, seguramente haya sido Frankenstein (que este año cumple 200 años) lo que haya impulsado toda esta fiebre por la literatura de terror, algo de lo que su autora Mary Shelley, esté donde esté, estará observando con enorme satisfacción. El libro que hoy tengo el placer de presentaros proviene, al igual que otros textos que he reseñado últimamente, de este trabajo de recuperación, y a diferencia de los anteriores, aunque de inspiración británica, lo escribió una autora norteamericana muy importante. El espectro del abad: un thriller gótico de inspiración dickensiana.
La historia de como El espectro del abad llegó a mis manos es bien sencilla. Sin embargo, debemos remontarnos unos años atrás, al momento en el que mi opinión sobre los libros de Louisa May Alcott era totalmente diferente a la que hoy tengo. Simple, edulcorada, poco profunda, una ñoñada...Todo eso y más me pareció en su momento la película Mujercitas, estrenada en 1994 y la cual no concebimos sin el rostro de la actriz estrella de los 90 Winona Ryder. Esto y el abuso de los anuncios publicitarios por parte de la cadena en cuestión contribuyeron a que ni siquiera consiguiese verla entera. Desde entonces, e invadida por una serie de prejuicios injustificados, pensé casi en el acto que si la película me había resultado especialmente soporífera y cursi, el libro iba a ser tres cuartos de lo mismo. Y así seguí durante unos cuantos años, sosteniendo la certeza de que Mujerecitas era un libro que por sus características no iba conmigo ni con mis gustos lectores de por aquel entonces. Sin embargo, el paso del tiempo puso a cada cual en su lugar, y a mi en concreto en el del arrepentimiento y la vergüenza. Algo que sucedió en el momento en el que me enteré, gracias a Hermida Editores, de que Louisa May Alcott había escrito más cosas que Mujercitas, en concreto una amplia colección de novelas y relatos de terror. Un susurro en la oscuridad fue el primer libro que me leí de esta autora norteamericana, en parte debido a ese shock que me había producido el saber que Louisa May Alcott no era autora de una sola novela. El resultado de aquella lectura, además de su correspondiente reseña que podéis encontrar si indagáis un poco en el blog, me dejó bastante impactada. No sólo su lectura no me había resultado ñoña sino que además había descubierto a una Alcott que no conocía y que distaba mucho de la idea que me había hecho de ella en la cabeza. Una infancia que transcurre en los círculos intelectuales más alternativos de la época, alumna de nada más y nada menos que de Emerson y Thoreau, directora de una revista infantil de gran éxito, autora de más de trescientas obras, miembro del movimiento feminista en los Estados Unidos, una de las pocas escritoras que puede presumir de haber conseguido éxito en vida gracias a Mujercitas y otros libros como Hombrecitos o Los muchachos de Jo, que tristemente escribió gran parte de su obra bajo el pseudónimo A.M. Barnard e incluso fue pionera del cuento de hadas norteamericano. Además, durante esta pequeña investigación descubrí que Mujercitas precisamente, ese libro que tanto me he negado a leer, reivindica el papel de la mujer en la sociedad del XIX. Así que tras aquel primer contacto con su faceta de autora de terror y tras desmontar esa pirámide de prejuicios que permanecía firme en mi cabeza, decidí que no iba a dejar pasar la oportunidad de conocer mejor a Louisa May Alcott. Por lo que, cuando a finales del año pasado descubrí que la joven e interesante editorial Pulpture había publicado El espectro del abad, no me pude contener. Ya solo con su portada, en la que se aprecia un detalle del cuadro Autum Monring, de John Atkinson Grimshaw, uno de mis pintores británicos favoritos, me habían conquistado. Ahora faltaba saber si el interior, la historia, estaba a la altura de mis expectativas. Reconozco que tardé un tiempo en animarme con su lectura, pero en cuanto lo hice, el resultado no pudo ser más interesante.
Adentrándonos en el apartado puramente crítico comenzaremos diciendo que El espectro del abad presenta una lectura amena, sencilla y en la que no abundan barroquismos de ningún tipo. Algo que sorprende, dada la época en la que fue escrito este libro pero que sin duda nos da dos claves: la primera, que la autora precisamente buscó de forma intencionada un estilo menos enrevesado para atraer a un espectro más amplio de lectores, y la segunda, que aunque estadounidense, Alcott no pudo evitar rendirse ante el atractivo que por aquel entonces suscitaba la literatura victoriana. Es evidente que, si leemos el breve resumen de la contraportada, toda esa influencia de lo que se estaba cociendo literariamente al otro lado del charco, ese reconocible sello, está en cada detalle del libro, en cada página, en cada personaje, incluso en la atmosfera escogida. Sin duda, con todos estas características, El espectro del abad podría calificarse como una burda copia, pero su autora es Louisa May Alcott, por lo que el lector puede esperar algo más allá de los tópicos del género. No hace falta ser muy espabilada/o para no darse cuenta de que tanto el escenario (una antigua abadía reconvertida en mansión en la que habita el fantasma de un abad) y la época (la Navidad) fueron usados en exceso por las escritoras y escritores del XIX. Pero Alcott logra envolverlos en la tensión propia o más bien cercana al thriller, marca de la casa de la literatura estadounidense. Al combinar ambas cosas, las influencias anglosajonas con un estilo cercano y capaz de confeccionar absorbentes tramas de misterio, consigue que este libro no pase desapercibido y mantener constante pulso con los lectores, similar, aunque con clamorosas diferencias, al típico best seller de nuestros días. ¿Qué cuenta El espectro del abad? Algo muy simple. Los Treherne, una acomodada familia americana que tiene a Jasper Treherne como heredero de la millonaria fortuna, invitan a unos cuantos amigos a pasar las Navidades alojados en su mansión, una mansión que en antaño fue una abadía y que, según la leyenda y las habladurías, está encantada y custodiada por el espíritu de un abad que vaga por los pasillos. Dos de estos parientes, Frank Annon y Maurice Treherne, se disputan el amor de Olivia Treherne. El primero es el mejor amigo de Jasper, hijo de los anfitriones, y el segundo es primo de la propia Olivia. A todo esto se le añade Olivia detesta a Annon y aunque siente cierta predilección por Maurice, ésta acaba haciendo caso a su madre y acepta darle una oportunidad a Annon. La cosa se embrolla más cuando hace acto de presencia el general Snowdon y su jovencísima esposa Edith, la cual se casa con el general por despecho hacia sus dos antiguos pretendientes, Jasper y Maurice, quienes se disputaron su amor en el pasado. Y por si fuera poco, aparece y toma mucha fuerza el drama por excelencia de este tipo de novelas, que no es otro que los problemas de la herencia y las luchas de poder internas para conseguir ser el beneficiado. Y si a todo eso le añadimos la presencia sobrenatural del misterioso abad, tenemos la novela prácticamente resuelta y presentada. De hecho, con esta trama y estos personajes parece que estemos ante una comedia de enredo que ante una novela de misterio y terror, que es lo que en realidad es. No me gustaría contar nada más al respecto, ni lo que sucede ni la importancia del espectro, pues la finalidad de una reseña no es destriparos la historia sino animar o desaconsejar su lectura. Eso si, en lo que a personajes se refiere, si que os diré que sólo Edith me ha resultado ligeramente interesante, el resto no me han dicho nada. No es que no me hayan gustado, de hecho hay que reconocerle a Alcott el trabajo de construcción psicológica de cada uno de ellos y, simplemente que no he logrado conectar con ellos. Por mucho que me hayan gustado los tejemanejes que se producen entre ellos, no han sido especialmente unos personajes dignos de recuerdo. Sin embargo, rompo una lanza en favor de Alcott al encontrarme a lo largo de la lectura con algo muy importante, y es que la presencia femenina a lo largo de la novela es abundante. Una serie de mujeres con fuerte personalidad que simbolizan y demuestran que los personajes femeninos pueden ser igual de potentes que los masculinos. Tampoco podemos olvidarnos del soberbio tratamiento de los escenarios. Esa abadía soberbia y tétrica, ese fuego que invita a los personajes a desnudarse emocionalmente a través de los cuentos de fantasmas, ese espíritu navideño que se traslada a todos los rincones del lugar, esos pasillos interminables por los que el abad pasea perturbado por la presencia de desconocidos en sus dominios...Por último, antes de finalizar este párrafo, me gustaría felicitar a Pulpture, por su valentía a la hora de editar un libro como éste, pero sobre todo, por la espectacular edición, que más allá de la preciosa portada, esconde otras muchas sorpresas en su interior.
En este último párrafo, dedicado a suscitar debate y reflexión entre los lectores, me gustaría dedicarlo en esta ocasión a responder a una serie de preguntas que llevo haciéndome desde que hace unos meses inicié mi aprendizaje intelectual a través de la literatura del siglo XIX, en especial la de tradición anglosajona. ¿Por qué a las escritoras y los escritores británicos de la época victoriana les fascinaba la Navidad? ¿Qué tiene de especial? ¿Por qué es tan importante literariamente? Y lo más curioso ¿Por qué se utiliza como ambientación temporal para las historias de fantasmas? Sé que no estamos ni en las fechas ni en el contexto oportuno, pues el verano como quien dice está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, estas preguntas han rondado mi cabeza desde el primer texto puramente victoriano que tuve entre mis manos, que no fue otro que Canción de Navidad de Charles Dickens, probablemente el relato fundador y que inspiró a todos los demás. Tras aquella lectura, incluida en un impresionante volumen junto con otros relatos de temática navideña escritos por Charles Dickens, no paré de darle vueltas a la cuestión, y la verdad, resulta muy complejo. Por un lado, si pensamos en la festividad, todos la asociamos con felicidad, regalos, comida en cantidades ingentes, reuniones familiares, la risa de los niños, la nieve, el árbol, en algunos países el belén, el muérdago, los villancicos, las uvas, los brindis, las felicitaciones, los dulces típicos...Pero también asociamos a la navidad con la meditación, con el poner los pies en polvorosa, con el detenerse a reflexionar y hacerlo en relación con lo vivido durante todo el año. Pensar en nuestros logros, en los errores cometido, en las cosas que quisimos decir y nos callamos, en el aprendizaje adquirido y recordar a las personas que ya no están. Tal vez por eso la navidad sea una fiesta mágica, en la que todo puede pasar y en la que tiene cabida la presencia de elementos sobrenaturales, como por ejemplo, la presencia de espíritus. No debemos olvidar que en Canción de Navidad, al egoísta y desagradable protagonista, el señor Scrooge, se le aparecen una serie de fantasmas en representación del pasado, del presente y del futuro, los cuales le hacen ver al protagonista del cuento lo equivocado que estaba, traduciéndose finalmente en un cambio de actitud para mejor. Los fantasmas, hacen acto de presencia cuando menos nos lo imaginamos, algo que sucede incluso en el mundo real, trascendiendo de lo puramente fantástico. ¿A quién no le ha sucedido que de pronto, y sin venir a cuento, un recuerdo del pasado asalte tus pensamientos y te deje en shock? ¿Quién no ha experimentado la sensación de haber liberado la caja de Pandora tras haber rememorado un acontecimiento vivido? No es casualidad que popularmente se refiera a esos momentos como "fantasmas del pasado", pues aunque aparecen y desaparecen, la sensación que perdura dentro de uno mismo es similar a cuando, en el mundo de la literatura, un personaje se ve sorprendido por un fantasma. Por eso, tampoco es baladí que la Navidad, en donde la fantasía y el recuerdo están más vivos que nunca, sea la ambientación perfecta para que todos esos malos actos y remordimientos se materialicen en fantasmas. No se si me he logrado explicar correctamente, pero, en resumidas cuentas lo que vengo a decir es que los fantasmas existen, no en forma de seres que deambulan por edificios antiguos como el espíritu de El espectro del abad, pero si en nuestra cabeza, capaces de asaltar nuestros pensamientos y detener el transcurso de la vida unos míseros segundos, y no necesariamente en fechas cercanas a la Navidad. El espectro del abad: una historia de enredo, familia, dinero, amor, ambición, fantasía, presencias sobrenaturales, misterio...Una novela que merece la pena redescubrir en pleno siglo XXI.
Frases o párrafos favoritos:
"Las mentes humanas atesoran más misterios que cualquier obra escrita, y son más mudables que las formas de las nubes en el claro cielo de abril."
Película/Canción: al no existir noticias de una posible adaptación cinematográfica, he optado por adjuntar la pieza de BSO que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Espero que os guste y que os dejéis llevar por los oscuros matices de ésta:
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Pulpture