RESEÑA: Había una fiesta.

Publicado el 03 marzo 2020 por Jimenada
HABÍA UNA FIESTA
Título: Había una fiesta.
Autora: Marina L. Ruidoms (Barcelona, 1983) ha pasado su vida entre libros, ya sea desde el sector editorial (ha trabajado para Génat, Jose Juan Olañeta y Penguin Random House) como desde el periodismo (escribiendo para Revista Lateral, La tribu o PlayGround, y editando en NOIR Magazine). Aunque también se ha dedicado a la escritura literaria desde que tiene uso de razón, no es hasta ahora que se ha atrevido a dar el gran salto: Había una fiesta es su primera novela.

Editorial: Caballo de Troya.
Idioma: español.
Sinopsis: todo empieza y todo termina con esta fiesta: la que protagonizan cuatro jóvenes a las que los demás miran como si viajaran «solas» aunque ellas sepan que no pueden estar mejor acompañadas. Nadia, Jero, María y Paula tienen 18 años y se encuentran de viaje en la costa de Nápoles. Están a punto de cruzar el umbral de la vida adulta y esas vacaciones improvisadas prometían convertirse en las que iban a definir el resto de sus vidas. Entre la euforia de la adolescencia, los paisajes idílicos de Sorrento, las conversaciones sobre sexo y religión y una música ligera que les acompaña en los auriculares en todo momento, las cuatro deberán afrontar un episodio traumático que lo romperá sus expectativas en mil pedazos. Con una prosa sencilla y directa que unas veces recuerda a las autoras de la Alt Lit y otras a las primeras novelas breves de Virginie Despentes, la escritora, traductora y editora Marina L. Riudoms ha recogido en Había una fiesta cada uno de esos pedazos y los ha convertido en una novela lúcida sobre el paso a la madurez, el abuso sexual, la construcción de la amistad y la inocencia perdida. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido: fresca, consistente, cruda, con reflexiones que te remueven el estómago, con cuatro protagonistas alejadas de cualquier estereotipo juvenil, poderosamente actual, demoledora, pesimista, cinematográfica a ratos, trepidante, toda una sorpresa... La literatura y el séptimo arte, a lo largo de sus respectivas historias, no se han cansado de demostrar como la maldad habita hasta en el entorno más idílico. Como la imperfección, el crimen, el machismo o alguna presencia sobrenatural por ejemplo puede salir a flote en el interior de una piscina en pleno verano, a la luz en el prado más verde o a la vista mientras contemplamos el paisaje de nuestros sueños. Sin ir más lejos ayer por fin pude adentrarme en el festival de flores, pureza y horror que plantea la magnífica Midsommar (Ari Aster, 2019) en donde un grupo de jóvenes doctorandos - entre los que sobresale una espectacular Florence Pugh en el papel de la atormentada Dani - sufren del terror más primitivo de la mano de una secta cuyo enclave, a ojos del espectador, es un autentico paraíso sueco. Sus colores, los canticos, el aire puro y esa, a priori, amable hospitalidad de sus integrantes nos abruma y nos hace sospechar desde el minuto uno. Sin embargo, algo hace que no queramos apartar la mirada de ella, y no es sólo la espectacular fotografía o la puesta en escena, sino por esa perversa sonrisa en los últimos minutos de la cinta que ni una enorme corona de flores ni el bucólico traje blanco de los miembros de la comuna Hårga pueden disimular. Una expresión de locura - o de cordura según como se mire - que nos desvela el lado oscuro del ser humano en medio de una estampa indudablemente hermosa. Lo mismo sucede, en el terreno literario, con Suave es la noche de F. Scott Fitzgerald. La costa azul francesa - famosa por ser la cuna del lujo y los excesos durante los años 20 del pasado siglo - se convierte en el particular infierno de Dick Diver, un joven y prometedor psicoanalista que ve como su vida se va poco a poco derrumbando al lado de su esposa Nicole, paciente suya y con graves problemas psicológicos. La fina arena sepulta a Diver y el agua salada ahoga la salud de la pobre Nicole mientras el resto de la humanidad contempla el atardecer en Niza desde sus exclusivas terrazas regadas de champagne y acordes del mejor Jazz. Algo de eso tiene, por supuesto, la novela que hoy tengo el placer de reseñar. No estamos en la campiña sueca, tampoco en un exclusivo hotel con vistas al mar y ni siquiera nos movemos en los códigos del terror o el melodrama marital. Aquí nos retostamos al sol de una playa de Capri, asistimos a conversaciones de verdadero calado social e intelectual y nos sumergimos en el desenfreno de las juergas veraniegas junto a Nadia, Jero, Paula y María en el viaje hacia el traumático ocaso de la adolescencia. Había una fiesta: costumbrismo post-millennial o el capitalismo salvajemente machista.

Han sido varios los motivos por los que el debut literario de la catalana Marina L. Riudoms ha sido uno de los mejores que ha pasado últimamente por mis manos. Además de un esfuerzo propagandístico intenso por parte de los editores invitados de este año a Caballo de Troya - editorial cuya línea de publicación, recordemos, cambia cada año - Luna Miguel y Antonio J. Rodríguez, sino que Había una fiesta ha gustado a los lectores por una serie de aciertos tanto en la trama, en el estilo y así como en el mensaje que la novela trata de transmitirte todo el rato. Para empezar, debemos aclarar que éste - junto a otras obras de la misma editorial y algunas maravillosas excepciones - es un texto que por fin (y remarco lo del por fin) habla directamente a la generación millennial y post-millenial, interpelándoles, señalando sus preocupaciones, y lo más importante, sin ese paternalismo o desprecio que tantos autores han usado para referirse a ellas. Por si quedaba alguna duda los millennials, también conocidos como generación "Y", según el consenso de estudios demográficos serían los nacidos entre principios de los años 80 y finales de los 90, aunque existen investigadores que sitúan la fecha límite en el año 2000. Si nos atenemos a los artículos aparecidos en prensa somos la generación más hiperconectada - aunque también los últimos que hemos conocido una infancia sin la influencia de las nuevas tecnologías - la más consciente del poder de la globalización, la más tolerante, la más feminista, la más comprometida socialmente, la más individualista y por supuesto la más narcisista. En España vinimos al mundo en una etapa de prosperidad y unos niveles de vida mejores que los de nuestros padres o abuelos pero que, sin embargo, nuestra mayoría de edad coincidió con la durísima crisis económica que truncó todas nuestras expectativas de futuro; de ahí que hayamos asumido, casi a la fuerza, la importancia del "ahora" y no del "futuro". Poco materialistas, exigentes, reformistas, adictos a la economía colaborativa, más emprendedores. También dicen que nos casamos menos, tenemos menos hijos, practicamos sexo con menos frecuencia y no nos drogamos tanto como las anteriores generaciones. Así parece ser la generación "Y" pero... ¿Y la llamada generación post-millennial o "Z"? Aunque existe, en comparación, menos información al respecto podríamos decir que son los nacidos a partir del año 2000, los cuales - ahora sí que sí - han mamado el uso de la tecnología desde la cuna y que actualmente se encuentran estudiando la secundaria y los primeros cursos de universidad. Su comportamiento parece articularse en cuatro "ies": son irreverentes (les cuesta guardarse sus opiniones en público), impacientes (más que sus antecesores), inmediatos (la tecnología les ha obligado a moverse más rápido) y experimentan una mayor incertidumbre (como consecuencia de todo lo anterior). Muchas y muchos columnistas también coinciden en que ambas generaciones son perdidas y un contenedor de inútiles privilegiados que sólo pensamos en nosotros mismos sin poseer otras y más necesarias aspiraciones. Pues bien, para Marina L. Riudoms le parecemos todo eso y nada al mismo tiempo. En otras palabras, que las características generacionales no deben ser packs cerrados en donde no quepan, por ejemplo, las inquietudes intelectuales de los jóvenes o las preocupaciones político-sociales, además del nuevo filtro de Instagram o la última canción de Travis Scott. Una cosa no excluye la otra. No somos perfectos, pero tampoco peores que los del Baby Boom o la generación "X".
Es en esa tesitura - la de desmontar estereotipos generacionales y de género - donde nos encontramos con Nadia, Jero, Paula y María. Cuatro amigas que, mientras recorren el sur de Italia en lo que parece ser una especie de viaje de fin de curso donde playa y borrachera van de la mano, se enfrentan a una serie de debates tanto internos (como cual será su futuro, estudiantil o no, al acabar el verano o su propia condición de mujer en la sociedad que les ha tocado vivir) como externos (los cuales vienen de golpe y porrazo a cambiar la forma con la que observan su alrededor y a virar bruscamente el rumbo del hasta el momento "fantástico" viaje). Cada una desde personalidades y temperamentos muy distintos pero que juntas forman un grupo completamente cohesionado e imbatible. Deslenguadas, valientes, cultas, son hijas de la globalización y de la falsa libertad en la que se sigue educando a las mujeres prometiéndoles el oro y el moro para después comprobar como el machismo sigue aplastando cada uno de sus sueños. Ellas sí son un grupo de amigas de verdad, de los de toda la vida, y no de esas que se pelean por cuestiones amorosas que tantas veces hemos visto replicado en la cultura popular. Lejos de una imagen cosificada, las cuatro se complementan entre ellas y aprenden las unas de las otras de sus inseguridades o logros. Se pelean, se perdonan, lloran, ríen, se gastan bromas, y por si fuera poco, reflexionan sobre la desigualdad o pasajes de Simone de Beauvoir. En definitiva, que da gusto toparse con personajes femeninos que rondan los 18 años cuyas preocupaciones vayan más allá del maquillaje, los chicos o dramas tontos sin importancia. Por fin unas jóvenes con conversaciones trascendentales y con problemas reales de su edad como el sexo, la búsqueda de una identidad propia o si es mejor ir a la universidad o meterse a un módulo de FP. Problemas con los que, a pesar de haber pasado esa etapa de mi vida, he conseguido identificarme con ellos. Otro de los aciertos que podemos destacar de Había una fiesta es su interesante potencia visual en la que se alternan playas paradisíacas - o en el lenguaje millenial: muy "instagrameables" - con la potencia del neón impactando en los cuerpos danzantes al son de reguetón, rap o comercial. Calor del sol de día, oscuridad colorida de noche. Agua salada por la mañana, espuma y desinhibición a las tantas de la madrugada. Relacionado con esto último, me ha parecido muy original el concepto de "playlist" a lo Spotify a la hora de titular los capítulos de la novela. En ella podemos encontrar desde cantantes actualmente ultra actuales como Justin Biber o Miley Cirus a otros como Tame Impala o Clarence Clarity cuyo sonido evoca tanto el paisaje en el que se desarrolla el libro que por momentos crees estar allí de verdad. Por supuesto, mención especial merece el endiablado ritmo con el que Riudoms es capaz de sumergir al lector en la historia y en las sensaciones que en ella se experimentan, las cuales, no siempre son fáciles de etiquetar o asignarle un nombre concreto.
Sin embargo - y aunque le podríamos reprochar su erróneo concepto de "rave" - Había una fiesta encierra una importantísima reflexión que, a mi juicio, considero la verdadera clave de su éxito entre gran parte de los lectores así como de la crítica más allá de su factor generacional. En menos de 200 páginas Riudoms ha querido contarnos, no sólo una maravillosa y feminista historia de amistad entre cuatro chicas, sino que también nos ha explotado la cabeza al evidenciar en cada página como las mujeres somos las principales víctimas del capitalismo actual. Desde el minuto uno, y a pesar de toparnos con personajes femeninos que nos enamoran al instante, el lector tiene constantemente la sensación de que algo "chungo" va a suceder en cualquier momento, como si nos encontrásemos ante un slasher de terror de corte adolescente en donde la tragedia se masca en cada idílico plano. Y sucede, claro que sucede, y Ruidoms se refiere a él como "accidente". Un brutal eufemismo que nos rompe, especialmente a las mujeres, por dentro. Sin revelar demasiado - pues estaríamos haciendo un sopiler brutal - sólo diremos que ese "accidente" es el desencadenante no sólo de la quiebra de unas vacaciones que parecían perfectas, también del paso de las jóvenes de la adolescencia a la madurez de la forma más sincera, traumática y cruda. La fiesta perpetua en la que parecían vivir se convierte en un grito de socorro que duele y hace sangrar los oídos, hasta el punto de que como lector no puedes evitar entrar en conflicto o querer ayudarlas para librarlas del infierno en el que se ha convertido su estancia en Capri. ¿Qué quiere decirnos Marina L. Riudoms en Había una fiesta? Pues simple y llanamente que ser una chica en pleno siglo XXI, y a pesar de las conquistas sociales anteriormente alcanzadas, sigue siendo coloquialmente una "putada". Eso es así, y si no, las cuatro amigas protagonistas de la presente novela te lo demuestran. Desde su preocupación por averiguar a través de artículos de VICE - otra referencia súper actual - si se producen más violaciones en España o en Italia, hasta su forma de lidiar con los distintos comportamientos machistas que sufren entre fiesta y fiesta, sin olvidarnos por supuesto de como juntas se enfrentan, de la mejor forma que pueden, a las distintas desgracias que hacen de su viaje un autentico camino de obstáculos. La brutal y explícita crítica que Riudoms hace de la condición humana, en especial del sexo masculino, amparada por un capitalismo salvaje que no hace sino aplaudir, jalear y permitir cada comportamiento denigrante contra las mujeres es sencillamente brillante. Puede que por diferencia de edad no comprendas algunas referencias a la cultura popular juvenil actual, puede que precisamente por eso esta novela te resulte un tanto distante o que incluso no te guste demasiado la "playlist" que la acompaña (lo cual, en parte me identifico). Pero lo que nadie puede negar tras haber leído a Marina es el hecho de que estamos ante uno de los talentos más interesantes dentro del panorama literario español. Dicho esto, sólo me queda decir que estaré muy atenta a lo próximo que esta autora escriba en los próximos años y deseando que algún día esta historia acabe llegando a la gran pantalla - el formato serial no se si le favorecería -. Brindo por ella, con ron-cola o cerveza en mano mientras bailo al son de la desazón, al ritmo de ese magnético Summertime Sadness de Lana del Rey.
Había una fiesta: una historia de sororidad, apoyo, tragedia, machismo, juerga, psicodelia, arena, canciones de Keane West, preocupaciones... Una novela que trasciende a la ficción.
Frases o párrafos favoritos:
"El futuro te mata así: por exceso de imaginación, o por agotamiento".
"Daba igual que vistieran sudaderas moradas o batas blancas, se movieran en coches que derrapan o en camillas que se llevaban a su amiga; los hombres decidían."
"Resulta inquietante el modo en que se asimila algo molesto como normal mediante su insistencia."
¡Un saludo y a seguir leyendo!