Título: Fariña.
Autor: Nacho Carretero (A Coruña, 1981). Empezó en redacciones y después huyó para ser freelance. Ha publicado en todo medio escrito que se le ponía a tiro, desde Jot Down al XL Semanal pasando por Gatopardo o El Mundo. Escribió sobre el genocidio de Ruanda, sobre el ébola en África, sobre Siria, sobre su tía Chus y hasta sobre su amado Deportivo de La Coruña. Actualmente es reportero en El País. Contar la historia del narcotráfico gallego era un sueño periodístico enquistado en su cerebro desde que era un neno.
Editorial: Libros del KO.
Idioma: español.
Sinopsis: nunca Galicia comercializó un producto con tanto éxito. Aunque ahora parezca una pesadilla lejana, en los años 90 el 80 por ciento de la cocaína desembarcaba en Europa por las costas gallegas. Aparte de su privilegiada posición geográfica, Galicia disponía de todos los ingredientes necesarios para convertirse en una «nueva Sicilia»: atraso económico, una centenaria tradición de contrabando por tierra, mar y ría, y un clima de admiración y tolerancia hacia una cultura delictiva heredada de la época de los «inofensivos» y «benefactores» capos del tabaco. Los clanes, poderosos y herméticos, crecieron en un clima de impunidad afianzada gracias a la desidia (cuando no complicidad) de la clase política y de las fuerzas de seguridad. A través de testimonios directos de capos, pilotos de planeadoras, arrepentidos, jueces, policías, periodistas y madres de toxicómanos, Nacho Carretero retrata con minuciosidad un paisaje criminal con frecuencia infravalorado. En el imaginario popular, ese costumbrismo kitsch de capos con zuecos y relojes de oro ha oscurecido el potencial destructivo de un fenómeno que arrasó el tejido social, económico y político de Galicia. Fariña incluye, además, un repaso inédito por los clanes que siguen operando hoy en día. Porque en contra de la creencia mediática y popular —tal y como demuestra este libro—, el narcotráfico sigue vivo en Galicia.
Su lectura me ha parecido: apasionante, reveladora, trepidante, bien construida, sorprendente, cuyo final deja un poso de impotencia, irónicamente adictiva... Lo siento. Así de claro lo digo, siento haber creado tantas expectativas a lo largo de las últimas semanas de 2018, pero el trabajo de la crítica literaria tiene sus riesgos, como que tu opinión discierna del resto, como que ésta no sea del agrado de la autora/or, como que dediques más espacio a una serie de libros en concreto y recibir críticas por ello o que no llegues a tiempo para redactar la reseña del libro del año; que es justo lo que sucedió. La vida, como suele decirse, ha conseguido que mire el lado bueno de cada tropiezo. Y pensándolo detenidamente, he llegado la conclusión de que no hemos cambiado mucho de un tiempo a esta parte, algo que, por otro lado, hace de este día el momento más idóneo para la publicación de la presente reseña. Hace poco decíamos adiós a un 2018 cargadito de acontecimientos históricos. Algunos, como la elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, la llegada de la ultraderecha al gobierno de Italia o la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas, dan bastante miedito. Otros, como la exitosa moción de censura contra Mariano Rajoy, y consecuencia de ello, el inicio del mandato de Pedro Sánchez como presidente del gobierno de España, los veíamos imposibles. Y algunos de los más sonados en lo que a social se refiere, como la multitudinaria huelga de 24 horas que millones de mujeres secundaron a lo largo y ancho del mundo el día 8 de marzo, nos hacen pensar que no todo esta perdido y que todavía queda esperanza. Sin embargo, a lo largo del 2018 la actualidad nos dejó algunas perlitas que bien merecerían un punto y a parte en nuestro particular y breve resumen del año. Tan espeluznantes, tan increíbles, tan vergonzosas, tan anacrónicas... Parecen sacadas de la mente de Huxley, Orwell o Bradbury, pero no, fueron tan reales que muchos casi se cayeron de culo al conocerlas a través de los telediarios de todo el país. Noticias que, por desgracia, no nos son tan ajenas, que por coyuntura histórica conocemos perfectamente y que por desgracia padecimos durante gran parte de nuestra historia más reciente. Una de aquellas perlitas, o lo que es lo mismo, uno de aquellos atropellos a la libertad de expresión lo sufrió en sus propias carnes Nacho Carretero y el personal de la humilde y por aquel entonces poco conocida editorial Libros del KO cuando la mañana del 20 de febrero de 2018 se despertaron con la noticia de que el libro que hoy tengo el honor de reseñar había sido secuestrado, y por tanto, quedaba totalmente prohibida su impresión y comercialización de nuevos ejemplares del mismo en todo el territorio español. Lo malo: pérdidas millonarias que casi acaban con la editorial. Lo bueno: la inmediata elevación a los altares. Fariña: cuando el polvo blanco cubrió las costas, las casas y la memoria de los gallegos.
La historia de como Fariña llegó a mis manos no tiene desperdicio. Antes del escandalo en el que se vio envuelto el libro y su autor, a penas había oído hablar de él. Una breve reseña en medios de comunicación, alguna entrevista Nacho Carretero y un programa de Página Dos en el que se citó a dicho libro como ejemplo de ensayo periodístico actual. Hasta ahí todo lo que sabía de Fariña. Y hubiese seguido así de no haber sido por la decisión de una juez de Alejandra Pontana, cuya decisión de acordar el secuestro cautelar del libro de Carretero a raíz de una denuncia del ex alcalde de O Grove (Pontevedra) al autor y a la editorial por una supuesta vulneración de su derecho al honor. Una decisión totalmente desproporcionada, lamentable, injustificable y que suponía un fragrante atentado contra la libertad de expresión. A partir de ese momento, todo el mundo puso el ojo, el interés y su dinero sobre un texto cuya trayectoria había pasado casi desapercibida en el panorama editorial español. Si algo les gusta a las cadenas de televisión, en especial a las privadas, es la polémica, pero sobre todo el morbo que suscitan, que traducido al lenguaje televisivo se materializaría en una audiencia de proporciones estratosféricas. Mensajes de apoyo en redes sociales, debates entorno al tema con afines y detractores en horario de máxima audiencia, entrevistas a los protagonistas (incluyendo al demandante), librerías que no dudaron en manifestar su rechazo al secuestro colocando los volúmenes de Fariña en sus escaparates, campañas de crowfunding para ayudar económicamente a la editorial a hacer frente a la demanda, la velocidad a la que se vendieron los últimos ejemplares, los desorbitados precios que se ofrecían en Wallapop (se llegó a especular con que se habían vendido libros por valor de 500 o 1.000 euros al conocerse su prohibición), la proliferación de copias pirata de descarga gratuita en la red... Si la intención del ex alcalde de O Grove era la de que su nombre no se viese relacionado con el narcotráfico gallego, la magnitud de la noticia acabó devolviéndole una bofetada, pues el fenómeno Fariña no hizo más que crecer a partir del secuestro. Después, como bien sabréis, vino la serie que, casualidades de la vida, llevaba desde hacía tiempo guardada en un cajón de Atresmedia esperando su turno. Poco les faltó a las jefazas y jefazos del grupo audiovisual para sacarlo, quitarle el polvo y dar el visto bueno a su emisión. Y para colmo, la serie resultó ser una de las mejores del panorama televisivo español. Distinta, valiente, frenética, honesta, con un reparto 100% gallego, con unas interpretaciones que quitan el hipo (Javier Rey aún sigue recogiendo premios por su papel de Sito Miñanco) y en la que (¡oh cielos!) los espectadores escuchábamos más de dos palabras en gallego seguidas y a sus actores y actrices hablar el español con acento de su tierra. Nunca antes expresiones como "cara de cona", "parvo", "fillo de puta" o por supuesto "manda carallo" tuvieron tanta aceptación. Finalmente, en junio del pasado año se levantó el secuestro, algo que provocó, por un lado, que la editorial (sumida en una pesadilla económica y psicológica desde entonces) volviese a editarlo, y por otro, que las librerías se hinchasen a vender ejemplares a lo loco. Fue durante esa fiebre post secuestro, en la que la gente hacia acopio de dinero para adquirirlo, cuando una servidora se vio arrastrada por ella. La curiosidad me pudo, lo reconozco, pero a día de hoy no me arrepiento de haber comprado el libro de Nacho Carretero en formato digital. Aún a riesgo de que las expectativas quedasen finalmente frustradas por culpa de la publicidad que se le dio a la novela. De esta historia cabe extraer dos reflexiones. La primera, que la libertad de expresión en España está más cuestionada que nunca. Y la segunda, que lo prohibido, lo polémico o lo escandaloso atrae hasta al lector más inesperado.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Fariña presenta una lectura rápida, ágil, que parece desaparecer en manos del lector y que consigue (tirando de ironía) "enganchar" desde la primera página. Reconozco, como he comentado al principio de esta reseña, que me sentí atraída por esta lectura tras el secuestro. De hecho, a medida que iba adentrándome en sus páginas, estaba deseando toparme con el nombre del ex alcalde de O Grove, José Alfredo Bea Gondar, finalmente el leer su nombre sobre el papel poco me importó, pues todo lo que había leído antes de llegar a ese momento me dejó completamente impresionada. La relación entre el lector y el libro de Nacho Carretero es muy curiosa pues, a pesar de encontrarnos ante un ensayo, periodístico para ser más exactos, la sensación que su lectura transmite es la misma que la de estar sumergidos en una novela. Hasta los adjetivos que he empleado para describirla son los mismos que utilizaría ante cualquier ficción de calidad. Pero no, por desgracia, Carretero no nos está contando una historia inventada a pesar de mantener un pulso digno de aprendizaje. He ahí una de las virtudes de Fariña, por no decir la más llamativa junto con su contenido, tan revelador, tan bien abordado y documentado, tan perturbador... Antes de adentrarnos en su contenido, es importante señalar la presentación de los capítulos que componen el libro. Especial mención merecen los primeros, empleados por el autor única y exclusivamente para poner al lector en situación, en contexto y en los que se nos cuentan los orígenes del verdadero germen del narcotráfico gallego, lo que propicia los hechos que después continuaremos leyendo en Fariña, que no es otro que la cultura del contrabando. No me esperaba toparme de buenas a primeras con un capítulo en el que Carretero se remontase tan atrás en el tiempo, a esos primeros naufragios documentados de la Edad Media hasta el siglo XIX, pasando por los que encallaron en sus costas durante la Edad Moderna. Fue interesante descubrir que los habitantes de los pueblos costeros ya hacían acopio de las mercancías de dichos barcos naufragados, en su mayoría ingleses. Y de todas aquellas historias, la de la leche condensada fue sin duda la más memorable y divertida. Tras estos breves capítulos, el autor entra de lleno en los orígenes del contrabando: el estraperlo. Comida, electrodomésticos, metales, armas, medicinas y hasta inmigrantes cruzaban la frontera hispano-lusa tanto por mar como por tierra. El estraperlo gallego vivió su máximo apogeo durante la dictadura Franquista, en especial durante los primeros años de la postguerra. La penicilina entonces se convierte en el bien más preciado. Pero no es hasta los años 50 cuando el estraperlo evoluciona al contrabando gracias a materiales como el cobre, la chatarra y en especial el tabaco, convirtiéndose con el tiempo en el producto estrella. Los contrabandistas, como bien cuenta Carretero, gozaron de gran simpatía entre la población, pues se les consideraban ejemplo de valentía. Se jugaban la vida cada vez que salían a descargar cajetillas de tabaco de las lanchas. Tanto es así que los niños los veían como referentes, hasta el punto de querer trabajar en ello de mayores. Todo este clima de aceptación, la tradición previa, la complicidad de la Guardia Civil (políticos, empresarios...) y la irrupción de una nueva y suculenta mercancía (el hachís y la cocaína) fue el caldo de cultivo para que en Galicia viviese una de sus décadas más oscuras. A partir de ahí, el estilo se vuelve más duro, contundente, pues si en los primeros capítulos había lugar para la ironía y la chanza, a pesar de la seriedad de su texto, es en los capítulos siguientes donde de verdad el lector va a conocer la realidad del narcotráfico gallego en todo su esplendor. Desde capítulos dedicados a sus principales protagonistas (Sito Miñanco, Laureano Oubina, el clan de los Charlines con Manuel Charlín primero y su hija Pilar Charlín después a la cabeza y Vicente Otero entre otros), sus actuaciones, redes, capítulos dedicados a la narcopolítica y a la narcojusticia (los más escalofriantes de todo el libro), así como los entresijos de la investigación policial y la Operación Nécora. Aunque sin duda son especialmente emotivos e interesantes los que dedica a los grandes olvidados de toda esta historia como Carmen Avendaño, la cabeza más visible de la lucha contra el narcotráfico, y tantas y tantas personas que sufrieron sus consecuencias y exigieron justicia a los capos. Es un libro incómodo, no voy a negarlo, de hecho, sale todo el mundo, y cuando digo todo el mundo es todo el mundo, incluyendo varios presidentes de la Xunta (sí Feijoo, tú y el yate, por supuesto que sales), empresarios varios, altos mandos de la Guardia Civil e incluso un ex presidente del Gobierno (M. Rajoy, al que no dudaron en darle la patada desde su tierra por negarse a convivir con los contrabandistas). Para finalizar este apartado más crítico, me limitaré solamente a decir que, de no haber sido por el bombo mediático, es muy probable que no hubiese leído Fariña. Sin embargo, esta lectura en concreto (a pesar de no ser el primer ensayo periodístico que leo) me ha introducido en un tema, el narcotráfico, que ha despertado mi interés. Es posible que tras Fariña caigan en mis manos otros libros de un estilo parecido, como los de Roberto Saviano. De hecho, y corregirme si me equivoco, probablemente Carretero le deba mucho a Saviano, y no sólo en lo que a su trepidante estilo se refiere. No sé si Fariña pasará a la historia, lo que si sé es que se hablará mucho de este libro, para bien o para mal, durante unos cuantos años.
Este 2019 está a punto de conmemorarse un terrible aniversario, un acontecimiento con el que muchos, por desgracia, amanecimos. Una de esas noticias que nunca desearías escuchar, y menos en un país donde se supone que la libertad de expresión goza de buena salud, o eso es lo que creíamos. Ya se nos había olvidado el vergonzoso incidente con los titiriteros cuando de pronto la historia comenzó a repetirse, materializada en las ya conocidas "24 horas más oscuras". La mañana del 20 de febrero de 2018, el mismo día que se conoció la noticia del secuestro de Fariña, el Tribunal supremo ratificó la sentencia a tres años y medio de cárcel que previamente había impuesto la Audiencia Nacional al rapero Valtonyc. Sus delitos: el enaltecimiento del terrorismo e injurias en la corona presentes en sus versos de rap. Al caer la noche le llegó el turno a Nacho Carretero y su Fariña. Pero lejos de finalizar, la actualidad más acuciante nos tenía preparado un último acto en forma de censura artística. A la mañana siguiente, el artista Santiago Sierra era testigo de como la organización de ARCO (la exposición más importante de arte contemporáneo y abstracto de España) retiraba su obra Presos Políticos en la España Contemporánea (en la que aparecían pixelados los rostros de Oriol Junqueras, Jordi Cuixart y los de los jóvenes de Altsasu entre otros) de las paredes a instancias de IFEMA. La verdad cabrea, y a juzgar por las citadas y desproporcionadas decisiones que se tomaron al respecto, también es motivo de prohibición, ocultación... En definitiva, de censura. ¿Cómo es posible que un ensayo, una canción o una obra artística sean ofensivas? ¿No lleva la humanidad asistiendo a ataques contra la libertad de expresión desde que el mundo es mundo? ¿Por qué nos escandalizamos? ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué es lo que en los últimos años ha provocado infinidad de denuncias surrealistas que, bajo el paraguas del "delito de odio", han conseguido sentar en los tribunales a cantantes, tuiteros, actores, escritores, grupos artísticos feministas o a cofradías de fiestas patronales? Lejos de entrar en polémicas, aunque sé que acabaré pronunciándome al respecto a lo largo de este párrafo, sólo me limitaré a, en el caso de Fariña, resumirlo en una frase: que aburrido sería el mundo sin la polémica o lo que la gente cree por polémica. Ojo ante la volatilidad de interpretaciones y subjetividad que encierra dicha palabra. Lo que a uno le puede parecer polémico, otro lo puede ver como lo más normal del mundo o extraer una reflexión, pues lo polémico muchas veces suscita urgentes debates. Aunque, si volvemos a Fariña, "polémico" no es el adjetivo que mejor le definiría, sino "reveladora", pues independientemente de que te guste o no su estilo, Carretero nos revela una realidad, la de la Galicia de los años 80 y 90 del pasado siglo, la de una Galicia que a punto estuvo de ser engullida por el narcotráfico, una Galicia dividida entre los que se lucraban del negocio y los que, hartos de ver a sus hijos morir, protestaron frente a sus grandes mansiones. Una Galicia que, con el beneplácito de sus gobernantes, casi se convierte en la Sicilia del Atlántico. Una Galicia que creemos conocer pero que en realidad se aleja de su estereotipo más reproducido. Una Galicia a la que aún le quedan muchos años de desintoxicación. A veces es necesaria la irrupción de este tipo de libros (ensayos periodísticos ajenos al sensacionalismo) para conocer una realidad. Choca que lo diga alguien que siempre ha abogado por los manuales y lecturas especializadas de historia (y a la que por cierto le molesta ver como periodistas escriben libros académicos de historia), pero en esta ocasión, como en tantas otras, la crónica periodística puede ayudar a la historiadora/or a aproximarse a una realidad y sobre todo a un lenguaje, a unas costumbres y lo más importante, la mirada con la que se cuentan X hechos. A sangre fría de Thruman Capote se ha convertido en una fuente imprescindible para muchos historiadores, ¿por qué no iba a engrosar Fariña esa exclusiva lista en la que, por supuesto, no todos son bienvenidos? Por todo ello, y por el bien de todas las profesiones relacionadas con lo literario, intelectual o artístico, pido a particulares anónimos y a asociaciones varias (cuyos nombres son de sobra conocidos) que por favor nos dejen en paz. La verdad (expresada por medio de cualquier disciplina) escuece, emociona, remueve estómagos, provoca solidaridad, empatía, asco, impotencia, ganas de cambiar las cosas... ¿De verdad nos quieren privar de todo eso? Fariña: una historia de avaricia, pobreza, complicidad, desfachatez, corrupción, muerte... La ventana a la que muchos no querrían asomarse.
Frases o párrafos favoritos:
"La joya de la corona era el cabo Finisterra, fin de la Tierra para los romanos, embarcadero de Caronte para los griegos, kilómetro cero del Camino de Santiago para los cristianos y un precioso cabo colgando al Atlántico para el visitante común. También un excelente y escarpado escenario para descargar fardos."
Película/Canción: el año pasado se estrenó la adaptación televisiva del ensayo de Nacho Carretero con las interpretaciones de Tristán Ulloa, Javier Rey, Antonio Durán "Morris", Carlos Blanco, Isabel Naveira, Tamar Novas y Marta Larralde entre otros. Con la crítica y el público en el bolsillo, no ha dejado de recibir reconocimientos y prestigiosos premios. Entre ellos, el Ondas 2018 a la mejor serie y los premios Iris 2018 a la mejor ficción, mejor actor protagonista, mejor dirección y mejor guión. Actualmente cosecha tres nominaciones a los Premios Feroz. Aquí os adjunto la pieza de BSO que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña, banda sonora por supuesto de la serie.
¡Un saludo y a seguir leyendo!