Título: Haz memoria.
Autora: Gema Nieto (Madrid, 1981) es licenciada en Filología Hispánica y Teoría de la Literatura - Literatura Comparada por la Universidad Complutense. Actualmente trabaja en el mundo de la edición y colabora con revistas como Pikara Magazine, Qué leer y Culturamas, escribiendo artículos sobre libros, cómics y videojuegos. Su primera novela, La permanencia, fue publicada por Caballo de Troya en 2016. (Fuente:Editorial).
Editorial: Dos Bigotes.
Idioma: español.
Sinopsis: sus protagonistas (en su mayoría mujeres) caminan por el hilo temporal que une el presente con nuestro pasado más trágico, trascendiendo el plano concreto, de personajes particulares, a uno más amplio, universal, en el que la autora reflexiona sobre esa memoria histórica, pero también íntima, tan necesaria. El relato narra la evolución de las distintas generaciones de una familia a consecuencia de su educación y sus diferentes caracteres e identidades, en un ambiente opresivo con reminiscencias lorquianas sobre el que se ciernen en todo momento los peligros del fanatismo, el miedo y la ignorancia, la persecución a minorías, la necesidad de libertad, la inutilidad de intentar controlar pasiones y deseos, las consecuencias de decisiones equivocadas… Y sobre todo, la reivindicación de la memoria, porque sin memoria no hay cimientos que posibiliten ninguna construcción, tanto a nivel personal como histórico. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido:
Trágica, potente, lírica, reflexiva, con un poso autobiográfico en lo que a la historia se refiere, con frases para enmarcar en (nunca mejor dicho) nuestra memoria, feroz, extraordinariamente atemporal... El pasado lunes, como todas y todos sabemos, se celebró el primero de los dos grandes debates previos a la cita de la ciudadanía con las urnas el próximo domingo 28 de abril. No exento de polémica (la cual ha sido portada en periódicos, protagonista de más de un mitin electoralista y tema principal de discusiones entre tertulianos de distinto signo en televisión y radio), los espectadores asistimos a un espectáculo sin precedentes. Y digo espectáculo porque, seamos sinceras y sinceros, las propuestas políticas brillaron (a excepción de un Pablo Iglesias en estado de gracia) en favor de las descalificaciones, las numerosas interrupciones, las mentiras y el show más mediático. No voy a detenerme en analizar los aciertos y los errores de dicho debate, pero sí, permitirme que me aproxime a lo más sonado, mediático y cuya repercusión tuvo su respuesta (tirando siempre de humor) en las redes sociales para destacar el olvido más sangrante. Sí señor Rivera, sí hubo silencio, sobre todo en lo que a cultura se refiere (a la cual no dedicaron ni un minuto de vuestro valiosísimo tiempo), pero sobre todo, yo escuché otra clase de silencio, más doloroso, más vergonzoso, más inaceptable. Un silencio tan espectral que asusta, especialmente a quienes llevan años sumidos en él sin conseguir más que desprecio y promesas insuficientes a partes iguales. Me refiero, por supuesto, al silencio de la memoria, de la memoria histórica, ese tema tan importante para la construcción de una democracia sana y al que parece tener alergia gran parte de la clase política de este país. El silencio sigue por desgracia muy presente, a pesar de las condenas internacionales o los intentos desde las asociaciones por exigir justicia, reconocimiento y búsqueda de sus seres queridos. Afortunadamente, existen voces, más de las que podamos imaginar, que no dudan en poner su imaginación, su propia experiencia familiar y su pluma al servicio de la sociedad. Esa sociedad ignorada, maltratada, olvidada. Voces como la de la joven escritora madrileña Gema Nieto, ejemplo de que la juventud, al contrario de lo que nos quieren hacer creer, no está dormida. Haz memoria: cuando el silencio se convierte en un personaje más.
Lo normal cuando asistes como alumna a las primeras clases de primero de historia es que el profesor te introduzca, de la forma más atractiva, amena e interesante posible, en el mundo de la historiografía. Ese espeso bosque de imponentes y altas copas en el que es muy fácil perderse para siempre si no conoces a la perfección el ascendente camino hacia su siempre abierta salida. En constante renovación, lo primero que la amante o el amante de la historia debe saber es algo que parece muy lógico pero que, sin embargo, tendemos a olvidar con facilidad. Y es que, a lo largo de la historia, los que la han contado, redactado o impartido pertenecen a una época diferente del pasado, y por tanto, no hay un único e inquebrantable relato de la misma. Por ejemplo, no es lo mismo aproximarse a los testimonios de los cronistas medievales (cuya verosimilitud se entremezcla con propaganda en favor de las virtudes del rey o reina de turno) que adentrarse de lleno en la visión de la Edad Media desde la historiografía marxista (algo que los Monty Python satirizaron a la perfección en una de las escenas más logradas de Los caballeros de la mesa cuadrada). Sin embargo, si algo es común en los inicios de esta asignatura es la aproximación a los clásicos, a los historiadores (y utilizo el pronombre masculino plural dado que, por desgracia, son pocas las historiadoras que se estudian en las universidades en relación a este tema) que comenzaron a escribir los acontecimientos coetáneos a su propia existencia. Tanto Heródoto como Tucídides escribieron durante la época antigua innumerables textos sobre la historia de sus respectivas civilizaciones, lo que permitió a la larga tomarlos como autenticas joyas repletas de información para esclarecer algunos aspectos del pasado más lejano todavía ensombrecidos por la falta de datos. Sin embargo, y dado el tema que nos ocupa al respecto, me siento en la necesidad de reivindicar a otro de los grandes, a Cicerón, cuya Guerra de las Galias sigue siendo uno de los textos más citados por historiadoras e historiadores y cuya complejidad nos daba más de un quebradero de cabeza a los estudiantes de Latín de Segundo de Bachiller. Además de su amplia producción literaria, Cicerón dedica mucho espacio a la memoria, tan importante para la historia, con frases verdaderamente antológicas. Cicerón decía que la vida de los muertos está en la memoria de los vivos, palabras que tras leer a Gema Nieto y enfrascarse en la psicología de la Rusa - esa matriarca implacable - adquieren un sentido más devastador.
Hablar de Haz memoria es hablar de una saga familiar. Un tipo de narración tan antiguo como explotado por infinidad de autores desde todos los géneros posibles. Desde la historia de la saga de los Buendía a lo largo de siete generaciones en la siempre inmortal Cien años de soledad hasta la de los Trask y los Hamilton comprendida entre la Guerra de Secesión y la Primera Guerra Mundial en Al este del Edén, pasado por la de los Cazalet ambientada en los años de la Segunda Guerra Mundial. No hay lector que se resista, por muy sibarita que sea, a una novela en la que la familia en relación a su contexto sea el principal eje argumental. Algo que Haz memoria cumple con creces al dotar de personalidad a cada uno de sus miembros. La contundencia con la que Nieto construye a cada uno de ellos es impecable, tanto que hasta da miedo, sobre todo en el caso de algunos de ellos. Empezando por la Rusa - sin duda el mejor personaje de toda la novela - y a la que es mejor que el lector conozca sin demasiada información previa y continuando con su hija menor, el perfecto antagonista - vivaz, luchadora, valiente - quien llevará consigo la responsabilidad de actuar como nexo entre dos generaciones. Porque de memoria va la cosa, de memoria olvidada, de una familia atravesada por la brutalidad de la guerra, de la impunidad de los culpables, de la vergüenza de los vencidos, de la impotencia de quienes se ven con las manos atadas, de quienes durante años han callado, pero sobre todo, de las consecuencias de vivir más de cuarenta con el peso del miedo y la injusticia. Memoria contra el olvido, pero sobre todo, contra el silencio - ese invisible y aterrador tercer personaje que nunca consigue abrir la puerta y marcharse para siempre - cuya presencia condiciona la vida de las diferentes generaciones de esta familia. Hablar de Haz memoria, también es referirnos a la madurez narrativa que posee la autora, de sus frases inolvidables - algunas de ellas para enmarcarlas y colocarlas en el lugar más visible de nuestra biblioteca mental - de esas clarísimas referencias a las grandes escritoras españolas de mediados de la postguerra - Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet y Ana María Matute -, de ese uso adecuado de la biografía - en este caso de los recuerdos familiares - para adaptarlos al lenguaje literario, de esa inmersión en el contexto sin necesidad de detenerse y describir en los acontecimientos históricos, de esa intimidad que consigue estremecer y que el lector quiera traspasar el papel para poder llorar junto a sus personajes, de ese duelo eterno y doloroso, de esa necesidad de servicio público, de estar ofreciendo una ofrenda en forma de novela, de compensar, de querer darles voz a quienes nunca han podido hablar. Para acabar, hablar de Haz memoria es hablar de feminismo, pero también de sororidad, palabra que se toca, se observa y se respira en cada página de esta novela. Una red de apoyo entre mujeres que permite, ya no sólo paliar los dolores de quienes han sufrido los estragos de la contienda, también extender una red entorno a un relato común, único, narrado en voz femenina y al que hasta ahora muy pocos (incluyendo la historiografía) se habían dignado escuchar.
Seguro que muchas de vosotras y vosotros habréis soltado un bufido o un suspiro de hartazgo al comprobar que estamos ante - parafraseando a Isaac Rosa - "otro maldito libro sobre la Guerra Civil". Y la verdad, no lo entiendo. Sé que no es un sentimiento generalizado, pero no es la primera vez que me encuentro con que este tema en concreto despierta ya no sólo aburrimiento, sino algo más peligroso, indiferencia. En los institutos el tema se aborda desde dos realidades. La primera, desde la de la distancia, es decir, sin implicarse más de lo necesario en explicar algunos conceptos o acontecimientos de ésta que merecerían un pertinente debate. Y la segunda, desde las prisas, desde la mentalidad de fin de curso, pues normalmente la Guerra Civil suele ser uno de los últimos temas que se dan en la asignatura de Historia, lo cual provoca que los alumnos disminuyan su capacidad retentiva concentrando sus pensamientos en el sol, la playa o la fiesta. Esto si se tiene suerte, porque en la mayoría de los casos la Guerra Civil Española ni siquiera llega a darse. Por otro lado, tampoco hacemos nada en algunos casos por escuchar a nuestros mayores, simplemente escuchar. Ni os imagináis la de historias que nos perdemos por no prestarles la atención suficiente, por pasar de sus sermones durante las comidas de los domingos, por menospreciar y referirnos a ellas como "batallitas" de la abuela o el abuelo. En la novela, la nieta de la Rusa - último eslabón de esta saga marcada por la tragedia y los secretos -, que de niña pasó un año de su infancia en la casa familiar tras la inesperada muerte de su madre, regresa años más tarde para recoger unos papeles antes de sus dos tías ancianas mueran en una residencia. Es entonces cuando - en un intento por reconstruir su verdadera identidad - decide indagar en ese árbol genealógico, en sus propias raíces para descubrir - aunque duela - que había tras aquellos eternos silencios. Consecuencia de heridas sin sanar, sin cicatrizar, todavía abiertas, demasiado abiertas. Sí, estamos ante otro libro sobre la Guerra Civil, pero que sin embargo, va más allá al plantearnos una poderosa y más que pertinente reflexión sobre la memoria histórica y su verdadero estado de salud dentro del contexto democrático actual. Concluyendo - a juzgar por las palabras de Nieto - en un diagnóstico del todo preocupante. La memoria en este país está alterada, viciada, enferma y en algunas épocas casi desahuciada. Por eso, y porque voces como la de Nieto nos lo recuerda, el próximo domingo debemos votar, sí, votar, en masa, con conciencia, habiendo leído los programas, con determinación, pero sobre todo con memoria. Esa memoria contra la que nos han anestesiado, haciendo posible que los fantasmas del pasado más oscuro de este país vuelvan a merodear a nuestro alrededor con la misma fiereza que sus antepasados franquistas.
Haz memoria: una historia de desarraigo, secretos familiares, matriarcados, relatos colectivos, traumas de guerra, injusticia, sepultura, castigo, valentía, determinación, sororidad... La oportunidad para acercarse a las abuelas y los abuelos y preguntarles sobre su pasado antes de que sea demasiado tarde.
Frases o párrafos favoritos:
"Cuántas vidas injustamente robadas, cuánta felicidad entregada al olvido y al silencio, y qué imposible frenarlas pese a todo".
Cortesía de Dos Bigotes