RESEÑA: Génie la loca.

Publicado el 30 abril 2020 por Jimenada
GÉNIE LA LOCA
Título: Génie la loca. 
Autora: Inés Cagnati (Monclar, 1937 - Orsay 2007), francesa, descenciente de una familia de inmigrantes italianos, creció en una región campesina en el suroeste de Francia, donde sus padres eran agricultores. Después de estudiar Letras Modernas, trabajó como maestra. Su infancia en un entorno rural tuvo gran influencia en su obra. De un modo u otro todos sus libros exploran este tema (así como el deseo de huir de los ambientes opresivos de la pobreza). Su primera novela Le Jour de congé, ganó el Premio Roger-Nimier en 1973, y Génie la loca, el Premio Deux Magots en 1977. (Fuente: Editorial). 

Editorial: Errata Naturae. 
Idioma: francés. 
Traductora: Vanesa García Cazorla. 
Sinopsis: Génie la loca, que fue toda una sensación literaria en Francia a finales de los años setenta, es una novela poderosa, bellísima, y un canto muy singular al amor de una hija, de una niña, por su silenciosa madre. Gracias a la contención de su escritura y la crudeza de su argumento, este libro ha sido considerado como una de las cumbres de la literatura francesa posterior a la Segunda Guerra Mundial. Rodeada de viñedos, granjas y oscuras cocinas, Marie espera a su madre. Cuando no la espera, corre detrás de ella por caminos polvorientos y campos de labor. A su madre la llaman Génie la loca, y es la «oveja negra» de una buena familia; una madre convertida, para su desgracia, en mujer «para todo», poco más que una trabajadora agrícola que lucha contra el mundo en medio de un silencio propio y, en apariencia, indestructible. Génie es una figura misteriosa e inaccesible a la que Marie, su hija, sigue incansablemente, soñando con hacerla sonreír algún día. Ésta es la historia de un crimen público que nadie condena, pero cuyas víctimas (femeninas, por supuesto) soportan la carga de la vida en un mundo durísimo. A pesar de algunas miserias, nada puede compararse al amor que une a estas dos mujeres. A pesar de la vida, a pesar de la tragedia. (Fuente: Editorial). 
Su lectura me ha parecido: elegante, contenida, rural, elegante, fría por momentos, con una interesante narración no lineal, sobria en su lirismo, una durísima crítica social... Todos los pueblos tienen a su propio "loco", o como ha reproducido hasta la saciedad tanto la literatura como lo audiovisual, su "tonto" particular. Lejos de causar la comicidad rayando el ridículo, el esperpento o el mal gusto estereotipado que podemos ver, por ejemplo, en algunas series de televisión, lo cierto es que no deja de ser una mofa oscura y cruel. Suele retratarse como alguien proveniente de extracción social humilde - incluso desde la pobreza más absoluta - vaga solo, con la cabeza gacha, tratando de pasar inútilmente desapercibido. Se diferencian del resto de habitantes por tener una tara que - visible o invisible - siempre habrá alguien que se la recuerde, convirtiéndose en el perpetuo sambenito con el que tienen que lidiar día sí día también. Además de todo lo mencionado, en la cultura popular se ha asociado siempre con la salud mental, con una infancia traumática o con alguna minusvalía física o psíquica. De ahí que siempre aparezcan armando escándalos, metiéndose en líos o sufriendo el escarnio, burlas, palizas y toda clase de vejaciones por parte de los que consideran que diferente es sinónimo de peligroso. Nos olvidamos que, en muchas ocasiones, el "tonto" o "loco" del pueblo siempre ha sido hombre, cuando, las mujeres también han sido consideradas en muchas comunidades rurales objetos de cuchicheos y humillaciones públicas. Y aún más si la mujer en cuestión se revela contra los estereotipos de género o ansía con aspirar a algo más. Entonces éstas se convierten en "locas", "histéricas", "marimachos", "putas", "brujas"... El listado es extraordinariamente largo. Las más "afortunadas" - entre comillas siempre - sólo tenían que soportar estos graves calificativos, pero las más rebeldes eran condenadas al ostracismo o a la rehabilitación psicológica más terrorífica. Todo para que volviesen a ser las esposas, hijas o madres canónicas, o dicho de otro modo, lo que la sociedad patriarcal espera de ellas. Y si la cosa iba a más el exilio, forzoso o voluntario, se convertía en el horizonte para muchas. No obstante, cabía la posibilidad de que su marginación también se debiese a cuestiones jamás mencionadas, de las que ellas no tenían la culpa y que vienen directamente de la desigualdad de géneros. De esa violencia sexual de carácter heteropatriarcal silenciada y de la que siempre se ha condenado a las mujeres cuando en realidad son víctimas de la misma. Una realidad silenciada que abocaba irremediablemente a la huida, la precariedad y el eterno estigma. Todo eso y más habita, como un corazón palpitante, en la novela que hoy me dispongo a reseñar. Un libro adecuado para los tiempos que corren más allá del Covid, vivo en su crítica y estilísticamente impactante. Génie la loca: crónica, marginación y aislación entre vides. 

Una de las cosas que más he escuchado estos días es la necesidad, por parte de las lectoras/es, de adentrarse en un determinado tipo de literatura concreto para sobrellevar mejor el confinamiento durante el estado de alarma. Muchas y muchos optan por géneros hasta el momento duramente olvidados como el humorístico - hasta entonces el patito feo de toda librería que se precie - el de viajes - cuya relectura seguro provoca una renovación profunda a nivel temático y estilístico - o las novelas de aventuras - que vuelven con más fuerza que nunca -. Tambien, y de forma totalmente paradójica, se está leyendo literatura de terror y ciencia ficción - poniendo especial foco en las ucronías y distopías - como nunca. Y es que como ya comentaré en la siguiente reseña, psicológicamente pensamos que paliaremos nuestros sufrimientos y miedos provocados por la situación actual si observamos que, aunque sea en el plano de la ficción, alguien lo está pasando peor que nosotros. Lo que está claro es que el lector confinado ansía con derribar las paredes de su casa y trasladarse a lugares muy lejandos en los que poder evadirse un rato de las malas noticias, la saturación informativa, los bulos y la incertidumbre. Y aunque, como he mencionado antes, existen ciertos géneros predilectos para lograrlo, las novelas de cariz costumbrista también se convierten en la opción más humilde - y en cierto modo más realista - para marcharte sin que el shock sea abismal. Dicho de otra manera, para que resulte más fácil regresar a nuestro encierro sin caer en dramas traumáticos para la lectora o el lector. En Génie la loca no nos vamos muy lejos, viajamos físicamente y temporalmente a la Francia de mediados de los años 70. Aquí al lado vamos. A un paisaje vinícola perdido entre la Rochelle y Hyères plagado de pequeñas granjas y trabajadores de la vid siguiendo los pasos de Génie (a las que todos se refieren como "la loca") y su hija Marie en su recluida vida en una pequeña granja en la cima de una colina. Estampa que, aunque lejana en kilómetros, nos resulta bastante familiar. Y por si fuera poco nos adentramos en una historia donde, bajo una capa gruesa de discreción, se esconde uno de los relatos más potentes y sombríos sobre la condición femenina en el ostracismo que he leído en años. Así que muy atentas/os porque es posible que tras leer esta reseña. y en el momento que por fin abran las librerías, vais a preguntar a vuestra o vuestro librero de confianza por este texto. Y si no, tiempo al tiempo. 

Como ya apuntaba en el primer párrafo, "Génie la loca" es el mote que recibe Génie - la secundaria silenciosa de esta historia -. Un apelativo que la sociedad rural le ha impuesto no porque tenga una malformación física, ni padezca una enfermedad mental, sino el hecho de haber traído una hija bastarda al mundo en una época y en un lugar en el que tener hijos fuera del matrimonio suponía un escandalo de proporciones bíblicas. Se sabe que, tiempo atrás, Génie pertenecía a una familia rica y acomodada de la zona, pero hasta ellos, sus propios padres, renegaron de ella. Y no, no está loca, Génie conserva la cordura a pesar de haber sido rechazada por su clase social viéndose obligada a una vida itinerante trabajando en la vid en condiciones de semiesclavitud con una hija a cuestas. Lo que está es sola, recluida en la pequeña casa de la colina, alejada del núcleo urbano del pueblo más cercano, donde nadie podía acercarse para insultarla, menospreciarla o hacer daño a su pequeña Marie. Aún así, la gente de los alrededores se aprovecha de su desesperación y necesidad para encargarle las tareas agrícolas más duras. Génie, aunque sabe lo injusto de la situación, las acata con resignación y a costa de su propia salud pensando que algún día el estigma de ser madre soltera acabará desapareciendo. Pero lejos de suceder, Génie acaba aceptando su mote y la condena que ello supone. Los años pasan, nada cambia, Génie sigue siendo "Génie la loca", pero Marie crece y su relación son su madre es cada día más difícil y compleja. A través del punto de vista de la pequeña iremos conociendo la vida en la granja, la dureza del campo, la pobreza hostil, sus amigos los animales y por supuesto la frialdad que su madre muestra hacia ella. Marie ha crecido al lado de una madre que siempre ha rechazado sus abrazos, besos, manteniendo un doloroso e intencionado desapego. Génie quiere a su hija, pero se lo demuestra apartándola de su lado, pasando menos tiempo con ella y esquivando sus muestras de cariño para que la pequeña no acabe heredando su mala fama. Como si fuese un ente contagioso, como si el hecho de pasar tiempo con ella acabase desembocando en los comportamientos por los que todo el mundo la repudia. Esta malsana relación no es comprendida por Marie, quien se tiene que contentar con los juegos que ella misma se inventa y hablar con los animales - se hace amiga de un locuaz pato Bienot y de una ternera ciega con triste final llamada Rose -. Al mismo tiempo, Marie es rechazada por todos los niños de la comunidad. Nadie quiere jugar con ella, su abuelo paterno rara vez tiene detalles con ella y la marginación hace poco a poco mella en su personalidad. Sólo pequeñas muestras de solidaridad femenina - como la declinación de Génie a una proposición - añaden matices a la convivencia, evidenciando que en el fondo los vecinos saben que Génie no se merece el escarnio al mismo tiempo que se ven obligados a guardar las distancias, como si se les pudiese pegar algo de ella. "El qué dirán", como siempre, detrás de estos comportamientos hipócritas. 

A través de una narración no lineal - en la que se alternan dos tiempos cronológicos no tan lejanos en el tiempo - asistimos a los pensamientos de Marie, atrapada entre dos caminos. Por un lado, el de la resignación a permanecer toda su vida en el campo al lado de una mujer que dice ser su madre pero no se comporta como tal a ojos de la pequeña. Y por otro, su capacidad de escapar de la marginalidad a través de la imaginación, de sus conversaciones con los animales, como si soñar despierta le diese esperanzas para seguir adelante. Es entonces cuando entra en escena Pierre, un joven al que Marie conoce en la estación y que poco a poco acaba convirtiéndose en un faro que le guía hacia nuevas perspectivas de futuro. Pero cuidado, lejos de parecerse a los príncipes azules de los cuentos de hadas, Pierre tiene sus propios problemas a los que se enfrenta todos los días. De esta forma la autora se carga la narrativa que tanto nos han inculcado de pequeñas, esa que hablaba de la existencia de hombres valiente y guapos que, guiados por las toxicidades del amor romántico, estaban dispuestos a poner en peligro su vida para salvar a la princesa de turno, la cual, debía aguardar pacientemente a ser rescatada de las garras del dragón, ogro, madrastra o monstruo malvado de turno. Todos tienen problemas, y la vida en la Francia rural parece no ser fácil para nadie. Es tremenda la capacidad que tiene la autora para encoger el estómago del lector con esta doble marginalidad del personaje de Génie. Presentando, en primer lugar, una reclusión física materializada en su encierro en la casa de la montaña, alejada de todo y todos, en un lugar en el que, aunque llegan insultos, se siente un poco más protegida que si viviese en plena plaza mayor. Y en segundo lugar, una reclusión interna, la más dolorosa de las dos y la que comporta mayores sacrificios para ella. Esto se ve reflejado, por ejemplo en la ausencia de voz. Génie casi no habla, y los pocos vocablos que pronuncia son absolutamente necesarios para su propia supervivencia, pero no para su integración como ciudadana y persona dentro de la comunidad. Esta mudez representa la ausencia más absoluta, similar a un fantasma que vaga sin rumbo arrastrando del pie una condena a todas luces eterna. Si no existes automáticamente no eres nada ni nadie, y por tanto, no tienes derecho a vivir plenamente o a relacionarte con la gente, eso está reservado a los corpóreos, no para los expulsados, los apestados, los que permanecen en los márgenes, los que, en última instancia, existen pero nadie quiere verlos. En Génie la loca, Inés Cagnati plantea la doble moral con la que se condenaba a las mujeres por el simple hecho de no amoldarse a los cánones de género, pasando por alto la violencia patriarcal, a todas luces silenciada, causante en muchos casos de la caída en desgracia de muchas mujeres. Hablamos por supuesto de abusos, agresiones, maltratos y en última instancia embarazos provocados por esta cultura de la violación. Pienso que, gracias a su estilo tan contenido para huir del melodrama, esas descripciones sobrias, así como ese poso de crítica feminista a la situación de las mujeres francesas en esa época de la historia conforman una novela en la que, si os adentráis sufriréis - es así, no os lo voy a ocultar - pero merece la pena en el momento en el que aceptas la frialdad estilística de Inés Cagnati y consigues sentir la aspereza de la tierra bajo la palma de tus manos. Al finalizar su lectura, y esto es verídico, querréis regresar a la literatura rural que un día dejasteis de lado por prejuicios sin ningún sentido. Querréis conocer la realidad de las mujeres en el campo, tanto desde el plano de lo ficticio como desde el de la no ficción. Y sobre todo, ya no volveréis a mirar a las mujeres de los pueblos con ese sentimiento de superioridad snob, sino que trataréis de entrar en su mundo y escuchar las historias que con tanto celo han guardado para sí mismas. A lo mejor, de todo esto sale una novela, un poemario, una obra de teatro, un artículo periodístico, un ensayo... Pero eso será en tiempos de postpandemia y reconstrucción. 
Génie la loca: una historia de rechazo, infancia atípica, escarnio, esperanza, claroscuros, imaginación, ternura, injusticia, reclusión... Un libro sobre el poder heteropatriarcal en el campo, una novela sobre mujeres en los márgenes perpetuos de la sociedad. 
Frases o párrafos favoritos: 
   "Cuando atravesaba así el pueblo, cosa que rara vez hacía, pues la mayoría de las veces, para dirigirse a las granjas, lo esquivaba tomando atajos o yendo campo através, la gente se callaba para observarla llegar, pasar, alejarse. No le sonreían. No la saludaban con jovialidad. Ella cruzaba, con la mirada perdida, yo corría tras ella y la gente la miraba.Si tenían que dirigirle la palabra, le decían:     - Génie la loca.     Nunca:     - Eugene.     Ni:     - Señora.     Siempre:     - Génie la loca."
¡Un saludo, a seguir leyendo y ánimo!
Cortesía de Errata Naturae