Reseña: Estación Once, de Emily St. John Mandel

Publicado el 04 marzo 2016 por Chema Fernández @chemaup


          Un inesperado virus mortal acaba con la humanidad tal y como la conocemos: ya no quedan trenes que unan los lugares, ni internet que nos permita conocer el mundo, ni siquiera ciudades en las que vivir, solo quedan asentamientos hostiles al visitante ocasional.
          En este desolador panorama un pequeño grupo de actores y músicos tienen una iniciativa sorprendente: crear la Sinfonía Viajera, con el fin de mantener vivo un resquicio de humanidad. Pero en este libro nada es fácil y pronto este rescoldo de civilización también se verá amenazado por un violento profeta.
           Esta novela va más allá de su argumento y escritura, originales y ambiciosos: nos sumerge en un mundo distinto y nos obliga a reflexionar sobre el presente, sobre lo que tenemos y qué valor le damos. En definitiva, un homenaje inteligente y sobrio a los pequeños placeres de la vida. Un libro difícil de dejar y, más aún, de olvidar.

          Muchos lectores sabrán que hay como épocas en las que hay historias de las que disfrutamos mucho más y otras en las que no, que sabemos que la novela es buena pero somo incapaces de conectar del todo para disfrutar de la lectura y que a veces llegan a afear un poco la experiencia y es precisamente lo que me ha pasado con Estación Once, es una historia muy buena pero que si la hubiera leído en otro momento seguramente la hubiera disfrutado muchísimo más.
          La Gripe de Georgia, un virus altamente mortal, ha terminado con el 99,9 % de la población mundial, llevando al los supervivientes a extremos muy duros. Sin las modernidades y las acomodaciones del día a día, la gente intenta sobrevivir como puede y en este aspecto aparece la Sinfonía Viajera, una troupe de actores y músicos que recorren la geografía representando obras del gran Shakespeare.
          Es una novela bastante divida en dos líneas temporales: antes y después de la Gripe de Georgia y todo girará a un denominador común, el actor Arthur Leander que muere en las primeras páginas de la novela. Todos los personajes tienen un nexo en común con Arthur y a lo largo de las páginas iremos descubriendo tanto la vida de él como su relación con cada uno de ellos.
          La autora ha sabido llevar una profundidad tremenda en la trama y creo que es lo que más me ha gustado porque pese a todo lo que está sucediendo, pese a toda esa involución que están viviendo los personajes, siempre hay un hueco para la esperanza. El afán de superación y de salir adelante se respira en cada una de sus páginas y es increíble como esos sentimientos son capaces de salir de las páginas e impregnar la mente del lector haciendo que reflexionemos sobre lo acontecido.
          Uno de los aspectos que creo que se merecen un análisis bastante exhaustivo por parte del lector son los personajes de la propia novela, cada uno de ellos son únicos en su manera y la profundidad de sus pensamientos y reflexiones increíbles.
           Pese a todo esto, que son ingredientes que en un momento dado me encantarían y que hubiera disfrutado muchísimo de la novela, pues debí de cogerlo en mal momento porque no he llegado al punto de conectar con la historia, la sentía pero no la disfrutaba. Seguramente, acabe releyendo el libro en otro momento pero me da pena no haber llegado a ese punto de enganche.
          En definitiva, Estación Once es una distopía post-apocalíptica de un corte adulto muy diferente a las que habitualmente se suelen leer, en sus páginas hay esperanza, amor, ternura, reflexiones profundas de lo que fueron en el pasado y de lo que son ahora ellos. Unos personajes muy profundos con multitud de matices que merecen la pena ser descubiertos. Ojalá hubiera disfrutado más la historia porque la nota sería mucho más alta.

Puedes comprar el libro aquí: Estación Once
Gracias a Kailas por el ejemplar.
¿Has leído la novela? ¿La has disfrutado mucho más que yo? Espero tus comentarios más abajo :)