Sentado frente al teclado y con una taza de té caliente intento ordenar mis ideas para escribir una reseña sobre el último libro que me he leído. Pero me resulta tremendamente complicado.
La realidad es que Flores para Algernón [Daniel Keyes] ha llegado a tocar una de esas fibras sensibles que todos tenemos. Y lo ha hecho de una forma en la que la sensación se hace compleja de explicar.
Cuando Isaac Asimov le dijo a Daniel Keyes «¿Cómo lo has hecho?» el autor agarró de la chaqueta al Buen Doctor y le dijo «Oye, Isaac, cuando lo descubras me lo dices ¿vale?, de verdad que me encantaría repetirlo». [Fuente: Wikipedia]
A Flores para Algernón la tildan de novela de ciencia ficción y muchos de los galardones obtenidos por ésta lo son de este área. Pero, en realidad, es un relato psicológico, un ensayo sobre la ignorancia y la felicidad, sobre el conocimiento como fuente de nuestro poder y de nuestra desdicha.
Toda la historia gira entorno a Charlie Gordon, un hombre que padece un retraso mental que lo coloca a la altura de chiquillos de 4 ó 5 años. Es feliz pero quiere ser listo. Y esta búsqueda incansable del aprendizaje lo convierte en un candidato perfecto para un estudio que se está realizando en una universidad de renombre.
Y hasta aquí puedo leer.
La novela, escrita en una interesante primera persona a modo de diario nos relata la evolución de Charlie a lo largo de todo el proceso y de sus pensamientos más íntimos mientras su cuerpo experimenta una metamorfosis que le llevará a cambiar por completo su vida.
El final, predecible y no por ello carente de una tensión narrativa impecable, es el que termina por redondear un ejercicio de introspección completo en el que el que lee se sumerge en los pensamientos de Charlie de una forma tremendamente profunda.
Uno de esos libros que no se si volveré a leer por no romper la magia que ha supuesto para mi su lectura.
Nota: 8/10