Sinopsis:
Editorial: La GaleraLibro autoconclusivoNº de páginas: 377
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Opinión personal:
El verano pasado leí El corazón de Hannah, un libro que me gustó muchísimo. Por eso, cuando vi que Rocío Carmona sacaba otro libro, no me lo pensé y me lancé de cabeza a leerlo. Pero me he llevado un gran decepción.
En la universidad les mandan hacer un trabajo sobre la lengua atlante y, tras buscar información, encuentra a un chico que afirma hablarlo: Gilbert. A partir de entonces, su vida da un giro total.
Cuando leí que era una historia sobre la Altántida, me cautivó por completo y decidí leerlo. ¡Qué gran chasco! Ya que es un libro ambientado en la actualidad donde sólo hay unos 6 capítulos ambientados en la Altántida. Es un libro con unos pilares muy buenos de los que, en mi opinión, la autora no ha sabido sacar partido. Me ha parecido una historia totalmente surreal con unos personajes con los que no he llegado a conectar en ningún momento. Zoe es una chica normal que, de un día para otro, decide dejar su vida por alguien que conoce de dos días. Gilbert es un chico rarito que vive en un sanatorio mental y afirma provenir de la Altántida milenaria. La historia entre ellos transcurre tan rápido, que me ha parecido irreal y forzada.
La historia está contada en tercera persona desde el punto de vista de Zoe, aunque algunos capítulos estarán narrados por otros personajes. Y la forma de narrar... con tanta descripción me iba totalmente de la trama. Algunas veces tenía que volver a leer la página porque me descentraba un montón y no me enteraba ni de lo que leía. No he conseguido encontrar la pluma que tanto me gustó y fascinó en El corazón de Hannah, por eso me da tanta rabia tener que hacer una reseña negativa de un libro de Rocío Carmona.
La verdad es que sólo me han gustado los capítulos finales. He de reconocer que la trama se vuelve algo más trepidante y te consigue mantener pegado a sus páginas, por eso mi valoración final es algo más positiva.
Un libro al que tenía ganas pero que me ha decepcionado bastante.
*Muchas gracias a Carmen G. Trevijano por el ejemplar*