Título: El papel amarillo.
Autor: Charlotte Perkins Gilman (Hartford, Estados Unidos 1860- Pasadena, Estados Unidos 1935) intelectual multidisciplinar, feminista, conferenciante, escritora y editora, fue una de las principales teóricas del movimiento feminista en Estados Unidos, muy activa en la defensa de los derechos humanos de las mujeres entre finales de 1890 y mediados de 1920. En 1892 publicó su obra más conocida, El papel amarillo, un relato breve basado en su traumática experiencia médica tras caer en una profunda depresión. Su ensayo Las mujeres y la economía, que apareció en 1898 y fue traducido a siete idiomas, es un texto clásico del feminismo. Su novela utópica Dellas (1915) está considerada como la precursora de la ciencia-ficción feminista moderna. En 1935 puso fin a su vida después de que diagnosticaran un cáncer de pecho.
Editorial: Bestia Negra.
Idioma: Bilingüe.
Traductora/or: María Ermita Barrasa Rodríguez.
Sinopsis: Charlotte Perkins Gilman firma un relato asfixiante con tintes autobiográficos, y con un mensaje aún vigente, sobre la discriminación de la mujer en la sociedad. La autora nos conduce a un descenso a la locura narrado con presión a través de la voz de su protagonista hasta desembocar en un reflexivo desenlace.
Su lectura me ha parecido: breve, intenso, asfixiante, reflexivo, extraordinariamente atemporal, ágil, de urgente reflexión...El anonimato. Ese estado que muchos de los que ostentan gran fama desearían poseer y el que algunos con ínfulas de grandeza no querrían par si mismos. El anonimato esta bien para esas ocasiones en las que, por deseo o motivación personal, una o uno pretende no ser reconocido o hacer lo posible para que su identidad quede lo más diluida posible. En otras palabras, para pasar desapercibida/o ante una situación o la vida en general. Sin embargo, con el monstruo de las redes sociales y la sociedad conectada, muy pocos se resisten a ese poder y acaban por mostrarse tal y como son al mundo, incluso detallando los aspectos más delicados y estrictamente privados de nuestra propia biografía. No obstante, el anonimato también ha servido, por desgracia, para a ocultar detalles, borrar datos, volatilizar esfuerzos, eliminar en el peor de los casos todo indicio de existencia de una persona concreta; algo que en el caso de las mujeres ha sucedido a lo largo de la historia. El paso del tiempo no ha sido justo con las que decidieron en su momento cumplir sus sueños firmando anónimamente, pues la mayoría de sus trabajos o bien se perdieron por culpa del desinterés por parte de las generaciones que les sucedieron o directamente se ha atribuido a hombres la autoría de dichos logros. El anonimato condena, estigmatiza, invisibiliza...Justo lo que sucede con la protagonista del libro que hoy tengo el placer de reseñar. Una mujer que desde el anonimato más absoluto consigue hacerse oír, aunque sea a través de la desesperación y la locura, y lanzar desde el siglo XIX un llamamiento cuya atemporalidad no deja de producir escalofríos en pleno siglo XXI. El papel amarillo: el trauma como vertebrador de un cuento poderosamente feminista.
La historia de como llegó este libro a mis manos es bien sencilla, pero para que ésta sea más interesante es importante remontarnos en el tiempo y trasladarnos a mis años universitarios, no tan lejanos en el tiempo y que en ocasiones añoro profundamente. Como muchos ya sabréis por otras reseñas, mi TFG de la carrera de Historia versó sobre la representación del totalitarismo del siglo XX en las novelas del género distópico, por lo que autores como Huxley, Orwell, Bradbury e incluso Burgess ocuparon una parte importante de mi interés intelectual, hasta el punto de suscitarme reflexiones que hasta ese momento ninguna novela me había planteado. No es que las novelas no susciten debate, que de hecho en el fondo prácticamente todas lo consiguen, pero lo que sucede con la novela distópica adquiere un particularismo que se sale de todo lo establecido. También comenté el hecho de que me quedé con ganas de incluir al menos el análisis de una novela distópica escrita por una mujer. De hecho, estaba deseándolo, no me costaba nada incluir el análisis de El cuento de la criada de Margaret Atwood, que era por aquel entonces el título que había pensado para analizar y exponer mis conclusiones. Pero entre que no encontré el libro por ninguna parte y que si incluía mi análisis de la novela de Atwood incumplía una de las normas del TFG en lo referente al mínimo de páginas que tenía que tener en trabajo, opté por dejarlo tal y como estaba. Al margen de Margaret Atwood y su extraordinaria novela, lo cierto es que desde entonces se me ha quedado clavada esa espinita por no incluir ni una sola mujer en mi trabajo final de grado y en un intento por enmendar este error me comprometí a leer toda la novela distópica o utópica escrita por mujeres que pasase por mis manos. Pero por desgracia tuve que conformarme durante un tiempo en leer artículos científicos al respecto y asistir a conferencias, pues parecía que ese tipo de novelas con sello femenino se las había tragado la tierra. Fue durante una de aquellas conferencias, impartida por la profesora de la Universidad de Valencia Capitolina Díaz, donde escuché por primera vez el nombre de Charlotte Perkins Gilman referido a Dellas, una novela de corte utópico que logró despertar mi interés. Tiempo después tuve el privilegio de adentrarme en el volumen de relatos La nueva mujer, editado por Dos Bigotes y con la traducción y el prólogo de Elena Fortún, en donde me topé de nuevo con Perkins Gilman y su rompedor relato Una madre antinatural. Desde ese momento preciso no tuve duda, quería leer más sobre esta autora norteamericana, incluso conocer en más profundidad algunos detalles biográficos. Aún tendrían que pasar unos meses, unos largos y fríos meses, hasta que di por casualidad con una interesantísima reseña de El papel amarillo publicada en La Nave Invisible. Fue entonces cuando algo se movió dentro de mi, esa insaciable curiosidad apareció de nuevo en forma de hormigueo en el estómago, y claro, ¿quién en esas circunstancias consigue reprimir algo así? Finalmente y gracias a la estimable generosidad de Bestia Negra, la editorial responsable de esta preciosa portada y lo que guarda en su interior, logré hacerme con un ejemplar que devoré en cuestión de días. ¿El resultado? Un impagable regalo a las lectoras y a los lectores.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha comenzaremos diciendo que El papel amarillo presenta una lectura que equilibra dos de las mayores virtudes de todo libro: la agilidad narrativa y la potente reflexión. En primer lugar, la rapidez en su lectura no debería sorprender, pues tratándose de un relato es probable que el lector pueda leérselo en un día como me sucedió a mi. Sin embargo, hay ciertos elementos que favorecen esta rápida lectura además de su extraordinaria brevedad, detalles que tienen que ver sobre todo con la edición que hoy reseñamos. Bestia Negra ha sabido explotar el poder de atracción de esta historia y ha tirado la casa por la ventana al presentar al lector una edición de lo más cuidada. Con un tipo de letra bastante grande, incluyendo un interesantísimo prólogo escrito por Lourdes Ilian Crespo, incorporando el texto que escribió la propia Charlotte Perkins Gilman para The Forerunner explicando los motivos que le llevaron a escribir El papel amarillo, aportando la versión original de relato en inglés al final del libro y todo eso acompañado de unas ilustraciones de inspiración geométrica que quitan el hipo. Es obvio que este formato más cercano al libro ilustrado, que se aleja de todo convencionalismo, introduce al lector en una lógica muy concreta. Pero no todo es portada y presentación, porque si por algo destaca El papel amarillo es por la historia que se narra entre ilustración e ilustración. Y es en este punto donde entra en juego el otro protagonista de este juego de equilibrios, que no es otro que el estilo empleado por Perkins Gilman. Cuando el lector se adentra en El papel amarillo no está predispuesto a leer, aunque lo deja bien claro la sinopsis de la contraportada, una historia de gran profundidad. No obstante, y a medida que éste avanza en su lectura experimenta una serie de sensaciones que le hacen inmediatamente arrepentirse de esos prejuicios que a todo lector le surgen cuando está a punto de embarcarse en una nueva historia. El relato empieza con una premisa bastante fuerte, para discurrir a continuación en un imparable crescendo que concluye con un final tan o más potente que el principio. ¿Cómo se consigue esto? Con un ritmo extraordinariamente veloz, un estilo que en ningún momento pierde la elegancia y manteniendo al lector en una sensación que oscila entre la impotencia, el agobio y la asfixia. Usando correctamente todos esos elementos, justo lo que hace Perkins Gilman en El papel amarillo, uno sale de este relato con la sensación de haber experimentado toda esa angustia en su propia piel y con un recuerdo de su lectura que persiste en el tiempo. Y lo mejor de todo es que, una vez te serenas y pones los pies en polvorosa, El papel amarillo tiene un poder reflexivo de gran envergadura. En pocas páginas Perkins Gilman consigue hablar sobre un tema que a otros autores les costaría páginas y páginas explicar. En resumidas cuentas, este relato demuestra que la agilidad narrativa y la potencia del debate posterior a la lectura no están para nada reñidas. Por otro lado, antes de adentrarse en El papel amarillo es obligatorio leer el prólogo de Lourdes Ilian Crespo, pues de hacerlo, el lector comprende mejor de donde vino la idea de escribir un relato de estas características. No es ningún secreto que todo surgió de la traumática experiencia médica que la autora padeció tras dar a luz a su primera hija. Sin embargo, algunos de los datos que Ilian Crespo apunta no salen en las páginas de Wikipedia, por lo que si tenéis la ocasión de haceros con este ejemplar, os aconsejo que lo leáis antes de pasar al texto propiamente dicho. Y ya, para redondear la lectura, deteneros unos minutos en leer las razones de Charlotte Perkins Gilman, recogidas en esta edición. Son breves, si, pero de una claridad asombrosa. Seguramente muchos os estaréis preguntando de qué va El papel amarillo o que historia se cuenta. Pero sinceramente, en esta ocasión prefiero que lo descubráis por vosotros mismos, pues de lo contrario estaría traicionando el fuerte factor sorpresa con el que este relato juega. No os podéis imaginar lo que me cuesta no decir nada, pero queridas lectoras y queridos lectores, si finalmente os animáis a leer El papel amarillo me lo agradeceréis.
Para poner el broche de oro, o amarillo en este caso, a la reseña de esta semana, me gustaría comenzar la reflexión desde lo puramente biográfico. Charlotte Perkins Gilman nace a mediados del siglo XIX en la localidad de Hartford, perteneciente al estado norteamericano de Connecticut. Hija de un bibliotecario y de una dama perteneciente a la burguesía conservadora de Rhode Island, Perkins Gilman crece bajo la influencia de sus tías paternas: la sufragista Isabella Beecher Hocker, la escritora abolicionista y autora de La cabaña del tío Tom Harriet Beecher Stower y la educadora conservadora Catherine Beecher. Una influencia que se tradujo en un la asimilación de las ideas feministas como algo natural. A pesar de que consigue matricularse a los 18 años en la Escuela de Diseño de Rhode Island, Perkins Gilman tiene que dar clases particulares, vender acuarelas, postales así como elaborar sofisticadas campañas de publicidad para poder costearse sus estudios. Durante sus adolescencia y etapa universitaria entabla correspondencia con Martha Luther, con quien mantendrá una relación romántica. A la edad de 22 años conoce al que será su primer marido, el pintor Charles Walter Stetson, con quien se casará y tendrá su primera hija, Katharine. Es durante los meses posteriores al parto y coincidiendo con el distanciamiento entre ella y Martha Luther cuando Perkins Gilman se sume en una profunda depresión. Las ideas de matrimonio y maternidad no estaban en sus planes, y mucho menos la vida doméstica que toda mujer casada debía ejercer en aquellos años. Tenía 26 años cuando solicitó la ayuda de un reputado neurólogo, el doctor Silas Weir Mitchell, quien acabaría por convertirse en su peor pesadilla. El médico le diagnosticó agotamientos nervioso y tras seis semanas de internamiento, Perkins Gilman regresó a su casa con las siguientes instrucciones: "Viva una vida tan doméstica como se pueda. Tenga a su hija consigo todo el tiempo. Échese una hora tras cada comida. Como máximo mantenga dos horas de actividad intelectual al día. Y nunca toque una pluma, un lápiz o un pincel en su vida." Estos controvertidos consejos no hicieron más que agravar la enfermedad de Perkins Gilman, acercándola peligrosamente a un colapso emocional irreversible. Durante el verano de 1888, Charlotte toma la decisión de marcharse con su hija a Bristol (Rhode Island) donde comienza a notar una mejora progresiva de su depresión. A su vuelta decide separarse de su esposo y divorciarse finalmente de él, algo hasta ese momento insólito en la época. De aquel viaje a Bristol y de aquella experiencia psiquiátrica traumática nació El papel amarillo, como una respuesta al médico que la atendió y al erróneo diagnóstico. Pues bien, una vez expuesto estas notas biográficas el lector debe hacerse una serie de preguntas muy importantes: ¿por qué? ¿Por qué no se le diagnosticó una depresión postparto? ¿Por qué el reposo absoluto? ¿Por qué se le aconsejó que siguiera al pie de la letra todas esas suicidas instrucciones? Muy fácil, porque a los hombres, en aquellos tiempos, no les interesaba que las mujeres pudieran tener ambiciones intelectuales. Les horrorizaba la idea de que sus mujeres, hermanas o hijas pudiesen leer, escribir, debatir en público, en definitiva, rebatir a los hombres. De ahí el reposo, el desposeerlas de toda actividad intelectual o creativa, el encerrarlas en casa al cuidado de los hijos y el confinarlas en habitaciones cubiertas de un feo y deprimente papel amarillo como a la protagonista de este relato. ¿Pero sabréis que es lo más triste de todo esto? ¿Lo que de verdad causa verdadero miedo? ¿Lo que hace que tras la lectura de El papel amarillo el lector no pueda evitar sentir escalofríos? Que esto sigue pasando. Aún seguimos escuchando eso de que la mujer solo se siente realizada con la maternidad, que las cosas de casa son tarea exclusivamente del género femenino o el tono paternalista con el que se refieren los hombres cada vez que una mujer logra igualarles en méritos. Eso es lo que causa impotencia, lo que estremece y lo que Charlotte Perkins Gilman ha conseguido plasmar en una novela que bien podría haberse publicado en pleno siglo XXI. El papel amarillo: una historia de desesperación, agobio, encierro, incomprensión, locura...Las consecuencias de cortar las alas a quien desea alzarse en vuelo.
Frases o párrafos favoritos:
"El color es repelente, casi repulsivo, un amarillo sucio y humeante, curiosamente desvaído por el lento recorrido de la luz solar."
Película/Canción: por desgracia no existe una adaptación televisiva o cinematográfica, y parece que ni se le espera. A la espera de noticias al respecto, tendremos que conformarnos con la pieza clásica que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. En un claro homenaje, como no, a la cinta Amadeus del recientemente fallecido Milos Forman, y a una pieza que creo que encajaría a la perfección en la futura película que adapte El papel amarillo de Charlotte Perkins Gilman. ¡Larga vida a Wolfrang Amadeus Mozart!
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Editorial Bestia Negra